En un mundo dominado por franquicias comerciales, multiversos y un sinfín de cintas que para entenderlas debes haber estudiado antes, este verano ha llegado a las salas una cinta de acción palomitera —muy al uso de lo que fueron las cintas de los noventa— que, sin lugar a dudas, da un soplo de aire fresco al séptimo arte, demuestra que se puede ser original y diferente y que nos obliga a levantarlos y decir entre aplausos: «¡Hacía tiempo que no me divertía tanto!». Y es que Bullet Train es eso, un divertimento para el público, que rápidamente se ve sumergido en una historia simple, pero con los suficientes giros de guión como para mantenernos enganchados a la butaca sin la necesidad de pensar demasiado.
Como digo, la historia es sencilla, un hombre que se nos presenta como un asesino a sueldo cuyo alias es Mariquita, se sube al tren bala japonés —de aquí el título, guiño, guiño— para hacerse con un maletín. Una misión sencilla para alguien que ha regresado después de pasar un mal momento. Sin embargo, en cuanto ponga un pie en el vagón de la clase turista y empiece a husmear, se cruzará en el camino de dos británicos poco discretos que deben proteger al hijo de un peligroso mafioso que acaban de salvar, a una joven que aprovecha su aspecto aniñado para apuñalar a sus presas por la espalda, a un padre que busca venganza cuyo hijo está en el hospital… todo ello sumado al hecho de tener que cumplir con el estricto protocolo de convivencia que existe en el tren bala.
De este modo empieza una cinta que demuestra que David Leitch está en el mejor momento de su carrera, tres años después de dirigir la discutible Hobbs & Shaw, regresa a la gran pantalla con un guión escrito por Zak Olkewicz, la misma mano que nos brindó seguramente la mejor parte de La calle del terror —la de 1978, por si alguien pregunta—, basándose en una novela de Kôtarô Isaka, autor de thrillers japonés. En esta ocasión, Leitch, sin limitaciones marcadas por grandes franquicias, pone toda la carne en el asador presentando todo aquello que ha aprendido en una cinta contundente, rápida, ingeniosa y que, desde el minuto uno, nos sacudirá de tal modo que querremos más. En este aspecto, aunque el director se caracteriza por su vinculación al cine de acción —al fin y al cabo, empezó haciendo de doble—, se nota que aquí ha querido ir un poco más allá de los simples golpes. En Bullet Train veremos un poco de lo mejor de Guy Ritchie, pero también del Kingsman de Matthew Vaughn, así como del estilo de Edgar Wright que mostró en Baby Driver; la combinación de todos estos elementos, unidos por el trepidante ritmo que aplica a las escenas de lucha cuyo espacio es limitado al situarse dentro de un tren, y con unos diálogos electrizantes nos acercan a ese cine que antes comentaba, al de los noventa, en el que lo importante no era tanto la trascendencia de la cinta o de su historia, sino el de pasarlo bien con el espectáculo que te ofrecían unos grandes profesionales.
Podríamos pensar que para un cinta como esta se podía recurrir a un reparto discreto pero efectivo, sin embargo, han apostado muy alto y ha valido la pena, ya que a la cabeza tenemos a un Brad Pitt desatado y muy cómodo con lo que hace —se nota que se ha divertido a las órdenes del que fuera su doble en El club de la lucha, entre otras—, pero es que junto a él tenemos nombres propios como los de Aaron Taylor-Johnson, Andrew Koji, Zazie Beetz, Karen Fukuhara, Masi Oka, Bad Bunny —que sorprende por saber meterse en la piel de un personaje parecido al Mexicano de Antonio Banderas—, Brian Tyree Henry y Joey King, pero también otros de mucho más calibre como Sandra Bullock, Michael Shannon o el gran Hiroyuki Sanada —el sucesor de Toshiro Mifune en lo de hacer de samurái—, todos ellos dispuestos a entrar en el juego con papeles muy bien definidos, entre los que no sobra ninguno y todos con su pequeño momento de gloria para que el público ría y aplauda.
Porque, a grandes rasgos, Bullet Train es un punto de encuentro entre la comedia más gamberra, el género de acción más clásico y los thrillers rocambolescos, combinados en una historia en la que nadie sabe nada, todo el mundo está dispuesto a todo y en los que puede ocurrir cualquier cosa. Sin lugar a dudas, una recomendación perfecta para aquellos que quieran pasar un buen rato sentados en una butaca. Por cierto, esperemos que, a pesar del éxito, no hagan una secuela, porque perdería la gracia.