Cuando los enemigos más acérrimos del hombre murciélago, Joker, Enigma, Pingüino y Catwoman se unen para poner contra las cuerdas no solo a la ciudad de Gotham, sino al mundo entero, Batman y Robin se pondrán sus uniformes para hacer frente a la mayor amenaza de todas. Pero la cosa se torcerá cuando sea el propio Batman el que se pase al lado oscuro y obligue a Robin a hacer equipo con Catwoman para traer de nuevo al héroe antes de que sea demasiado tarde para detener a los mayores villanos que la Tierra haya visto jamás.
Las cosas deben decirse por su nombre, y el Batman de Adam West de los sesenta es y será siempre el mejor, no tanto por sus músculos, sino por ese toque rancio que le ha quedado con el paso del tiempo. Todavía recuerdo esas mañanas en las que solo había media docena de canales y en una echaban una serie muy antigua, repleta de aventuras repetitivas y mucha licra, en las que los golpes eran onomatopeyas y Batman no tenía tantos artilugios, pero sí mucho sex appeal. Y uno se quedaba pegado a la pantalla, no tanto porque fuera buena, sino porque era inevitable no mirar.
Pues bien, habiendo visto una decena larga de versiones de Batman —desde las que no podían torcer el cuello hasta las que tenían pezones en la armadura—, Rick Morales y su equipo han optado por recuperar en el original, y como el pobre Adam West ya no estaba «para muchos trotes» —aunque si se lo hubieran pedido seguro que se apunta, como ha hecho poniendo su voz sensual—, se ha realizado una peli de animación, pero sin perder ni un ápice de lo que fue aquella serie. Además, por si esto fuera poco, también se contó con la participación del Robin y la Catwoman de aquel entonces, interpretados por Burt Ward y Julie Newmar.
Y es que esta no es una película cualquiera, que va, se ha llenado con todos los guiños de la serie: la extraña relación entre Batman y Robin, la incompetencia del cuerpo de policía de Gotham, las escenas de acción con onomatopeyas, una demostración de Batusi muy sesentera en los créditos finales de la mano de Batman y Catwoman —seguramente lo mejor todo— y ese largo etcétera que en la serie quizás no se notaba mucho, pero que, ahora, concentrados en hora y media, pues cantan por sí solos. Y, lo que es aún más importante, se ha hecho broma de ello, ya que si todo el mundo se ríe de ese Batman, ¿por qué no tenía que hacerlo él?
Sin embargo, estamos ante una cinta de animación que brilla por ser un ejercicio de nostalgia muy buscado y muy divertido, pero a la hora de la verdad tampoco nos sorprende ni por la animación —muy en la línea de la que ha usado DC en sus pelis de animación—, así como con el argumento, muy en la línea de lo que era la serie de los sesenta; pero que, para la ocasión, además de decorarlo todo con ese toque tan vintage, se hubieran podido currar un poco más la trama, haciendo, tal vez, el mejor tributo a uno de los Batman más míticos.
A pesar de ello, estamos ante una película que se deja ver muy bien, tanto como divertimento como para los fans del murciélago, ya que te lo pasas teta si te lo tomas a broma e, incluso, te da ganas de revisionar la serie original… aunque después no lo hagas por miedo a sentir vergüenza de tus actos. Y, si al verla, tienes ganas de más, siempre se puede recurrir a su secuela, Batman vs. Dos Caras (2017), en la que además de contar con West y Ward, también se puede disfrutar de la presencia de otro mítico de las series de los sesenta como es William Shatner en el papel de Dos Caras. Pero se tiene decir que es una peli que tiene su gracia, ya que en un momento en el que la presentación de Batman tiende a ser más oscura y seria, esta irrumpe como un soplo de aire fresco para recordarnos que, a fin de cuentas, no se trata más de un personaje de cómic.