Después de años intentando sin éxito y cansado de que el amigo que tiene en recursos humanos no le consiga la deseada plaza en una oficina de correos de la Costa Azul, Philippe Abrams finge ser un discapacitado… pero la caga cuando un inspector se presenta y lo pilla en su mentira. Aunque no lo echan, el castigo será algo mucho peor, es trasladado al Norte-Paso de Calais, concretamente, a la “bella” ciudad de Bergues. Con la maleta cargada de prejuicios y miedos, Philippe viajará hacia allí para enfrentarse a dos largos años de castigo… como mínimo.
En apariencia y desde un principio, creeremos que estamos frente a la enésima comedia tonta que nos puede ofrecer el cine, por el mero hecho de las payasadas y recursos fáciles que se usan en la primera media hora y que van in crescendo hasta un punto que llegamos a pensar en lo peor. Sin embargo, una vez superados los chistes fáciles sobre las diferencias de las regiones y sus gentes, un poco de humor de borrachos y gags visuales, que nos harán reír, pero que no hacen de esta la gran peli que es, descubriremos una historia muy tierna y sincera sobre la amistad, sobre cómo son muchas las veces que los buenos amigos y compañeros aparecen en los lugares más inimaginables que nos depara el destino.
A la vez y a pesar de los chistes fáciles sobre los ch’tis y su manera de hablar, lo cierto es que Dany Boon, que escribe, dirige y protagoniza, lo hace mucho cariño, y no solo porque él sea de origen ch’ti, sino porque lo hace con respeto por esa cultura al norte de Francia, que siempre han tenido una lacra por bárbaros, sino que los define como acogedores, agradecidos y cercanos, menos estirados que el resto de franceses.
Lo que consiguió esta cinta en su momento, además de abrir la lata de “la mejor comedia francesa del año”, es superar los clichés y prejuicios culturales, que permitió que este humor que se ríe de estos para superarlos, se expandiera, trayendo de rebote otros tantos como la versión italiana de este (que tuvo secuela propia) o Ocho apellidos vascos, que bebe de aquí pero lo hace a la española.
Dejando a un lado todo esto, en cuanto a peñi es a la par sencilla y magnífica, ya que es consciente de la pequeña historia que nos cuenta y se centra en conseguirlo sin aspavientos técnicos que nos distraigan de lo importante, las relaciones entre los personajes.
Para dar vida a los personajes principales Boon se rodea de un pequeño pero muy interesante elenco, de los que entre destaca un Kad Merad brillante en el papel de Philippe Abrams, que hace de contrapunto serio, pero a veces torpe, del peculiar cartero al que da vida Boon. Ambos forman un buen dúo en pantalla, casi como el payaso triste y el alegre, en una suerte de relación casi como la de Epi y Blas, ya que mientras Philippe es serio y “responsable”, Antoine es todavía un tanto infantil y mucho más divertido. El resultado final es una pareja muy dinámica, en la que ambos personajes aprenderán el uno del otro, evolucionando hacia algo mejor. Además de ellos dos, el reparto se completa con unos secundarios habituales del cine de Boon o del francés, como Zoé Félix, Anne Marivin, Line Renaud, Michel Galabru, Guy Lecluyse o Philippe Duquesne, todos ellos a la altura de la situación.
Lo cierto es que cuando uno analiza Bienvenidos al norte no ve nada especial en ella, nada que la haga destacar; sin embargo, el resultado de la suma de una historia sincera y acertada, de unos protagonistas perfectos y de una premisa, cuanto menos, llamativa, es una de las mejores cintas de lo que fue el 2008, haciendo que las comedias volvieran a la palestra como algo más que un mero entretenimiento de tarde, sino también una manera de hacer buen cine. En pocas palabras, después de una buena época en los setenta y otro a final de los noventa, esta cinta significa el renacer de la comedia francesa.
Así pues la conjunción de todos elementos y el momento oportuno hacen de Bienvenidos al norte una cinta imprescindible tanto para los amantes del género como para los aficionados al buen cine.