
Devilman Crybaby es una adaptación bastante libre del manga Devilman escrito por Go Nagai en 1972, aunque la obra de Netflix va más allá y más que una adaptación sería una revisión en nuestro contexto actual influido por la gran presencia de las nuevas tecnologías y de las redes sociales.
La obra nos cuenta la historia de Akira, un joven de instituto que tras reencontrarse con Ryo, su mejor amigo de la infancia, acude a Sabbath: una bacanal de moda entre los jóvenes de su ciudad donde el consumo de drogas y el sexo indiscriminado son la principal diversión. En la fiesta, surgirá en él un poder nuevo: la capacidad de convertirse en un Devilman (un demonio con corazón humano). Mediante este nuevo poder se enfrentará a los distintos demonios que, mediante la posesión de personas, se encuentran en nuestro mundo.
La serie está protagonizada por distintos personajes cuya relevancia es muy elevada, totalmente imprescindibles. El triángulo amoroso que protagoniza la serie es sencillamente magnífico y todos y cada uno de sus secundarios nos enamorará y hará que sintamos empatía por sus desgracias. Akira es sin ninguna duda el mejor héroe que podría tener esta epopeya. Un demonio con corazón humano, un Devilman, que luchará por proteger a los débiles y llorará cuando las situaciones sean adversas para sus prójimos. Akira es un optimista y un utópico, y cuando todo se venga abajo veremos que su concepción del mundo no le ayudará a soportar el cambio. Por otra parte Miki y Ryo (los otros dos protagonistas) llegan a brillar más por la relación que establecen con el propio Akira que por sus propias características. El triángulo amoroso no carnal que se establece entre los tres es maravilloso, aunque individualmente el resto de secundarios (sobre todo Mi-ko y Koda) les gana mucho terreno a los compañeros amorosos de Devilman.
Cabe destacar el gran trabajo de dirección que hay tras la serie y que no es nada casual. Masaaki Yuasa es el gran autor que hay tras ella y que no nos suena a nuevo, pues es una de las grandes mentes de la animación japonesa y posiblemente la más extrovertida y alocada de todas. La dirección de la serie es ecléctica e infalible sabiendo utilizar trucos distintivos, sobre todo dentro de la animación japonesa, como planos en primera persona o incluso planos cenitales y pasando de género a género audiovisual sin ningún problema. La narración de la serie también está muy elaborada, aunque llega a ser excesivamente rápida en sus últimos episodios. Podemos destacar las elipsis o saltos temporales muy grandes realizados mediante las improvisaciones del carismático grupo de raperos.
Aunque variopinta, la animación de la serie es perfecta. A diferencia de la tendencia hegemónica que hay en la animación japonesa actual donde se tiende hacia el preciosismo y el realismo la animación de Devilman Crybaby es minimalista y muy simple pero sobretodo ágil. Huyendo de la luz casi barroca del anime actual Yuasa opta por colores planos y figuras estilizadas y delgadas, dando lugar a una animación menos pesada y más frenética. La animación es ideal para las escenas de sexo y violencia explícitos que demanda la obra.
Y ya que éstos dos han sido considerado algo escandaloso veamos cómo influyen en la serie. Yuasa no se corta un pelo y aprovecha al máximo la agilidad que le proporciona su distintivo estilo de animación para mostrar una ultraviolencia muy estilizada y muy agradable que combina las batallas desenfrenadas y un cierto detallismo por la sangre.
Por otra parte, sería interesante comentar como se representa el sexo en la serie. Al igual que en Crudo de Julia Ducournau donde las actividades sexuales eran muy variadas y la película disfrutaba siendo expresamente obscena, en Devilman Crybaby Yuasa sustituye los gemidos de Mi-ko al masturbarse por unos rebuznos e introduce una escena de sexo gay sin cotarse (no la típica escena tierna con caricias sino un sexo sodomita y duro). Yuasa nos muestra en general una práctica sexual que, aunque no necesariamente, puede ir relacionada con el propio amor.
Sobre todo, Devilman Crybaby destaca por ser una serie consciente: consciente del medio y del momento en el que vive. Disconforme con la animación japonesa actual, el director de la obra se burla del anime con la utilización de sus elementos más reconocibles. También, la serie de Netflix es consciente de su contexto temporal y no se mantiene al margen. La obra de Yuasa denuncia abiertamente el gran carácter hipócrita de nuestra sociedad actual, centrando su crítica en el uso de las redes sociales. Instagram se ve reflejado en la serie, y aunque finalmente ésta tenga un carácter positivo, el director la representa como un montón de basura.
Finalizando la crítica podríamos centrarnos en la temática más importante de la obra: el amor. Devilman Crybaby es una serie que habla principalmente del amor y de sus distintas formas. Vemos el arco de los padres de Akira, donde apreciamos la importancia del amor paternal para el protagonista; el verdadero significado del abrazo, como algo puro y sincero (a diferencia de la atracción erótica de Silene hacia Amon); el amor no correspondido; la pérdida del ser amado… Los corazones de todos los personajes de la serie, demonios o humanos, laten y todos llegan a sus límites motivados por este sentimiento, incluso aquellos que no saben qué es amar.
En conclusión, podemos decir que es una verdadera pena que la gente se quede solo con la el carácter explícito de la serie y no vea la gran crítica que hace hacia nosotros mismos o su defensa a ultranza del amor como motor del mundo. Devilman Crybaby es imperfecta y tiene no pocos errores, Yuasa desea ser tan transgresor que su propia narración alocada perjudica a la comprensión de la obra, totalmente solucionable corrigiendo algunos errores tontos. Hay gente que ya la aclama como Anime del Año, y aunque considero que es un poco pronto para sentenciarlo puedo decir que empezar el año así da gusto.