
¿Qué pasaría si en una misma historia juntásemos el polvoriento desierto de México, dos delincuentes fugados, una familia de vacaciones, las sinuosas curvas de una bailarina exótica y unos vampiros sedientos de sangre? Pues que daría lugar a una de las mayores locuras que ha visto la historia del cine… Abierto hasta el amanecer.
Jacob Fuller es un pastor, que tras la muerte de su esposa ha perdido la fe, que está haciendo un viaje hacia México con sus hijos, Kate y Scott. El viaje, si bien aburrido, transcurre tranquilo hasta que, para su mala suerte, en su camino se cruzan Seth y Richard Gecko, dos fugitivos de la justicia que van dejando un reguero de sangre y destrucción tras ellos. Los hermanos los secuestran y los utilizan como tapadera para entrar en México, donde les espera un mafioso en un bar de carretera conocido como «La teta enroscada». A pesar de la incomodidad de estar secuestrados, Jacob y su familia acceden a acompañar a los Gecko en ese antro donde el alcohol corre como el agua en el río, sin saber que acaban de cometer el peor de sus errores. Sin ser conscientes de ello, los Fuller y los Gecko han acabado en el buffet libre de una grupo de vampiros, siendo su plato principal. Durante la noche más larga de su vida, todos ellos deberán hacer lo imposible para salir con vida de esa diabólica trampa que les ha tendido el destino.
Si nos paramos a pensar qué tiene Abierto hasta el amenecer de cada uno de sus padres, es inevitable que el único resultado sea este. Por un lado tenemos al experto en efectos de maquillaje, Robert Kurtzman, que ha participado en casi un centenar de películas, entre las que se incluyen Terroríficamente muertos (Sam Raimi, 1987), Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) y El mexicano (Robert Rodríguez, 2003), y el creo la historia de de esta película. En segundo lugar, está un hombre que no necesita presentación, Quentin Tarantino, que además de interpretar uno de los personajes principales, se hizo cargo del screenplay, convirtiendo la sangrienta aventura de Kurtzman en un producto apto para el cine, añadiendo esos toques que tanto nos gustan de su cine. Y, finalmente, el responsable de dirigirla fue un joven Robert Rodríguez, que hasta entonces solo se había hecho cargo de algún corto, de su opera prima El mariachi (1992) y del taquillazo protagonizado por Antonio Banderas, Desperado (1995).
El resultado es una película muy pasada de vueltas, trepidante, divertida y sangrienta, muy, muy sangrienta. Pero, ¿qué podíamos esperar de la combinación de tres mentes tan perturbadas como las de Rodríguez, Tarantino y Kurtzman?
El protagonista de Abierto hasta el amanecer es un irreconocible George Clooney, no tanto por la falta de canas, sino por interpretar un personaje tan alejado del galán al que últimamente nos tiene acostumbrados. Clooney se convierte en el ladrón Seth Gecko que, además de conseguir huir de la justicia, deberá controlar al psicópata de su hermano, interpretado por Quentin Tarantino. Al lado de estos dos actores, estarán los Fuller, una familia interpretada por un brillante Harvey Keitel, que se mete en el papel de digno pastor arrepentido por perder la fe, por Juliette Lewis como su hija Kate y Ernest Liu como Scott, su hijo origen adoptivo de origen chino.
Y si este reparto principal ya parece increíble, además tratándose de una película de estas características —ya querrían muchos directores de «primera línea» tenerlo—, seguiremos alucinando cuando veamos a secundarios de la talla Salma Hayek, Fred Williamson, Cheech Marin o John Hawkes, además de habituales del género como los incombustibles Tom Savini y Danny Trejo.
Debo admitir que Abierto hasta el amanecer es una película que tarda un poco en empezar —algo habitual en las cintas de la «Escuela Tarantino»—, sin embargo, cuando lo hace, es de golpe y por la puerta grande. Esta película tiene ese doble juego tan característico del director de Knoxville, entre la trepidante, violenta y sangrienta acción, y los diálogos mordaces y llenos de referencias y juegos de palabras —además de un tacos por un tubo—, que nos llevaría a pensar que es obra suya y no de su discípulo, Robert Rodríguez. Ahora bien, algo que marca la diferencia con otros títulos de la filmografía de Tarantino —además del hecho de estar dirigida por Rodriguez, claro—, es que aparece el elemento sobrenatural de los vampiros. Si nos fijamos, las películas de Tarantino contienen mucha sangre, pero nunca monstruos ni cosas por el estilo, incluso la peli de terror, Death Proof —perteneciente a la bilogía de Grindhouse—, no contiene ningún elemento sobrenatural o extraño.
Lo curioso de Abierto hasta el amanecer, está en que, si bien la acción empieza de golpe, también se acaba de este modo, dejándonos durante unos segundos con un «Y ¿ya está?» en la boca, hasta que nos la cierran de un plumazo con un plano brillantemente argumentado, antes de meternos los títulos de crédito.
Abierto hasta el amanecer es una de esas películas que, al estrenarse, fueron recibidas con cierto recelo, pero que el tiempo la ha puesto en su lugar ensalzándola hasta el lugar dónde pertenece, el Olimpo de la Serie B y el Pulp.
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