
Con el centenario de la Editorial Dupuis a la vuelta de la esquina, estresados por todo lo que les viene encima, Spirou, Fantasio y Spip desaparecerán de la faz de la tierra con la excusa de realizar un reportaje de un nuevo retiro que hay al sur del país, uno llamado Korallion: una ciudad sumergida de la que todo el mundo habla maravillas. Lo que al principio serán unas supuestas vacaciones, todo se torcerá cuando empiecen a ver indicios de que en ese lugar paradisíaco no es lo que parece y que tras sus virtudes esconde algo más turbio.
Después de seis años de vacío en la serie principal de Spirou, mientras que las historias independientes iban avanzando, tres autores recogen el testigo que Yoann y Vehlmann habían dejado tras La furia del marsupilami, y lo hacen de una manera bastante particular. En este caso, Dupuis, en lugar de ir a por unos autores contrastados de la propia editorial, lo hacen con una combinación extraña. En primer lugar está la pareja de guionistas formada por Abitan, dramaturgo pero relativamente ajeno al mundo del cómic, y Sophie Guerrive, autora de cómic independiente que no encaja en el perfil del buque insignia de la editorial belga. En segundo, el dibujante escogido sí que es un viejo conocido de la editorial y de sus lectores, ya que Schwartz, tiene una larga lista de títulos que van desde Atom Agency a Gringos Locos, pasando por los títulos de Le Spirou de… realizados junto a Yann. Por lo que la combinación parece atrevida, con un dibujo que recuerda al Spirou de los primeros de tiempos de Franquin o al estilo de Yves Chaland, alejándose del trazo más tosco de Vehlmann, a la vez que se recurre a unos desconocidos para retomar la historia, cuando lo lógico hubiera sido, por ejemplo, recurrir a Yann, con muchas más tablas tanto en la editorial como con el personaje.
Por otro lado, por si esto fuera poco, si bien se retoman ciertos elementos presentados con anterioridad, como el vínculo con Los hombres burbuja de Franquin, hay muchos otros que se pierden, como la recuperación en el título precedente del Marsupilami, causando un giro bastante brusco tanto en el estilo como en la continuidad, algo que se ha ido difuminando desde que Tome y Janry dejaran la serie. Además, por si esto no fuera suficiente, tenemos ese título que, y siento el destripe, es premonitorio de lo que sucederá, hasta el punto que la entrega concluye con la presentación de la siguiente entrega protagonizada por Seccotine y Fantasio, perdiendo, supuestamente, la presencia del botones, imagen de Dupuis desde su nacimiento. Respecto a este último detalle, no sé si la trágica muerte de Spirou en las últimas páginas es más un reclamo comercial para que el personaje reaparezca en la siguiente entrega, o si realmente Dupuis ha decidido dar un giro de ciento ochenta grados en su serie principal… algo que, personalmente, me haría dejar de seguir leyendo sus aventuras, ya que estaríamos ante una situación equivalente a si Hergé hubiera matado a Tintín, Morris a Lucky Luke o Uderzo y Goscinny a Astérix.

Dejando a un lado las posibles diferencias creativas que pueda tener con las decisiones tomadas por la editorial con su personaje más célebre, a efectos prácticos e intentando ser imparcial, estamos ante una aventura correcta, aunque sin demasiadas sorpresa, toda muy enfocada a la conclusión final, dejando la acción trepidante de tiempos pasados en un rincón en favor de presentar un thriller bastante sobrio en viñetas. En este sentido, sentí que tenía más esencia del botones La tumba de los Champignac de Tarrin y Yann o la reciente Spirou y los soviets de Tarrin y Neidhardt, que el volumen que tenemos entre manos.
En resumidas cuentas, como podéis ver, si siempre es de agradecer una nueva publicación de Spirou, lo cierto es que, para mí, ha sido una decepción, aunque todavía me niego a rendirme con el que es mi personaje favorito de cómic hasta que lea la continuación, con la esperanza de que el final sea solo un bache en el camino y no algo definitivo. Vamos a ver qué nos depara el futuro.