Después del éxito de su primera parte, que cumplió con las expectativas esperadas, se dio luz verde para la realización de su continuación directa. La primera película de Dune estableció un alto estándar de calidad en términos de diseño de producción y sonido, características que el director, Denis Villeneuve, nos tiene acostumbrado. Dune me pareció una propuesta fascinante: bien planteada, con unos efectos especiales de primera y una banda sonora de Hans Zimmer que, simplemente, te arrastraba a otro mundo. A pesar de no ser perfecta o de no llegar quizá a conectar con el gran público, la peli cumple y está muy por encima del nivel estándar actual del cine. Por desgracia, Dune: Parte Dos creo que no llega al mismo nivel.
Y es que cuando te pones a revisarla con profundidad, Dune: Parte Dos empieza a mostrar grietas importantes. La trama, por su parte, es donde pierde la mayoría de sus puntos. Villeneuve ha optado por un enfoque que prioriza el espectáculo visual sobre la cohesión y profundidad narrativa. La fidelidad a la novela original de Herbert se ve sacrificada en favor de secuencias de acción y momentos dramáticos que, aunque estéticamente impresionantes, carecen de la sustancia emocional y filosófica que impregna el texto original. Este desequilibrio se hace especialmente evidente en la segunda mitad de la película, donde la trama se acelera de manera precipitada hacia un clímax que se siente tanto anticlimático como emocionalmente insatisfactorio.
A pesar de contar con un reparto estelar, aunque quizá no tanto como la primera, la película sufre de un desarrollo de personajes inconsistentemente ejecutado. A diferencia de la primera parte, donde cada personaje tenía su momento para brillar, en esta secuela, a pesar de las magníficas actuaciones de Timothée Chalamet y Zendaya, el desarrollo de sus personajes se siente abrupto y a veces superficial. La complejidad emocional y psicológica que esperaríamos de Paul Atreides y Chani parece sacrificarse en favor de avanzar en una trama densa y cargada de acción. Chalamet, a menudo se ve atrapado en la misma expresión torturada, mientras que Zendaya, queda relegada a un segundo plano que no hace justicia a la importancia de su personaje en la trama y en su relación con Paul.
Además, algunos personajes secundarios, que deberían ser esenciales para la profundidad de la historia, como Stilgar y el Emperador, están mal aprovechados, reduciendo su impacto y relegándolos a meras notas al pie en la gran escala de la película. Esto no solo es un desperdicio de talento actoral, sino que también le quita todo el peso que Herbert tejió en su obra.
En definitiva, Dune: Parte Dos es técnicamente impecable y visualmente deslumbrante, pero no consigue capturar la profundidad emocional ni la riqueza de su predecesora ni del libro original. Es un espectáculo grandioso y un logro cinematográfico, sin duda, pero hubiera ganado mucho con un equilibrio mejor logrado entre su impresionante despliegue visual y una narrativa más rica y emotiva. Villeneuve es un maestro creando mundos, pero esta vez, me parece que la esencia de Dune quedó un poco opacada bajo el peso de su propia ambición visual.