Después de recuperar su vida gracias al reloj de Cable que le permitió viajar en el tiempo y cambiar “algunas cosillas”, Wade Wilson, alias Deadpool, intentará ascender en el mundo de los superhéroes, con la mala fortuna de ser rechazado por los X-Men y por los Vengadores. Sintiéndose un fracasado, decide colgar su traje rojo, graparse un peluquín y reconducir su vida como vendedor de coches usados al lado de su gran amigo Peter. Pero aunque admite que eso le hace feliz, echa de menos la acción, por lo que cuando los agentes de la Agencia de Variación Temporal se lo llevan, no dudará aceptar la misión que le ofrece Paradox… aunque no la comprenda del todo y crea que él puede salvar la sagrada línea temporal, séase la del UCM, cuando en realidad lo que pretende el otro es salvarle el pellejo para que le ayude a destruir su universo, en el que viven sus amigos y el que fuera el hogar de todos los superhéroes de de Marvel producidos por 20th Century Fox, ahora marchito. Así que, en lugar de ayudar a Paradox, Deadpool decidirá conseguir lo que cuya ausencia provoca que su universo se esté muriendo, un nuevo Lobezno.
Llegados a este punto, tengo que advertir al lector que hablar de esta peli sin destripar sus secretos es muy, muy complicado, por lo que he optado por hacerlo sin tapujos… así que si quieres llegar virgen a la sala de cine, no sigas.
Ante todo diremos que la trama es muy simple y que, en gran parte, recuerda a la de la serie de Loki, por lo que en este aspecto nadie se ha arriesgado, hablando en plata, la historia es una mierda, como vienen siendo últimamente las cintas de Marvel; sin embargo, este truño está tan bien hecho, es tan divertido y tiene unos toppings tan exquisitos para el fandom, sobre todo el nostálgico, que nos lo vamos a comer como si fuera un delicioso helado de chocolate. Y es que la principal virtud y baza con la que juega la tercera entrega de Deadpool es meter en una misma peli a personajes tan dispares como la Antorcha Humana de Chris Evans, la Elektra de Jennifer Garner, el Blade de Wesley Snipes y el Gambito de Channing Tatum, para que formen un equipo de parias renegados y se enfrenten, por ejemplo, a los villanos desaparecidos de los X-Men, como el Dientes de Sable de Tyler Mane, sí, el de la primera peli del año 2000, o el Pyros de Aaron Stanford. Todos ellos componen un ejercicio interesante para demostrar qué hubiera podido ocurrir si todas estas pelis y sus personajes hubiesen estado en otra manos menos encorsetadas y en pos de los fans… hubiese sido genial que desde Blade, todo Marvel hubiese estado conectado en un gigantesco universo, no en diez mil repartidos en casi treinta años.
Toda esta nostalgia fanservice que hará las delicias de todos los seguidores de Marvel, sobre todo aquellos que lo vengan siguiendo desde hace décadas, está amenizada con ese tono insultantemente irreverente de Deadpool, que aunque haya poca cuarta pared, no se corta al machacar a todo el mundo, desde Disney a algún que otro personaje, mediante esa verborrea incontenible que solo un personaje puede detener… Lobezno.
Si de algo y alguien tenemos que hablar es de la magnífica reaparición de Hugh Jackman como Lobezno, que veinticuatro años después del estreno de X-Men se coloca de nuevo sus garras para patear culos sin parar… consiguiendo tal vez al mejor Lobezno, si hablamos de similitudes con los cómics. Estrictamente, este Lobezno no es el que murió en Logan, sino que es el de otra línea temporal, en la que por su culpa murieron todos los X-Men, pero eso no nos importa, ya que es tosco, borracho, mal hablado, con mucha mala leche y, por fin, viste el legendario traje amarillo que se había obviado sin motivo hasta ahora, salvo un pequeño flash en Lobezno inmortal. Por si esto fuera poco, Jackman se une a la fiesta dándolo todo, recuperando el postureo de los cómics y de la mítica serie de televisión, para llevar a la gran pantalla esos gestos y ataques tan de Lobezno que el cine había pasado por alto. Además, cuando se llega al clímax y ya nos hemos acostumbrado al traje amarillo, la peli se saca de la manga un último as, la máscara, demostrando que ese conjunto funciona a la perfección en el cine, ya que al aparecer los aplausos estallan en la sala.
Como sucedía con Capitán América: Civil War, que podía ser una Iron Man 4, esta tercera entrega de Deadpool podría considerar una suerte de Lobezno 4, ya que si bien no se explora demasiado al personaje, ya que eso ya se ha hecho en detalle durante los últimos veinte años, sí que es cierto que en muchos tramos Lobezno es el prota y Deadpool el sidekick. Pero es que nadie puede superar a un Lobezo interpretado por Hugh Jackman, ataviado con el traje amarillo y sin ninguna atadura que limite todo el potencial del personaje… y esperemos que Disney haga caso a Deadpool y fichen a Hugh Jackman hasta los noventa.
Como el propio Deadpool dice en más de una ocasión, el UCM está en horas bajas y esta peli no es ajena a ello, ya que la trama simple se ajusta a las nuevas fases del universo compartido, pero todo lo que hay de más la convierten en un pelotazo seguro para los discípulos de Stan Lee. Además, no se esconde al admitir que es el tributo de Disney, a la manera y al estilo de Deadpool, para todos los superhéroes de la 20th Century Fox, tanto para los que aparecen como los que no lo hacen.
Tal vez no era necesaria y el mercenario bocazas podía dar más de sí, pero sin duda será un pelotazo, porque lo merece, por lo que nos ofrece y por las dos horas de entretenimiento que nos da. Genial.