
Todo empieza —como se puede ver en la intro de los capítulos de la primera temporada— cuando Anne y sus amigas, Sasha y Marcy, abren una vieja caja de música. Tras un fogonazo, Anne aparecerá en una tierra desconocida, habitada por ranas parlantes y todo un universo de personajes anfibios humanizados que van de tritones a proteos, además de insectos gigantes, grandes aves carnívoras y un largo etcétera de adorables criaturas. Aunque al principio lo tiene un poco complicado, Anne es acogida por los Plantar, una familia de ranas formada por Papá Hop y sus nietos, Sprig y Polly. Aunque el lugar es hostil e inhóspito, Anne se adaptará bastante bien, lo suficiente como para permitirse vivir un sinfín de aventuras a cada cual más inverosímil.
Este sería el punto de partida de Anfibilandia —Amphibia para el resto del mundo—, y a partir del cuál se teje una trama mucho más fantástica y épica de lo que podríamos esperarnos de una série de este perfil. En un principio, sobre todo en los tres primeros tercios de la primera temporada, se trata de una comedia de situación y aventuras para un público joven, y da la impresión de que no irá más allá; sin embargo, una vez se nos han presentado los escenarios y los personajes suficientes para comprender el funcionamiento de este mundo, en seguida se nos descubrirá una trama en la que las traiciones, la acción, la magia, los acertijos y la aventura se verán multiplicados a la octava potencia. De algún modo, para hacer una comparación, si la primera temporada podría ser cualquier cansina serie de Disney Channel para los más pequeños, después pasa a ser una versión para todos los públicos de El señor de los anillos… incluso, en el episodio final de la segunda temporada, se advierte al espectador de que no se trata de algo apto para los más pequeños.
Lo cierto es que empecé esta serie de rebote, después de quedarme con ganas de más al ver Gravity Falls por enésima vez y descubrir Kid Cosmic, fui a parar a Anfibilandia y aunque al principio se me hizo algo dura de roer, en cuando se centra en la trama principal y avanza al contarnos una historia que entremezcla elementos fantásticos, de humor y de ciencia ficción en uno solo, consiguió atraparme lo suficiente como para ver la tercera temporada del tirón, con ansias de descubrir el final y saber si Anne y sus amigos lograrán salir adelante. Además, como no podía ser de otro modo, a medida que se intensifican las tramas, también lo hacen los sentimientos de los personajes, dándoles más profundidad a lo que, en principio, son bastante planos, haciéndonos comprender su comportamiento, sus anhelos y sus problemas, es decir, empatizando con ellos lo suficiente para lograr sufrir con ellos.

Si soy sincero, es cierto que se trata de una serie con la que si bien me he divertido mucho, tampoco he conectado tanto como lo hice con Gravity Falls —con la que inevitablemente la compararemos—, ya que es difícil llegar al nivel de perfección de la obra de Alex Hirsch, pero la de Matt Braly logra ofrecernos un divertimento al alcance de cualquiera sin caer en el error de repetir situaciones capítulo tras capítulo y encaminándose hacia la senda correcta justo cuando debería haberlo hecho. La impresión que uno tiene es que al principio, aunque sí que hay la idea de contar una historia mayor, las intenciones se centran en narrar el día a día de Anne en Anfibilandia, y cuando se consiguió atrapar al público, hubo un giro genial de la comedia de situación a la fantasía épica.
Además de las voces protagonistas de Brenda Song, Justin Felbinger, Amanda Leighton y Bill Farmer —el gran Goofy— en los papeles de Anne, Sprig, Polly y Papá Hop, a lo largo de los cincuenta y ocho capítulos —por cierto, una cantidad muy apropiada para el tono y el tipo de serie—, también aparecen nombres como Troy Baker, Stephen Root, Jack McBrayer, Dee Bradley Baker —la voz de los clones en Star Wars: The Clone Wars—, Keith David, John DiMaggio —con el permiso de Bender—, Fred Tatasciore, RuPaul, Jim Cummings, Tress MacNeille, Wallace Shawn, Diedrich Bader, George Takei, Hugh Bonneville e, incluso, Whoopi Goldberg, entre muchos otros.
Estamos frente a una serie que, a pesar de la primera impresión, podrá gustar no solo a los más pequeños a los fans de las series de animación —que también pudieron disfrutar de Gravity Falls, Kid Cosmic o Más allá del jardín—, sino también a aquellos amantes de la fantasía más épica e, incluso, a los del anime, no solo por las referencias, sino por el tono que tiene toda la serie y que va en crescendo, culminando en un final mucho más épico de lo que se podría esperar de una serie de Disney para los más pequeños. Una de esas cosas que se tiene que ver si uno quiere pasarlo tan bien como cuando era un crío.