Estella es una niña que tiene una particularidad: el cabello lo tiene mitad negro y mitad blanco, pero, además, tiene una faceta de su personalidad más alocada y atrevida que choca con la aparente «normalidad» del resto. Mientras está con su madre no hay problema, pero cuando esta muere, ella se ve abocada a huir y acaba convirtiéndose en una ladronzuela junto con sus dos nuevos amigos: Gaspar y Horacio. Años después, conseguirá un empleo en una importante casa de modas donde podrá desarrollar todo su talento —casi de genio— al servicio de una gran diseñadora, la Baronesa, pero cuando descubre que esta fue la culpable de la muerte de su madre y que, además, se apropia de sus diseños, dejará que esa otra personalidad se desate y entre en escena Cruella.
En la línea que últimamente impera en Disney de sacar el máximo provecho a sus propiedades, la factoría ha estrenado —en cines y en su plataforma de streaming— la «precuela» de los 101 dálmatas: Cruella. Como hicieran ya unos años con Maléfica, se intenta humanizar a una de las grandes villanas del cine de animación —porque se tiene que ser muy mala para matar a un perritos—, sin embargo, no se cae en el error de querer justificar todo el mal que hay en ella. Comparándola con la Maléfica de Angelina Jolie, esta Cruella no es taaan buena, cierto es que tiene un pasado —una infancia— que puede justificar su comportamiento, pero ya se nos explica que la crueldad estaba en su interior, solo necesitaba dejarla ir. En este sentido, al verla, no tienes esa sensación de querer hacer un limpiado de cara al personaje, sino más bien un revisionado correcto sin perder del todo la esencia. En el mundo que nos movemos ahora, es difícil de digerir que alguien quiera matar a más de cien perros por un abrigo, por lo que aquí ese detalle se corrige, incluso se deja entrever que Pongo y Perdita son regalos de Cruella, pero, por el resto, la villana sigue ahí. Además, por si esto fuera poco, con la brillante interpretación de Emma Stone, vemos la evolución del personaje, ese paso de bueno a malo de una forma correcto y con un ritmo creíble, como, poco a poco, se desarrolla el personaje de Cruella, como toma vida y entra en juego en el momento apropiado.
Del mismo modo, y sirviendo como baza a favor a la peli, es cierto que nos podemos permitir el lujo de perdonar el hecho de que Cruella no mate perros, porque estamos ante una cinta realmente buena para el tipo de mercado al que va enfocado. No es un mejunje extraño que busca la redención del personaje, sino la presentación de este, en muchos sentidos y con pequeñas excepciones actuaría como precuela. Por si esto fuera poco, la ambientación es perfecta, ya que nos sitúa en el boom británico de la moda de los sesenta y setenta en el que el personaje de Cruella es una fashion victim en busca de estilos rompedores, lejos del encorsetado mundo heredado de la Segunda Guerra Mundial. Y esto no es solo una patina superficial, sino que puede ser tomada como fotografía estática de esa época, ya que se percibe ese submundo de la moda callejera luchando contra la establecida por las grandes marcas. Cruella y la Baronesa son dos estilos diferentes y opuestos de entender la moda. Para remarcar esta época, la peli no solo saca provecho de la puesta en escena y el vestuario, sino también de la música, que está plagada de grandes títulos de Queen, Supertramp, Bee Gees, Nina Simone, Blondie, The Clash… que le dan ese toque tan necesario para hacernos viajar en el tiempo.
Como no podía ser de otro modo, el reparto, encabezado por Emma Stone, está plagado de grandes estrellas —como Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, Mark Strong, Kayvan Novak…— que se aseguran que todo lo anterior no caiga en saco roto. Porque la peli dirigida por Craig Gillespie, aún siendo un encargo de Disney que ha ido pasando de mano a mano, consigue algo que no siempre es fácil, tener un resultado espectacular. Lejos de la ya mencionada Maléfica o el Aladdin de Guy Ritchie, que les pesaba lo de ser un encargo bastante forzado, en el caso que tenemos entre manos la historia, los personajes y todo cuanto les rodea se mueven con la fluidez necesaria para que las más de dos horas de metraje no se nos hagan largas; puede que este sea el único defecto de la cinta, que le sobran unos veinte minutos, que agilizarían el ritmo en algunos pasajes demasiado reflexivos. Por lo demás, estamos ante una cinta fresca, genial, que aún queriendo revisionar a un personaje clásico —algo que siempre lo tiene todo en contra—, logra convencernos lo suficiente para aceptar las diferencias. Salvando todas las diferencias, Cruella podría ser el Joker de Disney, no por la maldad inherente del personaje —que la tiene—, sino por el hecho de enfocar el personaje de forma alternativa y sin necesidad de conectarla con el universo existente.