Bo y Luke Duke son dos cabezas locas que se dedican a recorrer las carreteras y los caminos de Hazzard, Georgia, traficando con el alcohol ilegal de su tío Jesse, parando solo a tocarle los huevos al sheriff Rosco P. Coltrane. Sin embargo, todo toma un cariz más serio cuando el villano y ricachón local, Boss Hogg, empieza a hacerse con las granjas de sus vecinos de mala manera con el objetivo de convertir el lugar en una gran explotación minera. Para poder salvar su hogar, Bo y Luke no dudarán en poner todo lo que puedan sobre la mano para revelar el plan de Hogg y revolucionar el pueblo en su contra. Unos Robin Hood a lomos de Dodge Charger modificado de los sesenta.
Hay películas tontas y otras innecesarias, pues bien, esta es ambas cosas, pero eran los primeros 2000 y todavía corría esa corriente proveniente de los años noventa, en la que cualquier cosa podría llegar a la gran pantalla, pues bien, Dos chalados y muchas curvas —una muy mala traducción de The Dukes of Hazzard— es un claro ejemplo de ello. En un ejercicio un tanto gratuito, se hizo este remake de una serie de los ochenta, que por aquí se conoció como El sheriff chiflado, contando con algunos nombres propios que estaban de moda por aquel entonces, el líder de Jackass, Johnny Knoxville, Sean William Scott, el Stifler de American Pie y la sexy cantante y modelo Jessica Simpson, además de gente con mucho caché como el cantante Willie Nelson, M. C. Gainey y el grandísimo Burt Reynolds, y poniéndolos a las órdenes del equipo responsable de locuras como Supermaderos y Club Desmadre, el resultado es una auténtica locura sin pies ni cabeza que, a pesar de todo nos divertirá de principio a fin.
Lo cierto es que a pesar de todo, se trata de una peli muy divertida y descarada, perfecta para el público adolescente de principios del 2000, como un servidor que, por aquel entonces, todavía no era mayor de edad y se gastó el dinero de su paga en ir al cine a ver esta «maravilla» en una de esas decisiones que solo se toman cuando uno es joven. Pero ahora, casi veinte años después, y habiendo visto Dos chalados y muchas curvas, sigo sin arrepentirme de ese momento, ya que sigo descojonándome con las bromas absurdas y de mal gusto de sus personajes, así como sigo aplaudiendo los momentos en que se mezclan el rock más duro con las escenas de persecuciones a bordo de ese coche tan poco ecológico e inapropiado que es el General Lee.
Como decíamos, es una peli muy simple, con un argumento al alcance de las mentes menos brillantes, y que se basa más en los chistes y las escenas de acción ruda —algunas de las cuáles contaron con los propios actores, como el bueno de Knoxville que nunca rechazaba una buena hostia—, pero es que además tiene esas tomas falsas que ahora tanto se echan de menos en los créditos, en las que se ve que todos los participantes se lo pasaron en grande en un rodaje tan alocado como la propia cinta.
A mi edad ya no me da vergüenza admitir que fue una de las pelis de mi juventud —como también lo fue Jackass o 60 segundos, por decir algo al azar y sin sentido—, y que aún hoy, si tengo uno de esos días malos, se trata de una peli que me alegra el día por su bajeza humorística, su manera de hacer tan poco políticamente correcta y, por lo tanto, ser una de esas que, a priori, nadie recomendaría… salvo un servidor. Vedla una de esas tardes de domingo aburridas y comprobad como os alegra el final del fin de semana.