
Como siempre ha sucedido, el cine se ha fijado en la historia de la humanidad para sacar de ella todo tipo de argumentos, y este es un claro ejemplo de ello. Jorge V, rey de Inglaterra, tiene dos hijos, el heredero es un vividor y un filántropo, y el segundo, preparado para las acciones de gobierno, es tartamudo. Tras la muerte del monarca, su heredero, Eduardo VIII, decide casarse con una plebeya norteamericana, hecho que conlleva su abdicación, dejando como rey a su hermano tartamudo, Albert, duque de York, futuro Jorge VI. La acción empieza mucho antes de este hecho histórico, después de probar todo tipo de tratamientos y médicos, Albert y su esposa, Elizabeth, se decantan por Lionel Logue, un terapeuta del habla, con unos extraños métodos, pero que conseguirá que el príncipe hable casi a la perfección.
Con unos diálogos rápidos, concisos y muy ingeniosos, nace una acción, que sin apenas movimientos de cámara —el director prefirió un enfoque estático— consigue que esta sea trepidante y que en ningún momento pierda el ritmo, algo de auténticos genios del cine. A pesar de las numerosas pausas, la película, a nivel técnico, es perfecta, y como dice uno de sus protagonistas: «las pausas dan solemnidad», y, en efecto, así es.
El protagonista, Colin Firth, reconocido actor británico que puede hacer todo tipo de papeles se pone en la piel del futuro rey Jorge VI y lo hace a la perfección, expresa como si fuera propio el sufrimiento de un tartamudo que tiene la obligación y el deber de no serlo, con los enfoques en primer plano de su cara cuando habla con la atenta mirada de los micrófonos —que se convierten en los auténticos villanos de la historia—, hace de estos momentos los más tensos del film. Por otro lado, el peculiar terapeuta Lionel Logue es interpretado por Geoffrey Rush, que entre entrega y entrega de Piratas del Caribe nos demuestra que es un auténtico actor, poniéndose en papeles tan impresionantes como este. Entre ambos actores surge una química que permite que la acción y el diálogo fluya sin interrupciones, que sea limpio, sin pausas forzadas, un movimiento perfecto entre todos los componentes del film, dejando que el espectador disfrute de tal extraordinaria obra de arte.

Helena Bonham Carter interpreta a la que hoy en día recordamos por ser la Reina Madre de Inglaterra, y lo hace con una solemnidad impresionante, siendo una británica sin parangón, y, curiosamente, después ha dado vida a la princesa Margarita, una de sus hijas, y hermana de la actual reina de Inglaterra en la tercera y cuarta temporada de la exitosa serie de Netflix, The Crown. Además de ella, aparecen actores de la talla de Michael Gambon interpretando a Jorge V, y Guy Pearce siendo Eduardo VIII, cuyo parecido con el personaje real es extraordinario.
Con las partes idóneas de drama, comedia y realismo, consigue que el espectador sibarita disfrute en todos sus aspectos, dejándole un magnífico sabor de boca. Esta será, sin duda, una de las películas que pasará a la historia del cine, convirtiéndose en una obra de arte así que pasen los años, dejando a todo su equipo, técnico y artístico, en lo más alto del Hall of Fame del cine. No solo por el talento a la hora de hacerla, sino también por centrar la atención en un elemento tan secundario pero a la vez tan relevante como lo puede ser la tartamudez de uno de los personajes históricos más discretos de la historia de Inglaterra.