Nick Spitz es un poli de Nueva York que ha suspendido, por enésima vez, la prueba para convertirse en inspector, pero se lo oculta a Audrey, su mujer, obsesionada con las novelas de detectives baratas, porque con la excusa del examen para inspector nunca ha cumplido su promesa de llevarla de viaje por Europa. En un arrebato, le mentirá diciendo que lo ha conseguido y que por fin podrán irse con ella, sin embargo, en el camino transoceánico, Audrey se hará amiga de un noble británico con ganas de ofender a su familia e invitará a la pareja a acompañarlos. Pero todo cambiará cuando la primera noche en el yate, el anfitrión morirá, obligando a Nick y Audrey a intervenir para saber quién es el culpable de todos los invitados —amigos y familiares de la víctima— mientras que un policía francés se obsesiona con la idea de que ellos son los asesinos.
Mientras llegaba la esperada secuela de Puñales por la espalda, Netflix se sacó de la manga esta entretenida comedia que seguía la estela de la cinta de Rian Johnson, pero con más humor que misterio, en lo que a todas luces fue la respuesta de Adam Sandler a la mencionada peli, tiñéndolo todo con ese halo tan característico de sus pelis. Y es que a pesar de que la escribe James Vanderbilt —un autor con muchas luces y sombras en su haber— y la dirige Kyle Newachek —en la que podríamos decir que es su primer título importante—, esta sigue siendo una peli de Sandler, no solo porque la protagoniza, sino por como se ha hecho y porque forma parte del macroacuerdo entre la plataforma de streaming y el actor.
A efectos prácticos, estamos en esa tradición que hay en la que mezclar historias de detectives con humor, por títulos que la precedieron como Cluedo y Un cadáver a los postres, aunque en este caso el humor es menos sutil —algo muy propio de Sandler— y se parece a otro título, seguramente menos recordado, como fue Sólo falta el asesino —Once Upon a Crime… en la versión original—, protagonizada por gente como John Candy, Jim Belushi, Cybill Sheperd, Sean Young, Richard Lewis o George Hamilton. Y no digo que sea una copia, pero se nota que es el mismo tipo de peli para el mismo tipo de público, pero casi treinta años más tarde. En este caso, como suele ser en este tipo de pelis, el reparto está repleto de caras conocidas, ya que además de Adam Sandler y Jennifer Aniston —cuya química en pantalla es indiscutible—, también aparecen nombres propios como Luke Evans, Terence Stamp, Gemma Arterton o Dany Boon, en un alarde estrellas internacionales que no es el de una gran peli de Hollywood, pero sí el de una gran comedia televisiva. Pero que, a pesar de todo, cumplen con su cometido, como todo en esta peli, en la que no hay nada magnífico, pero en lo que todo funciona como debe funcionar.
Y es que, se quiera o no, Murder Mystery —que aquí se tradujo horriblemente por Criminales en el mar, en un alarde de inteligencia por parte del que lo hizo—, no es una gran peli, un guión simple, lleno de recursos bastante trillados y de un humor más socarrón que inteligente, pero es innegable que se trata de un producto de entretenimiento sin parangón. A pesar de todo lo que se pueda decir en contra de esta peli, es una de esas cintas que nos permiten pasar un muy buen rato, riendo sin pensar demasiado y olvidarnos de las preocupaciones de nuestro tedioso día a día.
En muchos aspectos, estamos ante una de esas cintas que son malas, pero que en realidad son buenas por lo que nos ofrecen, la posibilidad de esparcimiento sin exigirnos demasiado, y lo cierto es que lo petó lo suficiente en Netflix como para que la plataforma diera luz verde a una segunda entrega —Murder Mystery 2, en España Criminales a la vista… sin comentarios—, que aunque no es tan fresca e iluminada como la primera, y mucho más falsa, sigue teniendo eso especial que nos hará pasar un buen rato frente a la televisión. Lo dicho, entretenimiento tonto para días tontos.