
Tras el relativo éxito que tuvo la primera entrega The Fast and the Furious, se habría un nuevo subgénero dentro de las películas de conducción, donde el tuning, la música hip hop y el estilo underground marcaban la pauta. Un subgénero que la saga Fast & Furious fue prácticamente la única que lo aprovechó -visto así a lo mejor no habría que llamarlo subgénero-, pero donde más marcaron estas películas, a parte de en los adolescentes de la época fue en los videojuegos. Sagas como Need For Speed aprovecharon el tirón de la películas con Need For Speed: Underground y sus secuelas, donde teníamos que competir en carreras callejeras con coches tuneados por nosotros mismos. Lo curioso es que la segunda parte de Fast & Furious, se aleja del mundo nocturno para ofrecernos algo más tópico y enfocado a un público más amplio.
Brian O’Conner (Paul Walker) tras haber dejado escapar a su objeto en la peli anterior, ha sido retirado de la policía de Los Angeles, por lo que ahora se dedica a competir en carreras callejeras clandestinas. En una carrera en Miami, es pillado por la policía donde le piden, a cambio de quitarle sus cargos, que se infiltre como conductor de Carter Vellone, un empresario millonario al que la policía le sigue por posible blanqueo de dinero, pero del que no han podido obtener pruebas. Brian pedirá la ayuda de un antiguo amigo Roman Pierce (Tyrese Gibson) para aceptar el trabajo.
Si la historia de la anterior tampoco era nada del otro mundo, en esta segunda parte ya directamente ni se han esforzado, han tirado del típico recurso de coger a un ex-agente rebelde y problemático porque parece que es el único que sabe conducir, con esta excusa barata tenemos de nuevo el protagonismo de Brian, que no deja de ser el alma de la saga Fast & Furious. Pero a pesar de que todos hubiéramos querido que Vin Diesel hiciera acto de presenta, en esa época era un hombre muy ocupado, la peli nos trae a un compañero que ha ido de más a menos en la saga. Roman que parecía un tipo duro al inicio, y posible sustituto de Vin, se ha convertido en el graciosillo de la pandilla. De hecho ya vemos en esta que es un bocazas graciosete, aunque en las siguientes es donde se pasan y le dan el toque de bufón que solo vale para hacer algunos gags. De todas formas no lo hace mal y el tío encaja bien. En esta ocasión el malo de turno, como ya dije no se han esforzado en el guion, es el típico empresario millonario con negocios turbios que nos recuerda que es malo poniendo caras de psicópata, el actor es Cole Hauser que hacia de Jons en Pitch Black, también tenemos a Eva Mendes como infiltrada de la policía y al rapero Ludacris que acabará convirtiéndose en uno de los integrantes del grupo de Dom cuando la saga da un giro de 180 grados.

Pero bueno en estas pelis ya sabemos que la historia esta de relleno, lo importante son las carreras ¿no?. El caso es que empieza con una carrera ilegal donde quieren darle mucho espectáculo a nivel de efectos especiales, pero acaba quedando muy cutre y con demasiados cambios de plano que te descolocan un poco, además se abusa aun más si cabe de los planos de cambio de marcha que ya se han convertido en un meme de la saga. La verdad es que la peli pierde fuelle y las carreras y persecuciones que hay son poco interesantes, de hecho son iguales que en cualquier otra película quitando el hecho de que conducen coches tuneados, pero no hay nada especial en ellos, salvo algún par de flipadas totalmente fuera de lugar, es por lo que esta segunda parte se aleja del estilo de la primera y nos da algo mas accesible para todo el público, algo menos de nicho y mas casual, para que todo el mundo pueda verla sin tener ni idea de coches, es menos seria y algo más divertida pero más vacía también. Por eso la considero una de las mas flojas de la saga.