Mucho antes de formar parte del grupo de rebeldes que robó los planes de la Estrella de la Muerte y que llevarían a la primera victoria de la Alianza Rebelde, Cassian Andor tuvo un pasado, uno que lo marcó para el resto de su vida. Desde su infancia en un planeta sin tecnología hasta su paso por prisión por un crimen que no había cometido —aunque sí que hubiera cometido otros—, pasando por juventud en un mundo oprimido por un Imperio con ganas de más y más a costa de los otros.
En líneas generales y sin concretar demasiado, la serie de Andor, como el propio nombre indica, nos contará la vida de Andor desde su más tierna infancia hasta los hechos que motivarán su unión a la rebelión. Por decirlo de algún modo, si en Rogue One se contaba las motivaciones de Jyn Erso para ser una rebelde, aquí se pone el foco en el otro protagonista de la cinta de 2016, el Cassian Andor interpretado por Diego Luna en una suerte de precuela de la peli de Gareth Edwards. De la mano de Tony Gilroy —el guionista de títulos como los vinculados al personaje de Jason Bourne—, nos sumergiremos en una historia de espías y ladrones, de planes ocultos y de un terror impuesto por ese gran ente que fue el Imperio. Con un reparto estelar en el que se recupera a personajes como el Saw Gerrera de Forest Whitaker o la Mon Mothma de Genevieve O’Reilly —siendo esta última uno de los hilos conductores de la trama—, así como la incorporaciones de nombres propios como el de Stellan Skarsgård dando vida a nuevos personajes de esta gran red oculta que fueron los primeros compases de la Rebelión, o el siempre increíble Andy Serkis en un personaje que, en la práctica, no tiene demasiada importancia.
Nunca he escondido que soy un gran fan de Star Wars, pudiendo afirmar que fui de los que se alegraron en 1999 del regreso por todo lo alto con La amenaza fantasma, sin embargo, en la nueva oleada de estrenos de esta galaxia muy, muy lejana, me siento un tanto desubicado. Es decir, las series de animación —tanto las clásicas como The Clone Wars como las más recientes, como The Bad Batch—, no pierdo ni una entrega; en cuanto la nueva trilogía, aunque admito que era completamente innecesaria, le he perdonado los más que evidentes errores y la disfruto como el que más; algo parecido me sucede con las cintas de Rogue One y Han Solo, que no me entusiasman, pero se dejan ver bastante bien; por otro lado, como no podía ser de otro modo, El mandaloriano a supuesto el auténtico regreso del espíritu de Star Wars… Sin embargo, con las nuevas series de acción real protagonizadas por personajes como Boba Fett y Obi Wan Kenobi, me han dejado tan frío como lo han hecho las de Marvel. Personalmente, El libro de Boba Fett no deja de ser un interludio para El mandaloriano, es floja en muchos aspectos y redime a un personaje que jamás debería haber dejado de ser malo. Después está la de Obi Wan, basada en uno de mis personajes favoritos —sino el que más—, esperaba que sería una suerte de western espacial viendo al maestro jedi corriendo aventuras en el anonimato y, por contra, no fue más el enésimo enfrentamiento con Darth Vader —que debería haber sido, como mucho, un simple cameo—, cuyo final ya conocemos desde 1977. En ambos caso la decepción fue importante, ya que las expectativas estaban muy altas y esperaba que, al menos, estuvieran a la altura de la cinta de Solo —al fin y al cabo, no dejaban de ser proyectos de películas que nunca se hicieron reconvertidos en series para Disney—, pero en su lugar no me hicieron sentir nada, y tratándose de Star Wars, eso me dolió.
Llegados a estas alturas y con estos precedentes, lo cierto es que de Andor no esperaba nada en especial, era de un personaje que nunca me dijo nada, además era bastante más larga y, para colmo, no estaba directamente conectada con nada más que no fuera Rogue One. Además, las buenas críticas la precedían, por lo que tenían ciertas esperanzas, pero, desafortunadamente, a mí no me ha cautivado. Es decir, la calidad de la serie es innegable, pero si alguien me dijera que, por ejemplo, forma parte del universo Blade Runner, salvo las referencias al Imperio y la Rebelión, me lo hubiera creído. Es decir, Andor es una buena serie de ciencia ficción, pero no consigue captar lo que es Star Wars, al menos desde mi punto de vista. Para empezar, los extraterrestres brillan por su ausencia —cuando la mezcolanza de especies es habitual—, pero también lo hacen los combates espaciales o la acción a raudales de las clásicas historias de aventuras, siendo un drama de espías de ambientación espacial y poco más. En este sentido, mientras la veía, fueron muchas las veces que me pregunté: «¿seguro que esto es Star Wars?».
Así pues, y para no extenderme demasiado más, Andor es el siguiente intento de hacer un producto «serio» ambientado en el universo de Star Wars, algo que, a la hora de la verdad, es incoherente; ya que si bien se trata de algo bien escrito, tejido y con una puesta en escena muy cuidada, es innegable que se trata de una serie de Star Wars para aquellos que no les gusta Star Wars. Desafortunadamente, una decepción, a ver qué sucede con la segunda temporada.