
Nos encontramos en el Lejano Oeste en el año 1858, justo dos años antes de que empiece la Guerra Civil, un pequeño grupo de esclavos camina pesadamente mientras dos hombres blancos los escoltan. Una noche, en un pequeño bosque, este peculiar grupo se topa con el Dr. King Schultz, un peculiar cazarrecompensas y antiguo dentista alemán, que anda en busca de un esclavo que haya podido a los hermanos Brittle, unos peligrosos delincuentes fugados culpables de que Django esté dónde esté. Y resulta que, el único esclavo que los ha visto es Django. Tras un pequeño altercado, la pareja formada por Schultz y Django empiezan un asociación que los convertirá en unos fructíferos cazarrecompensas. Durante este tiempo, los dos hombres se conocerán personalmente el uno y al otro, haciendo que Schultz descubra que Django tiene una esposa llamada Broomhilda von Shaft, que fue malvendida como castigo. El origen alemán de la chica y la intención del antiguo esclavo de liberarla, los lleva a ambos a seguir su rastro para encontrarla en la plantación de un peligroso negrero llamado Calvin Candie, al que intentarán embaucar para comprar la desafortunada esposa de Django.
Quentin Tarantino es un atrevido, y de los que los tienen grandes como un toro y bien cuadrados. Vale, hace un western, hasta aquí todo perfecto, pero no uno cualquiera, ya que además tratar temas habituales del género como los cazarrecompensas y los ladrones de ganado, encima toca un tema tan peliagudo como es la esclavitud y, para colmo, lo hace siguiendo con su peculiar manera de hacer cine, es decir, sin cortarse un pelo en nada, ni en los diálogos, ni el sadismo y, por supuesto, en la sangre. Aún así, si alguien pudiera pensar que trataría un tema como la esclavitud de cualquiera manera, siempre a favor del espectáculo se equivoca, pues, si eliminamos todas las capas de cine, queda un testimonio bastante realista de lo que fue la esclavitud en el sur de los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX. Se podría decir que Django Desencadenado es una forma agradable de conocer un tema como la esclavitud, pero cuando Tarantino no trata un tema con litros de sangre, se lo toma más que en serio. Testimonio de ello en esta película quedan las escenas de brutales torturas, las peleas de «mandingos», o las pesadas caminatas de esclavos con cadenas en los tobillos. Cuando dejamos de lado estas escenas, aparecen unos diálogos punzantes, sobre todo, cuando el personaje de Django no debe ser tratado como un esclavo, a lo que una de las esclavas afirma: «¿Le tenemos que tratar como un blanco?», a lo que su propietario responde incómodo: «Yo no he dicho esto». Del mismo modo, sucede cuando descubrimos que el abogado de Calvin Candie tiene su destino marcado en la piel como cualquier otro esclavo, algo que ve Django y que, por supuesto, debe ser tomado como una «pequeña impertinencia». En este sentido, también resulta muy interesante ver como el personaje del Dr. King Schultz capee el temporal de la esclavitud, ya que si bien es algo que rechaza, liberando a Django inmediatamente después de «comprarlo», se ve obligado a convivir con ello y dejar que aquellos que la defensa, la utilicen sin inmutarse. Este comportamiento debía ser el de muchos hombres y mujeres blancos que querían repudiarlo, pero que, por su posición económica o por otros motivos, no podían evitarlo.
Pero, si bien es importante conocer estas horribles realidades de la historia de la humanidad, lo mejor será que pasemos a temas más agradables y menos serios, como… ¡La sangre!
Algo que siempre me he preguntado es si la sangre falsa la venden a granel o algo por estilo, ya que Tarantino la usa como si fuera algo que crece en cualquier árbol. A no ser que, como mínimo, le hagan algún tipo de descuento cuando la compra.
Y, hablando de sangre, Leonardo DiCaprio se metió tanto en el papel que, en la escena en que le sangra la mano, realmente le estaba sangrando, sin embargo el actor, tras darse cuenta, siguió con su brillante actuación de villano, aunque, podemos suponer que, cuando con la sangre enguarra la cara de la actriz Kerry Washington, responsable de interpreta a la pobre Broomhilda, la sangre era falsa, y más con el descuento especial que tiene Tarantino.
Una lapidaria:
«Caballeros, ya contaban con mi curiosidad, pero ahora cuentan con mi atención».
Dejando de lado este elemento, tan habitual en la filmografía de Tarantino, la verdad es que el ritmo que habitualmente utiliza el de Knoxville, le viene al pelo al género del western. El ritmo de las escenas de Tarantino acostumbra a ser pausado, incluso lento, pero cargado de una tensión que se puede romper en cualquier momento para acelerar la acción de golpe y porrazo dejándonos apabullados, y es eso exactamente lo que sucede en Django Desencadenado. Hay largas tomas a caballo, primeros planos casi estáticos, conversaciones largas y pausadas pero, de repente, un tiroteo surgido de la nada o una explosión increíble que revientan a la mitad de personajes que hay en escena.
Lo curioso es que no importa los personajes que mueran en cada escena, porque la película está repleta de personajes tan buenos, que no importa, siempre hay otro que lo remplace. Por ejemplo, al principio, el villano es Big Daddy interpretado Don Johnson, un típico esclavista del sur, cuando muere, no passa nada, ahí está DiCaprio con su Calvin Candie —del que ya hablaremos más adelante—; y, si no, también esta el personaje de Walton Goggins o el de Samuel L. Jackson para remplazarlos.
Pero bueno, creo que me estoy yendo por los cerros de Úbeda, pero es que Django Desencadenado tiene tanto que dar.

Volviendo a la película, tiene todos los elementos del western clásico, y no de un western cualquiera, nada más y nada menos que del spaghetti western. Solo para empezar el nombre de la película y de su personaje principal proviene de una película de 1966 protagonizada por Franco Nero… ¡Qué también aparece! El veterano actor italiano interviene en una breve escena a modo de cameo, dando un lugar una conversación de Django a Django: «D-J-A-N-G-O… La D es muda», a lo que Franco Nero responde: «Lo sé», ¡Pues claro que lo sabe! Él fue el primero en llevar ese nombre. Después está el tema de los créditos, presentados al principio mientras brevemente nos presentan el escenario en que transcurrirá la película. Y, como broche de oro, la banda sonora… ¡Y qué banda sonora! Repleta de clásicos del género, como los main titles de Django, Lo chiamavano King o Lo chiamavano Trinità, dándole ese toque retro que tanto gusta.
Pero lo que realmente hace especial a esta película, como ya hemos dicho un poco más arriba, es la brillante historia y la increíble puesta en escena. A pesar de durar más de dos horas y media, Tarantino consigue que en ningún momento nos aburramos, y, en gran parte, es gracias al buen trabajo que ha hecho el reparto con cada uno de sus personajes.
Para empezar tenemos a la pareja protagonista. Por un lado está Jamie Foxx que da vida a Django, un personaje que evoluciona con la historia, pasa del esclavo compungido al temible vengador a caballo, «el revólver más rápido del Sur». Por el otro, encontramos a Christoph Waltz que, una vez más, bordó el personaje que le ofreció —o le hizo a medida— Tarantino, que le valió su segundo Oscar como actor secundario —siendo el primero el que ganó con Malditos Bastardos (2009)—, y es que se lo merecía. El personaje es apacible, tranquilo y calmado, sin embargo cuando King Schultz debe disparar, dispara, y no falla.
Además de estos dos actores, que llevan el peso de la película sobre sus hombros, en Django Desencadenado podremos ver todo el repertorio de personajes típico de un western, interpretado por un elenco de postín: Kerry Washington, Samuel L. Jackson, Walton Goggins, Dennis Christopher, James Remar, David Steen, Sammi Rotibi, Don Johnson, James Russo, Tom Wopat, Don Stroud, Russ y Amber Tamblyn, Bruce Dern, M.C. Gainey, Jonah Hill, Zoë Bell, Robert Carradine, Tom Savini, Michael Parks, incluso el propio Tarantino se pone ante la cámara.
Pero sobre todos ellos, el que brilla con luz propia es Leonardo DiCaprio en el papel de Calvin Candie. Habituados como nos tiene el actor a sus personajes de bueno protagonista, cuando lo vemos aparecer en Django Desencadenado —habiendo pasado ya más de una hora de película— nos sorprende, pero es para bien. Ya que el el señor DiCaprio hace todo un señor papelón de villano, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los grandes villanos del cine moderno.
Seguramente podría estar días hablando sobre esta película, daría para un libro, hay pequeños detalles que se nos escapan, pero están allí. Y es que Tarantino tiene algo que hace que lo odies o lo ames, incluso hay veces que necesitas ver una de sus películas más de una vez para apreciarla, sin embargo, algo que ha conseguido con Django Desencadenado, que también consiguió con su predecesora, Malditos Bastardos, es crear una película de esas de matrícula de honor. Por mucho que se niegue, debemos admitir cuando una película es buena se mire por donde se mire.