
A pesar de las altas medidas de seguridad, el banco de Daugherty es asaltado y todo el dinero que hay en su interior, la mayoría del ejército, es sustraído. Por suerte, aparece Sabata, un ingenioso pistolero con muchos recursos que logrará recuperar la caja fuerte y la devolverá al pueblo, sin saber que, en realidad, las mismas autoridades que lo felicitan, juez, sheriff y terrateniente, han sido los hombres que han orquestado el robo con el objetivo de comprar las tierras por las que pasará el ferrocarril… era una jugada perfecta, hasta que Sabata apareció, por lo que ahora es un peligroso obstáculo que deben eliminar, pero no son conscientes de cuan duro puede llegar a ser el pistolero, que no dudará en enfrentarse a ellos y ponerlos en su sitio.
De entrada, por el perfil del protagonista —un Lee Van Cleef increíble, cuya presencia en pantalla se agradece y se disfruta—, la trama y la puesta en escena que se realiza a priori, todo hace pensar que estamos ante un western bastante serio, es decir, con las típicas características del spaghetti, pero serio al fin y al cabo… pero es solo una apariencia. Y es que cuando empieza a sonar la canción de la peli —Ehi amico… c’è Sabata, hai chiuso! de Marcello Giombini— ya vemos que no será un western normal, pero cuando el pistolero empieza a desenfundar sus armas veremos que no se trata del «caballero negro» en su versión más simple, sino una que empuña un Derringer con tres balas extras que salen de la culata. Luego están los personajes secundarios de Carrincha y Macaco, un corneta retirado con piojos que lanza cuchillos y un ágil indio que salta por los tejados, que ayudarán a Sabata, que van aumentando la espectacularidad circense de este spaghetti; por no hablar de cuando lleguemos a Banjo, interpretado por el siempre ambiguo William Berger, otro pistolero que bajo su instrumento esconde un rifle y que dispara con un extraño y alargado gatillo. Vamos, que en apariencia puede resultar serio, pero en cuando Parolini da la orden de acción, todo se vuelve divertido, espectacular e innecesariamente rocambolesco para el bien del entretenimiento del público.
En este sentido, e inevitablemente, las comparaciones entre este Sabata y el Sartana de Gianni Garko hacen que veamos más bien pocas diferencias, pero aquí es como si estuviéramos hablando del huevo o de la gallina, ya que ambas cintas se estrenaron en apenas un año y las dos salieron de las manos de Parolini y con guion del mismo hombre, Renato Izzo. Por eso, de algún modo, siempre he pensado en suerte de padre e hijo, como el Maverick de Mel Gibson y el de James Gardner. Lo cierto es que, a la hora de la verdad, es difícil de decir cual de las dos es mejor, pero creo que cometería el error al decirlo, ya que tanto Garko como Van Cleef están increíbles y las historias de las dos son irrepetibles, por lo que sería difícil postularme.

Algo que es innegable es que Gianfranco Parolini —que firmo como Frank Kramer— logra darle esa impronta personal a la cinta, del mismo modo que lo hacían la mayoría de directores de explotación europeos, y, en su caso, la palabra es espectáculo. Todas las tomas y toda la fotografía, así como la puesta en escena, están hechas por y para generar el máximo espectáculo; en este aspecto, la historia de Sabata quedará en un segundo plano en favor de las grandes escenas de acción, que serán las que realmente recordaremos: desde el duelo de Banjo y su peculiar rifle hasta el gran final en la propiedad de Stengel, con explosiones, disparos y cuchilladas a bordo de una vagoneta adecuadamente situada en mitad del escenario y un largo etcétera que nos dejará estupefactos.
Seguramente, la mayoría nos dirá que Oro sangriento, así como Si te encuentras con Sartana… ruega por tu muerte, como muchas otras, son pelis de segunda clase, de serie B, y no se lo podremos negar… ¡Pero que serie B tenemos aquí! Una maravilla de espectáculo, de los que nos hacen olvidarnos del presente y vivir una auténtica aventura. Por lo que realmente importante es, sin duda alguna, que estamos ante una cinta irrepetible, digna de los mejores spaghetti western, de esas que escoges para pasar una tarde aburrida, pero que terminas saltando y aplaudiendo desde el sofá a la espera del siguiente tiroteo. Lo dicho, una maravilla.