Rayo McQueen es un famoso corredor que anhela ganar la Copa Pistón, sin embargo, él solo es el novato que ha sorprendido a todos, y deberá luchar por el título con el Rey, la leyenda del deporte, y Chick Hicks, el eterno aspirante, con los que está empatados a puntos. Sin embargo, cuando tiene el triunfo al alcance, por no hacer caso a su equipo y hacerse el fanfarrón, volverá a empatar en el último instante, haciendo que el desempate final tenga lugar en Los Ángeles una semana más tarde. Obcecado en llegar el primero, terminará por perderse en el largo viaje de noche y, de rebote, va a parar a Radiador Springs, un pueblo perdido en la vieja ruta 66 en el que deberá reparar la carretera que ha estropeado al llegar… ¡Ah! Por cierto, se me había olvidado comentarlo, todos los personajes son coches que han cobrado vida, al fin y al cabo, se trata de una peli de Pixar.
No os voy a engañar, cuando se estrenó esta peli, hará ya más de una década, la vi y me entretuvo, no lo negaré, pero no lo hice demasiado caso, la encontré interesante, bien hecha y divertida, pero ya. Sin embargo, cuando la vida avanza a uno le pasan cosas como, por ejemplo, tener una hija pequeña y es cuando recurres a ese género a veces tan denostado de la animación, y, casualidades de la vida, das con este ya clásico de Pixar —que, hoy, es uno de sus buques insignia, poco detrás de Toy Story― y, para que vamos a negarlo, fue todo un hallazgo, sobre todo para ello que se quedó prendada al instante de los personajes, de la historia y de todo el universo Cars.
Seguro que os estaréis preguntando a que viene todo este rollo, y no es solo por presumir de hija —que se sabe los nombres de los coches e, incluso, las canciones—, sino porque, a raíz de esto, he visto esta peli a través de otros ojos, unos nuevos, los suyos, hasta el punto de que una cinta que para mí siempre había sido del montón, ahora creo que está entre mis favoritas.
Como suele pasar con las cintas de animación, y más en las que tienen detrás la tradición Disney, detrás hay esa moraleja que tan sutilmente se nos envía a la cabeza para que no solo comprendamos la historia de Rayo y sus nuevos amigos, sino para que empaticemos con cada uno de los personajes poniéndonos en su lugar y tocándonos la fibra sensible. Veremos como Rayo pasa del más puro narcisismo a la solidaridad con rival director, y todo gracias a un grupo de personajes que le harán ver las cosas de otra manera, una más sencilla y, a la vez, más auténtica, demostrándole que lo más importante no es siempre ganar, sino vivir la vida de una manera que merezca la pena. Estamos ante toda una historia de redención al estilo Pixar —con la premisa de siempre de «¿qué pasaría si los coches tuvieran sentimientos?»— de la mano de Disney, siendo está la primera cinta producida después de la compra del estudio de Toy Story por parte de la empresa de Mickey Mouse. Y aunque tuvieron que lidiar con amenazas de plagio por parte de una peli protagonizada por Michael J. Fox, lo cierto es que consiguieron hacer aquello que tan bien se les da: narrar una magnífica historia.
Lo curioso de todo es que cuando es la quincuagésima vez que la ves te empiezas preguntar como estos coches animados logran hacer cosas tan sencillas como construir una pared o ponerse un sombrero, ya que físicamente son incapaces, pero la historia que se nos narra va más allá de estos detalles y logra capturarnos tan fuerte que cuando vemos al presuntuoso Rayo o el gruñón de Hudson, no vemos dos coches, sino que vemos unos personajes con alma.
Como es habitual y para mayor reclamo comercial, el reparto de voces en la versión original se llenó de actores conocidos como Owen Wilson, Bonnie Hunt, Cheech Marin, Tony Shalhoub, George Carlin, Michael Keaton y el gran Paul Newman como Doc Hudson, en uno de sus últimos papeles; mientras que en la española se optó por profesionales del sector que, a mi parecer, logran captar mejor la esencia de los personajes, y se redujó a los famosos a pequeños cameos como aquellos del mundo del motor y de la prensa, como Antonio Lobato, Fernando Alonso, Nani Roma, Dani Sordo, Pedro Martínez de la Rosa, Marc Gené, Pedro Piqueras, Hilario Pino, Iñaki Gabilondo o Lorenzo Milá. Y, como nota curiosa para los aficionados de Top Gear, Jeremy Clarkson fue el agente de Rayo, Harvey, en la versión británica de la cinta.
Al igual que sucedió con Toy Story, Monstruso S.A. o Buscando a Nemo, los responsables de Cars dieron con la tecla perfecta y consiguieron que todas las piezas, desde el concepto de la coches hasta la premisa de la historia encajara a la perfección para darnos una cinta que, todavía hoy, más de quince años después de su estreno sigue captando la atención de grandes y pequeños… entre los que me encuentro.