Tras los acontecimientos vividos en Civil War, T’Challa (Chadwick Boseman) debe afrontar su ascensión al trono de Wakanda mientras trata de sobrellevar la pérdida de su padre. El peso del liderazgo y el deseo de mantener unida a su nación se combinará con el surgimiento de una nueva amenaza que pondrá en cuestión el equilibrio reinante en Wakanda y fuera de ella…
Con Black Panther, Marvel Studios demuestra, una vez más, su capacidad para mutarse y abordar, con solvencia, apuestas muy diversas de su extenso repertorio. Ryan Coogler sobresale en la puesta en escena y construye un mensaje donde destacan grandes valores humanos y culturales. La premisa del director consiste, ante todo, en conocer la historia de Wakanda y su sociedad para mostrar sus complejidades. Este viaje por los recovecos de un reino africano aislacionista e hipertecnológico, se traslada a la pantalla con sobriedad y elegancia, aunque no por ello se despega de los elementos arraigados en la tradición más salvaje. El sentido del humor, además, fluye sin imposturas y degrada a películas fallidas como Thor: Ragnarok e Iron Man 3.
El personaje creado por Stan Lee y Jack Kirby en 1966, encuentra en esta película una traslación modernizada que construye argumento desde el respeto y el cariño. El libreto del propio Coogler y Joe Robert Cole está imbuido por la tradición expresada en las viñetas pero, a la vez, traza nuevas interpretaciones que en todo momento se integran con naturalidad al relato. Coogler y Cole son dos jóvenes cineastas que han destacado en proyectos independientes y que tienen ganas de demostrar que su talento puede hallar pábulo entre las grandes audiencias. En el caso del primero, ya vio recompensado su buen hacer con Creed (2016), demostrando que sabe adaptarse a una franquicia reverenciada para generar nuevas expectativas de calidad.
Este respeto y admiración por el material de origen es palpable a lo largo de todo el metraje. El prólogo de la cinta tiene la virtud de ser suficientemente evocador como para captar la atención a partir de elementos de fascinación por lo exótico. La nobleza y la honorabilidad, mezclada con el misticismo, están muy patentes y suponen el primer paso hacia la definición cultural de una nación africana que, desde la ficción, actúa como factor de reivindicación para todo un continente. Wakanda es un reino ancestral que atrae irremisiblemente a todo aquel espectador que mantenga intacta la capacidad de soñar.
Además de la excepcional puesta en escena, que logra un medido equilibrio entre tradición y ultra-modernidad, tenemos la oportunidad de conocer también su cultura, la organización de sus clanes, los rituales tradicionales y la devoción existente entre los wakandianos ante el ideal irrenunciable de preservación. Sienten la necesidad de defender unos valores frente aquellos que intentan actuar como depredadores de todo lo ajeno. De alguna manera, nos hallamos ante una metáfora de la vida salvaje en África que, en esta ocasión, conecta con la permanente amenaza que supone el mundo «civilizado» para una nación que defiende el aislacionismo. Esta es la filosofía que durante siglos ha imperado como forma de proteger al mundo de la especulación y la barbarie que acontecería si el vibranium sobre el que se asienta fuera esquilmado sin control.
Al mismo tiempo, el reino de Wakanda y su idiosincrasia es aprovechado por los guionistas para establecer interesantes conexiones con las reivindicaciones de la comunidad afroamericana y con los conflictos raciales que se viven alrededor del mundo.
Así pues, Black Panther es un compendio de muchos valores e inyecta una nueva dosis de energía al cine de superhéroes reciente. La acción es sólida y las set pieces funcionan razonablemente bien. En última instancia, la película es un espectáculo solemne que subraya el sentido de la honorabilidad por delante de cualquier otra consideración. Esta es una cinta que funciona por el apego que sienten sus responsables hacia el material. La propuesta se asienta sobre un terreno que casi puedes tocar y que ruge en tu interior mientras la tierra se escurre entre tus manos. Cintas como estas son más necesarias que nunca en Hollywood puesto que reflejan su pluralidad y reconocen el talento supremo de la comunidad afroamericana.