
Una noticia sacude Radiador Springs, la hermana de Mate —de la que nadie sabía nada— se va a casar en el otro extremo del país, él no quiere saber nada y quiere eludir la cita, pero Rayo lo convence para ir al acompañarlo, pero mientras que el corredor espera una viaje de lujo, Mate consigue llevárselo en un viaje por carretera… y todo lo que ello significa. Frente a ellos se extienden kilómetros y kilómetros de carreteras en las que podrán encontrarse de todo, desde hoteles encantados, exposiciones de dinosaurios, circos o monstruos legendarios.
A pesar de que, como siempre, Pixar y Disney enfocan sus productos a un público infantil, cuando uno se detiene a ver las historias que en esta miniserie se narran verán que van un poco más allá, y los adultos descubriremos referencias a la cultura popular no accesible a los más pequeños, o reflexiones sobre la vida no muy habituales en el imaginario de Pixar. Es decir, Cars en la carretera es algo más que coches con sentimientos, sino con unas vivencias, unos pensamientos y unas experiencias que nos sorprenderán.
Pero bueno, tampoco os creáis que es la quinta esencia de la filosofía moderna porque, se quiera o no, siguen siendo las aventuras de Rayo McQueen y Mate a lo largo y ancho de las carreteras americanas del universo de Cars. Cada episodio se podría decir que funciona de manera independiente, ya que en cada uno de ellos se cuenta una historia de un tipo o de otro, bastante dispares, que pueden ir de una de terror —la ya mencionada casa encantada al más puro estilo de El resplandor— a la guerra postapocáliptica —de clara inspiración madmaxiana—, a los más puros de comedia de situación, todo ello para hacernos disfrutar de un buen rato. Sin embargo, si nos detenemos un poco veremos que se nota —y bastante en algunos momentos— que se trata de un producto más de Disney para llenar su plataforma de streaming, como también lo fue la serie secuela de Monstruos S.A. Además, da la impresión de que estamos viendo lo que fueron ideas rechazadas para las pelis de Cars o lo que quedó de una hipotética cuarta entrega que, de momento, no ha llegado. Por otro lado, también sorprende, una vez más, la falta de relación que tienen algunas tramas entre sí y como el gran final de Cars 3 —en el que Rayo se convertía en el director de equipo de Cruz— pasan a mejor vida como si no hubiera pasado nada; parecido a lo que sucedía con los hechos narrados en Cars 2.

Lo cierto es que si bien son nueve episodios de unos diez minutos cada uno —que en un cálculo rápido viene a ser una hora y media, es decir, lo que viene siendo una peli estándar—, consiguen captar la atención del espectador, grande o pequeño, hasta el punto que te los zampas como si nada, y te quedas con ganas de más, ya que si bien Rayo y Mate son la constante, la narraciones diferentes, los tempos bien tratados y la incorporación de nuevos personajes que le dan juego, hacen que no se haga tan pesado como sucedía con La película de Mate, también conocida como Cars 2. Sin embargo, lo que personalmente hecho de menos es lo que hace de la primera Cars una tan especial, que son los personajes originales, los que dan vida a Radiador Springs; una serie de Cars hubiera sido la ocasión perfecta para conocer más cosas sobre Fillmore, Rojo, Flo o Ramón, como sucedía en Las 500 ½ de Radiador Spings que descubríamos quiera Stanley, el fundador del pueblo y difunto marido de Lizzie.
A pesar de todo y de estar lejos de la primera peli, Cars en la carretera supera un poco el mero producto de relleno de Disney+ y le da mayor profundidad a uno de los universos más extensos dentro de la factoría Pixar.