
Estamos ante la primera entrega de la Trilogía del Dólar cuando aún no se hablaba de tal trilogía, ya que era la primera vez que Sergio Leone se ponía tras las cámaras para rodar un western o, como se llamarían a partir de ese entonces en tono despectivo, spaghetti western. A pesar de que siempre se habla que con esta cinta nació el western europeo, este existía desde hacía tiempo; pero en cuanto a cine de explotación, con unas características muy claras como las que marcaría Leone a partir de esta cinta, sí que se puede hablar del nacimiento del spaghetti western caracterizado por su estética sucia, sus antihéroes cínicos y su énfasis en la violencia.
Sin embargo, a pesar del éxito —o seguramente por él—, lo que empezaron viéndose como unas similitudes hacia Yojimbo de Akira Kurosawa, rápidamente se pudo comprobar que era un plagio de la cinta japonesa, hasta el punto que Toho denunció a la producción italiana y esta tuvo que compensar a los nipones. Pero lo que los japoneses no hicieron notar fue que Kurosawa se basó en los westerns americanos, pero, sobre todo, en la novela Cosecha roja de Dashiell Hammett.
Sergio Leone impone un estilo cinematográfico radicalmente diferente al western tradicional. La cámara se detiene en los rostros de los personajes con primeros planos extremos, capturando cada gesto y tensión antes de un duelo. La violencia es más explícita y estilizada, hiperbólica, con un ritmo pausado que intensifica la tensión antes de cada enfrentamiento. Este enfoque se aleja del dinamismo de los westerns de John Ford y Howard Hawks, creando en cambio una sensación de fatalismo y crudeza.
Otro de los elementos centrales del cambio radical respecto al western americano de décadas anteriores, es que, a diferencia de los cowboys tradicionales como John Wayne, el personaje de Eastwood no es un héroe noble, sino un antihéroe en todas sus facetas, es pragmático, cínico y se mueve por su propio interés.
La película también destaca por su visión del Viejo Oeste, donde la ley prácticamente no existe y la violencia es el único mecanismo de poder. La ausencia de figuras heroicas convierte a San Miguel en un escenario de caos y supervivencia, donde la astucia vale más que la moralidad. La manipulación del protagonista no responde a un deseo de justicia, sino a un juego en el que él mismo pone las reglas. Todo ello refleja la desilusión y la ruptura con el idealismo del «Viejo Oeste».
Un elemento clave en la película es la música de Ennio Morricone, quien usa silbidos, guitarras eléctricas y trompetas para construir una atmósfera sonora única. A diferencia de las orquestaciones grandilocuentes del western clásico, la banda sonora de Morricone juega con sonidos experimentales que refuerzan el tono irónico y brutal de la historia.

Como hemos ido diciendo, vemos que, en realidad, todos los elementos de la cinta de Leone son claves para el buen funcionamiento de este «primer» spaghetti western, pero de lo que todavía no hemos hablando es de lo que más ha perdurado en el imaginario del público: sus personajes, y, sobre todo, estamos hablando de Clint Eastwood y su «Hombre sin nombre». A pesar de que hoy la interpretación del americano es legendaria e irrepetible, lo cierto es que él no fue ni la primera, ni la segunda, ni la tercera, ni la cuarta opción para ser el protagonista, por delante de él hubo nombres como Charles Bronson, James Corburn y Henry Fonda entre otros, al final cayó en manos de un actor secundario de una serie televisiva que no era demasiado conocida… hasta que hizo esta y las dos siguientes cintas con Leone. Pero lo también importante fue que entre el reparto ya empezaron a aparece actores que harían grande el género del spaghetti, como Mario Brega, Aldo Sambrell, Benito Stefanelli y Frank Braña, por no hablar del villano principal, Ramón Rojo, interpretado por un brillantemente enajenado Gian Maria Volonté.
A pesar de que una es la copia de la otra, mientras que Yojimbo sigue el espíritu del chambara japonés con un protagonista más expresivo y una ejecución visual más estilizada, Por un puñado de dólares crea una estética sucia, violenta y desmitificadora del Viejo Oeste, sentando las bases para la Trilogía del Dólar y el cine de Leone en general. Ambas películas son piezas maestras de sus respectivos géneros, y aunque Yojimbo precede y fue plagiada por Por un puñado de dólares, la versión de Leone tiene su propio mérito al redefinir el western para una nueva generación de espectadores.
Así pues, lo genial de todo el asunto es que una pequeña producción italoespañola, con un protagonista internacional desconocido y que copiaba una cinta japonesa de samuráis se convirtió en la película que sentó las bases de todo un nuevo género que monopolizaría el cine europeo durante más de una década. A pesar de que pronto sería superada por las siguientes cintas de Sergio Leone, tiene el honor de haber sido el primero de una larga lista de títulos a cada cuál más importante y más emblemático. Simplemente, es una peli que se tiene que ver.