Oppenheimer y Barbie. Barbie y Oppenheimer. Barbenheimer. Hubo muchos memes por el hecho de estrenarse al mismo tiempo estas dos películas. El rosa y lo happy versus el drama y la destrucción. Este tipo de cosas que solo pasan en internet. De todas maneras, y pesar de las bromas, ambas películas han tenido mucho éxito en taquilla, llegando incluso a ganar Óscars (una mucho más que la otra, ya sabéis cuál).
Primero, hablemos de las actuaciones que son, en su mayor parte, lo mejor y lo único salvable de la película. Margot Robbie y Ryan Gosling brillan con luz propia. Robbie nos entrega una Barbie que es tanto un ícono como una ironía ambulante, encajando perfectamente en el papel, pero es Gosling quien se lleva la palma. Su Ken es una mezcla de galán de telenovela antigua y meme viviente. Cada vez que aparece en pantalla, no sabes si reír o aplaudir. Si este hombre no estaba divirtiéndose durante el rodaje, entonces merece un Óscar por fingir tan bien. Vemos en Ken una evolución mucho más interesante que en Barbie, hasta el punto de ser casi el eje principal de la historia de manera indirecta, a pesar de que no es el protagonista. Por lo que aquí cada uno puede darle la interpretación que quiera a la película.
Sin embargo, el guion es otro tema. La trama tiene tantas capas como una hoja de papel, y eso siendo generosos. En su afán por vendernos el nuevo mundo de Mattel, Barbie a veces se siente como un anuncio con un presupuesto astronómico. Es más un fanservice y desfile de productos que una película con una narrativa coherente.
La polémica que ha tenido esta película, principalmente, viene con el tratamiento de los personajes masculinos, que ha levantado más de una ceja. Descritos como tontos del bote y caricaturas andantes, estos personajes parecen haber sido sacados de un manual de cómo no hacer cine inclusivo. La película pinta a los hombres con un pincel tan grueso que cualquier intento de sutileza se pierde en el primer minuto. Este enfoque ha sido interpretado como un ataque directo al sentido común y una representación distorsionada del feminismo. Para muchos, convertir el feminismo en un club de comedia donde los hombres son el chiste recurrente no es precisamente un avance. Es más, parece un retroceso adornado con un lazo rosa.
En cuanto al feminismo de Barbie, es como un plato exótico: no a todos les va a gustar, y algunos lo encontrarán indigesto. La película intenta jugar con las expectativas y provocar reflexiones, pero a veces se siente más como un puñetazo en la cara que como una caricia. Es una lástima, porque con un poco más de sutileza y profundidad, este podría haber sido un argumento interesante sobre los roles de género. En cambio, tenemos un espectáculo que, aunque entretenido, no sabe si quiere ser una parodia o un sermón.
En definitiva, Barbie es una montaña rusa de emociones. Por un lado, es una experiencia cinemática alegre y visualmente impresionante, con actuaciones que destacan por su energía y entrega, especialmente la de Ryan Gosling que, con su habilidad para inyectar humor y patetismo en su papel, ofrece una actuación memorable. Por otro lado, la película lucha con su propio mensaje, a veces resbalando en el terreno de la sátira sin sostén. No es una película tan mala, pero está lejos de ser buena.