Claude Verneuil y su esposa Marie son el matrimonio perfecto, al menos desde su punto vista, católicos, tradicionales, con una gran finca en el campo, donde han educado a sus cuatro hijas con lo mejor que podría soñar cualquier francés de pura cepa que se precie. Sin embargo, cuando estas crezcan no se casarán con los yernos soñados por ellos, ya que estos serán David, un judío, Rachid, un árabe y Chao, un chino, que si bien las hacen felices, chocan culturalmente con el gaulismo de Claude y el catolicismo de Marie que han llegado a un punto irreconciliable, hasta el punto que estarán largas temporadas sin verse. Pero, cansada de todo esto, Marie dará un paso adelante para la reconciliación, con la esperanza de tener un familia “variada” pero unida, por ello organizará una cena de Navidad perfecta, en la que tanto su marido como sus yernos parecen estar de buenas y todos ellos harán las paces de la manera más idílica con la que podría haber soñado Marie. Pero su hija pequeña, Laure les dará una mala noticia, va a casarse con Charles un católico negro de Costa de Marfil, cuya familia tampoco está muy de acuerdo que su hijo se case con una blanca de provincias.
Como se puede ver por la premisa alrededor de la que se articula toda la trama, estamos ante lo que parece uno de esos chistes tan inapropiados que hoy en día ya han quedado atrás. Aunque la cinta se estrenó hace diez años, ya en ese momento fue un riesgo tratar este tema tan peliagudo como las diferencias culturales vistas desde los prejuicios, ya que hubiera podido provocar un rechazo absoluto por parte de todo el mundo al recurrir a chistes tan manidos como los de los judíos, los árabes, los asiáticos y los negros… vamos que hubiera podido ser un desastre. Sin embargo, dentro de lo “inapropiado” se hace un humor con bastante buen gusto y sin caer en lo fácil ni en el exceso. Además, aunque no se diga abiertamente, los blancos también reciben de lo bueno, sobre todo al estar representados por un personaje tan anacrónico como el de Claude Verneuil, interpretado magistralmente por un Christian Clavier que está en su salsa. De este modo se pasa de algo inapropiado y que roza el insulto a algo simplemente descarado y afortunadamente irreverente. En pocas palabras, esta peli juega muy cerca de la línea roja, rozándola en ocasiones, incluso jugueteando con el riesgo, pero sin llegar a cruzarla en ningún momento. Lo cierto es que se basa en un humor muy simple, pero al saber tratar con él, logra que empaticemos tanto con la historia que se nos cuenta como con los personajes que nos presenta, ya que ¿quién no tiene sus diferencias con su familia política?
Philippe de Chauveron escribe y dirige una peli que podría haberse quedado en el chiste fácil pero que cosechó un éxito jamás visto tanto dentro como fuera de Francia, con varias adaptaciones así como tres secuelas que han seguido ofendiendo de buena manera a cualquiera de piel fina que se atreviera a verla. Para ello, además de valerse de un Christian Clavier que recupera su mejor forma en el papel de padre de las novias, tiene un buen elenco en el que apoyar esta historia fácil pero complicada a la vez, desde Chantal Lauby como su esposa Marie, así como su futuro consuegro Pascal N’Zonzi; pero los que realmente se llevan el gato al agua son el trío de yernos formado por Ary Abittan, Medi Sadoun y Frédéric Chau, ya que juegan a algo realmente peligroso al asemejarse a los viejos chistes de “entran un judío, un árabe y un chino en un bar…”, y, a la vez, nos muestran como pueden conectar culturas tan dispares, pero, que en realidad, no lo son.
Así pues, a pesar de una historia de base peliaguda que podría herir muchas sensibilidades, al reunir un buen guion con una trama simpática y sincera y un reparto más que acertado, el resultado final es una comedia ligera y sencilla que nos hará pasar un buen rato y nos hará reír de esas cosas que no deberíamos reírnos… pero que al final nos hacen gracia en la intimidad.