Después de rechazar la oferta de empleo de Bart Jason, un terrateniente sin escrúpulos, el pistolero Cole Thornton decide abandonar la ciudad de El Dorado, dejando que sea su viejo amigo, el sheriff Jean Paul Harrah, el que haga imponer el orden. Sin embargo, meses más tarde, y acompañado por un joven muy hábil con los cuchillos llamado Mississippi, Cole descubrirá que por culpa de un mal de amores, el sheriff ha dejado de ser uno de los pistoleros más temibles del Oeste, para convertirse en un borracho incapaz de sostener su revólver. Será entonces cuando decida tomar baza en el asunto y ponerse en el bando contrario a Jason, para impedir que los hombres de este ataquen las tierras de los MacDonald.
A priori podríamos estar hablando de la historia del enésimo western que nos podamos imaginar, y más cuando vemos la fecha de estreno, cuando el western americano clásico —en el que se adscribe esta peli— estaba de capa de caída y el estilo marcado por los westerns europeos empezaba a tomar fuerza. Cuando se estrenó —en 1967, un año después de concluir su rodaje—, se consideró que era una cinta pasada de moda, ya que se ajustaba más a los cánones de las pelis del oeste de los años cuarenta. Sin embargo, los nombres propios que tiene la cinta y el talento de estos logran convertir una historia sin más en un gran western. Para empezar, Howard Hawks, uno de los grandes directores de la época dorada de Hollywood, adapta una historia bastante oscura para convertirla en una aventura entretenida, y demuestra un talento increíble al mantener un ritmo muy interesante, a pesar de que la trama no tiene grandes altibajos.
Pero si por algo estamos ante una gran película, es por los dos grandes gigantes —literal y metafóricamente— que la protagonizan, que no son otros que John Wayne y Robert Mitchum. Se podría decir que es su película, ya que cada vez que salen en pantalla se la comen, la invaden y no dejan margen para los demás, pero era lo que tenía ser una gran estrella en los años sesenta. Solo cuando están juntos parece que la cosa se calme un poco, e, incluso, demuestran una química increíble, dando juego a una serie de bromas que no estaban previstas, como el chiste de la continuidad de la muleta o un sinfín de chascarrillos. Wayne, como no podía ser de otro modo, es serio, seco y muy, muy duro, mientras que Mitchum le da un toque humorístico a su personaje, sacándole hierro a cualquier desgracia que ocurra, reduciendo el tono a toda la película con algo que solo él sabía hacer. Lo cierto es que a pesar de que no eran dos actores que coincidieran a menudo —al fin y al cabo, tenían un perfil muy parecido—, o casi nunca —solo lo hicieron en El día más largo, pero no comparten ninguna escena—, dejando a un lado todo lo que dice la rumorología sobre el rodaje, demuestran profesionalidad y saber hacer, ya que sin ellos este sería un western de segunda fila.
Junto a ellos hay una larga lista de nombres propios, desde secundarios de lujo como Edward Asner y Christopher George como villanos principales, o Charlene Holt y Michele Carey en los roles femeninos, hasta futuras estrellas de la siguiente generación de Hollywood, como el gran James Caan en uno de sus primeros papeles fuera de la televisión, que dan la réplica perfecta a los otros dos. Aunque un poco forzados, los diálogos entre Caan y Wayne son en su mayoría impagables, del mismo modo que el duelo lingüístico de Wayne con George está a la altura del mejor de los tiroteos, ya que ambos se comportan con educación, pero las sueltan que deja gusto.
Así pues, con una puesta en escena más propia de un cine veinte años anterior, con algunas estrellas ya veteranas y un director al final de su carrera, todo parecía indicar que estábamos ante una peli que pasaría desapercibida —incluso se retrasó su estreno para no hacer coincidir esta peli con Nevada Smith, protagonizada por Steve McQueen—, lo cierto es que logró dar una sorpresa en taquilla y hoy en día ha pasado a ser considerada uno de los mejores westerns de la historia.
Con todo ello a un lado, nosotros nos quedamos con historia típica pero bien conseguida, pero, por encima de todo, con unos personajes maravillosos y muy bien interpretados por esos dos nombres propios como lo fueron —y lo siguen siendo— John Wayne y Robert Mitchum… Como dijo el propio Howard Hawks a este último: «La historia no importa porque tiene unos grandes personajes».