
Tras el éxito arrollador de Le llamaban Trinidad, el director Enzo Barboni —conocido también como E.B. Clucher— y el icónico dúo de Bud Spencer y Terence Hill regresaron con una secuela directa: Le seguían llamando Trinidad. Esta película consolidó el llamado spaghetti western cómico, enfocado a un público más familiar —al fin y al cabo, ¿quién de nuestra generación no ha visto a Bud Spencer y Terence Hill un domingo por la mañana en la tele?— convirtiéndose en uno de los filmes más representativos del género y un clásico de culto en el cine europeo.
La historia retoma las aventuras de los hermanos Trinidad y Bambino , dos forajidos de personalidad contrastante. Mientras que Trinidad es un holgazán, carismático y hábil con el revólver, Bambino es rudo, pragmático y prefiere los puños a las palabras. Tras separarse al final de la primera película, aquí se reencuentran en el hogar familiar, donde su padre, un viejo bandido que desprecia su estilo de vida, los insta a convertirse en auténticos ladrones. Aunque los hermanos intentan obedecer, su naturaleza heroica los lleva a enfrentarse con Parker, un hombre que se dedica a traficar con armas en la frontera a través de una misión llena de monjes a los que tiene aterrorizados.
A lo largo del filme, Trinidad y Bambino protagonizan una serie de situaciones hilarantes y combates físicos que combinan el slapstick con el western clásico. Finalmente, terminan desbaratando los planes de Parker, pero fieles a su espíritu despreocupado, deciden no aprovechar la oportunidad de enriquecerse y continúan su camino, al más puro estilo de Lucky Luke… Al que, por cierto, también interpretó Terence Hill.
Aunque la película sigue los pasos de su predecesora, Le seguían llamando Trinidad se inclina aún más por la comedia y la parodia del western clásico. Mientras que el spaghetti western tradicional, con exponentes como Sergio Leone, presentaba personajes cínicos y un tono oscuro, Enzo Barboni reinterpreta el género con un enfoque ligero, donde la violencia se transforma en humor físico y los antihéroes se convierten en figuras entrañables. En este sentido, uno de los aspectos más destacados del filme es su sátira sobre los códigos del western. La relación entre los hermanos Trinidad y Bambino recuerda a los dúos clásicos de la comedia, como Laurel y Hardy, donde la dinámica entre el listo y el rudo genera el principal atractivo del filme. Otro punto clave es la subversión de los valores típicos del género: en lugar de codiciar el oro o la venganza, los protagonistas se mueven por intereses más mundanos y, a pesar de su aparente vagancia, terminan actuando con justicia, aunque de manera poco convencional.

Terence Hill y Bud Spencer despliegan su indiscutible química, con un timing cómico impecable. Hill, con su sonrisa pícara y su agilidad en las peleas, se contrapone perfectamente con la rudeza y los golpes contundentes de Spencer. Su dinámica es la clave del éxito de la película y uno de los motivos por los que estas dos pelis se convirtieron en un fenómeno internacional.
Le seguían llamando Trinidad fue un éxito de taquilla en Europa y América Latina, consolidando a Spencer y Hill como figuras legendarias del cine popular. Aunque algunos críticos de la época la vieron como una repetición de la primera entrega, su impacto cultural perdura, y su influencia se nota en múltiples producciones posteriores que han intentado replicar su estilo, así como la larga lista de colaboraciones entre los dos actores italianos, convirtiéndolos en estrellas del entretenimiento de los años setenta.
En resumidas cuentas, Le seguían llamando Trinidad es una secuela que, aunque sigue la fórmula de la primera, logra mantenerse fresca y divertida gracias a su humor, acción bien coreografiada y la inigualable química de sus protagonistas. Es un filme que no solo entretiene, sino que redefine el western desde una perspectiva humorística, convirtiéndose en un clásico imperecedero para los amantes del cine de aventuras y comedia.