
Años después de lo que tuvo lugar en París, Newt Scamander reunirá fuerzas con Albus Dumbledore para frenar los planes de Grindelwald, que sigue huido, de dominar el mundo, no solo el mágico, sino también el humano. Aprovechando la elección de un nuevo líder supremo del mundo mágico, Newt, su hermano, Albus y algunos colaboradores más, como el muggle Jacob Kowalski, trazaran un plan para conseguir pillar por sorpresa al villano, aunque esta lo tenga todo de su parte para salir triunfante y hacer con el poder.
Esta vez la espera ha sido más larga, pero es que la producción de la tercera entrega de Animales fantásticos ha tenido que luchar contra muchos escollos. En primer lugar, el que ya todos conocemos, la pandemia que, se quiera o no, retraso el rodaje; en segundo lugar, la abrupta partida de Johnny Depp como Grindelwald; y, finalmente, y creo que más importante, las correcciones de guion que llevaron a J. K. Rowling a recurrir a la colaboración —o ayuda, según lo malo que uno quiera ser— de un guionista de profesión como Steve Kloves que regresa al mundo Harry Potter después de participar en las ocho entregas de la saga principal. Y es precisamente este último elemento, las supuestas correcciones del libreto las que hacen que esta cinta se sienta diferente a Los Crímenes de Grindelwald, y es que aquí se ven muchos cambios sustanciales que parecen buscar enmendar los errores que le pesaban a la anterior entrega.
De entrega y para sorpresa de todos, hay muchas ausencias, pero las que más llaman la atención son las de Tina Goldstein y la humanizada Nagini. La primera se justifica argumentalmente y se sustituye su figura por la de Eulalie Hicks —que juega un rol muy parecido—, mientras que la segunda es que ni se menciona… pero en ninguno de los casos se echan de menos. La segunda baza con la que se juega es que el personaje de Credence —uno al que le tengo una tirria exacerbada desde la primera entrega— se le da menos protagonismo y, aunque se resuelven las dudas sobre quién es, pasa a ser un simple comparsa de Grindelwald… además de concluir, aparentemente, su trama. Y es este detalle el que parece que nos da un respiro, es decir, se van cerrando tramas que desafortunadamente se abrieron sin demasiada fortuna en la anterior entrega, siendo el paso hacia el mal de Queenie el ejemplo más significativo. Pero es que también se corrigen temas de coherencia, es decir, Jacob, aunque sufrido, vuelve a ser el muggle divertido de la primera, todo el peso no recae en la lucha entre el bien y el mal, sino que la historia principal parece girar alrededor de un animal fantástico y, lo más importante, no todo es un tira y afloja de amor y odio entre los personajes, sino que se acerca —aunque sin serlo del todo— una aventura en el mundo mágico. Es cierto que la sombra de Harry Potter sigue siendo muy alargada, pero aquí se siente que las excesivas conexiones que tuvieron lugar en los Crímenes, se van cortando al cerrar una trama, llegando incluso a dejar una sensación en la boca de que si, al final, esta nueva saga se quedara en solo tres entregas, tendría un final, sino perfecto, bastante satisfactorio.

Personalmente, tenía las expectativas por los suelos con esta cinta, entre el tiempo que ha pasado y la bajada general de calidad en el cine comercial, todo parecía apuntar a un enorme fracaso, pero resulta que parece que esta película, aunque sigue con flecos abiertos —ojo, spoiler… Grindelwald vuelve a huir—, consigue cerrar el círculo que se abrió con Animales fantásticos y donde encontrarlos. En este sentido, si dentro de un par o tres de años estrenan la cuarta entrega, han conseguido soltar el suficiente lastre como para intentar sorprendernos de nuevo.
Aunque la mayor parte del reparto repite y cumple con nota habitual por su supuesto caché, junto con las ausencias sonadas, pero no destacables, la gran novedad es la incorporación de Mads Mikkelsen en sustitución de Johnny Depp en el papel de Grindelwald. Cuando Depp fue despedido, en mi cabeza surgió como opción más lógica la recuperación de Colin Farrell, al fin y al cabo, ya había hecho de Grindelwald, pero se tiene que decir que la elección final no ha sido mala. Aunque este Grindelwald no es tan extravagante como el de Depp, consigue cuajarnos en seguida, ya que el temple y la profesionalidad de Mikkelsen cumple de sobras con su función en esta película, pero es que el danés es un crack haciendo de villano… y este seguro que si hace falta regresará para seguir con el personaje.
Lo cierto es que si bien estamos ante una cinta lejana en cuanto a calidad respecto a la primera entrega de la saga, es cierto que consigue redimirse y superar la anterior, corrigiendo sus errores, resolviendo los problemas y cumpliendo con lo que se puede esperar de una franquicia del calibre de esta. Esperemos que después de esta, las nuevas entregas, si es que las hay, consigan regresar a lo que fue Animales fantástico en 2016, en el que no se tuvo miedo de alejarse de Harry Potter, centrarse en las aventuras en un mundo más allá de Hogwarts y buscar que el hilo argumental girara alrededor de los animales fantásticos y no en la lucha entre el bien y el mal. Crucemos los dedos.