Si en el mundo del cine quizá los norteamericanos llevan ventaja a los europeos, en el mundo del cómic es en Europa donde encontramos más obras de calidad, sobre todo en Francia y Bélgica, países de larga tradición con series del oeste, donde nacieron personajes tan memorables como el Teniente Blueberry, Jonathan Cartland, Durango y muchos otros.
Una de estas legendarias figuras de la historieta es el vaquero Lucky Luke, creado en 1946 por el dibujante belga Morris para el semanario Spirou, que llegó a dibujar más de 70 álbumes del cowboy, ayudado por diferentes guionistas, destacando entre todos ellos la etapa de René Goscinny, creador de Astérix y Obélix. Aún hoy se siguen publicando nuevas andanzas del personaje de la mano de otros equipos creativos, que continúan con el legado del autor original.
Lucky Luke es un vaquero solitario, famoso por ser «más rápido que su propia sombra», que se dedica a impartir justicia en el lejano oeste y a luchar contra el crimen a lomos de Jolly Jumper, un caballo que habla. Otros personajes destacados son Ran tan plan un estúpido perro policía remedo de Rin Tin Tin, y los malvados hermanos Dalton, primos de los famosos forajidos de mismo apellido.
La serie parodia el western en cualquiera de sus facetas, por los diferentes volúmenes de la obra iremos viendo todos los argumentos tópicos del género, ataques indios, asaltos de forajidos, guerras de ganaderos, viajes en diligencia, las rutas de las caravanas al oeste, la construcción del ferrocarril o el telégrafo, el poney express, etcétera. Y por sus páginas veremos desfilar tanto personajes reales como ficticios, así nos encontraremos con Billy el niño, Sarah Bernhardt, el juez Roy Bean o los mismísimos primos de los Dalton.
A Morris le gustaba caracterizar a sus personajes con el rostro de actores famosos o de colegas de profesión —esto era una broma recurrente entre los autores de la época, pues es un recurso al que recurrieron otros ilustres dibujantes como Hergé o Uderzo—, de este modo podremos ver la versión caricaturizada de Franquin, Hubinon, Uderzo, Jean Gabin, Jack Palance, Wallace Berry, David Niven, Louis de Funès, o nuestro cazarrecompensas favorito, «Angel Eyes».
En El cazador de recompensas (1972), la historia comienza cuando el criador de caballos Bronco Fortworth descubre que su semental Lord Washmouth III ha desaparecido. El propietario cascarrabias, convencido de que el indio Tea Spoon es quien robó el caballo, ofrece una recompensa de 100.000 dólares a quien le traiga a Cheyenne Pass «vivo o muerto». A partir aquí comienza un juego del ratón y el gato entre el cazador de recompensas Elliot Belt —trasunto de Lee Van Cleef—, y Lucky Luke, uno para cobrar la cuantiosa suma de dinero, y otro para encontrar al caballo perdido y averiguar la verdad.
Goscinny escribe una divertida historia, que retuerce los clichés del spaghetti western personalizados en la figura de este «bounty hunter», al que solo le importa el dinero y que consigue arrancarnos más de una sonrisa con las desgracias que le acarrea su carácter mezquino. El guionista francés, hábil maestro de los gags, construye aquí algunos verdaderamente desternillantes, sobre todo cuando nos narra la infancia de Elliot Belt, nos muestra la peculiar manera en que entregan el dinero al cazador de recompensas, o en los que vemos la similitud de la personalidad del caballo de Belt, llamado «Wanted», con el de su dueño. Mención aparte a las mascaras de los hechiceros indios con la forma de Boris Karloff encarnando a Frankenstein, aunque esto ultimo quizá fuera una aportación del dibujante.
En el apartado gráfico, un Morris en su plenitud creativa, toma el guión y crea un álbum frenético, apoyado en su ágil trazo y usando todos los recursos estilísticos que lo hicieron celebre. Simplicidad, claridad narrativa, eliminación de cualquier elemento superfluo, uso extraordinario del color como medio de acentuar el carácter dramático de un pasaje, baste como ejemplo la escena del incendio, en la que las viñetas están totalmente coloreadas de rojo, empleo de encuadres cinematográficos, sobretodo contrapicados que aquí realzan el aspecto spaghetti western del cómic, ya desde la impresionante portada, verdadera declaración de intenciones, tenemos claro que vamos a encontrar en esta aventura de Lucky Luke.
En definitiva un estupendo álbum, de imprescindible lectura para cualquier aficionado y desde mi opinión uno de los más divertidos de la serie junto a El hilo que canta.
Un artículo de Juan Millán Bruno