
No voy a mentir: cuando me enteré de que Bong Joon-ho, el genio detrás de Parasite y Snowpiercer, iba a dirigir Mickey 17, una historia de ciencia ficción con tintes existenciales y un protagonista clonado en un planeta hostil… ya estaba comprando mi entrada. Solo con pensar en Robert Pattinson multiplicado por el espacio sideral, me emocioné como si estrenaran una nueva entrega de Blade Runner con banda sonora de sintetizador.
El concepto lo tenía todo para ser un delirio brillante: un hombre que muere constantemente como parte de su trabajo en una misión espacial, y cada vez es reemplazado por una nueva copia. Un día a lo Black Mirror, pero con presupuesto y estrellas de Hollywood. El error fue mío por confiar en las expectativas.
Sí, Mickey 17 es ambiciosa. Pero como buena amante del sci-fi, también soy exigente, y tengo que decir que esta peli se queda a medio camino entre lo que promete y lo que entrega.
Empecemos por lo bueno: Robert Pattinson se entrega. No escatima en rareza, incomodidad ni en ese encanto nervioso y nihilista que tan bien le queda desde The Lighthouse. Su Mickey es introspectivo, torpe, y a ratos gracioso, como un tipo demasiado lúcido atrapado en una situación absurda y mortal. Verlo interactuar consigo mismo —porque sí, hay más de un Mickey— es de lo más interesante de la película, aunque a veces parece que ni él sabe muy bien quién está interpretando en ese momento. Pero aquí está el gran problema: Pattinson actúa como si la historia fuera más profunda de lo que en realidad es. Hay momentos en que su intensidad emocional no encuentra eco en el guion ni en la dirección. Su trabajo es comprometido, incluso arriesgado, pero se siente como si estuviera sosteniendo una estructura que no lo acompaña.
Y entonces aparece Mark Ruffalo. Yo, que lo adoro desde Zodiac hasta cuando hace de Hulk cansado, me esperaba un personaje con más peso, con más matices. Pero aquí interpreta al director de la misión como si fuera una caricatura pasada de vueltas. Exagerado, autoritario sin sustancia, casi cómico sin querer serlo. Hay momentos en que parece que Ruffalo actúa en otra película, una más absurda y cínica, mientras los demás intentan mantener la seriedad. Es desconcertante.
El elenco secundario, aunque con nombres potentes —hola, Toni Collette—, queda bastante desaprovechado. La mayoría de los personajes son esbozos: no tienen motivaciones claras, ni evolución, ni espacio real en la narrativa. Lo cual es una pena, porque con este mundo distópico bien construido, podrían haberse explorado dinámicas mucho más interesantes.

Eso sí, visualmente Mickey 17 es una maravilla. El diseño de la nave, la atmósfera alienígena del planeta, las escenas de regeneración… todo luce impecable. Bong Joon-ho sigue teniendo un ojo clínico para lo visual, pero aquí parece más preocupado por el envoltorio que por el contenido. El ritmo se tambalea, hay secuencias que se sienten eternas y otras que pasan demasiado rápido, como si el montaje no supiera dónde poner el foco.
Mickey 17 tenía todos los ingredientes para ser una joya de la ciencia ficción contemporánea: una premisa brillante, un reparto de lujo y una dirección con prestigio. Pero se queda en eso: una idea más interesante que su ejecución. Pattinson brilla en lo que puede, pero carga demasiado peso sin el apoyo de un guion sólido. Ruffalo, directamente, parece en una comedia involuntaria.
No es una mala película —está lejos de serlo—, pero tampoco es una que me haya dejado con ganas de volver a verla pronto. Es original, arriesgada en ciertos aspectos y visualmente preciosa. Pero como amante del género, esperaba que me dejara con la mente en ebullición y el corazón latiendo a ritmo de asteroide, y lo que obtuve fue… una siesta elegante con momentos brillantes pero aislados. Para mí, digna, interesante a ratos, pero con más potencial del que realmente aprovecha.
¿La recomendaría? Solo a quienes disfrutan del sci-fi por su estética o están en modo Pattinson fan total. Los demás quizá prefieran esperar al siguiente clon.