
Después de una labor ejemplar en hacer cumplir la ley en un pueblecito de los Altos Alpes, Ludovic Cruchot, sargento de la gendarmería francesa, recibe un ascenso y un traslado como sargento mayor a Saint-Tropez. Si bien tan solo llegar empieza a actuar con la misma dilación que lo ha caracterizado siempre, su hija verá como un mundo nuevo se abre ante ella. Mientras su padre se une a la batalla que la gendarmería de Saint-Tropez mantiene contra los turistas, Nicole se hará pasar por la hija de un millonario que está veraneando en la Costa Azul para encajar en un grupo de jóvenes, sin saber que ello comportará su implicación en el caso de un cuadro robado.
Esta es la primera de las seis películas que Louis de Funès protagonizaría en el papel de Cruchot, que casi llegó a crear la imagen del típico gendarme francés, hasta el punto que, sinceramente, creía que eran más de seis. Despistes del que escribe a parte, la cuestión es que esta película sentó las bases de esa comedia costumbrista, visual y muy enfocada al entretenimiento familiar de mediados de los sesenta y que se alargaría hasta los ochenta. De Funès encontraría en este personaje el lugar perfecto para demostrar todo lo que podía hacer a nivel humorístico, ya que si bien llegó a triunfar con otras películas como Fantomas, que interpretaba al comisario Juve o Las locas aventuras de Rabbi Jacob, sin embargo el gendarme fue su papel más célebre y por el que se le reconocería alrededor del mundo, del mismo modo que sucede con el Monsieur Hulot de Jacques Tati o el François Perrin de Pierre Richard.
A pesar del rotundo éxito que tuvo en su momento y el culto que ha recibido con el paso de los años, lo cierto es que se trata de una peli de otra época, casi como una pieza de museo. Por supuesto que nos reiremos con las situaciones en las que se ve el pobre Cruchot, pero lo cierto es que en muchos aspectos, sobre todo contextuales, se trata de una peli que hoy en día cojea. Desde el cuestionable papel de las mujeres así como la lucha contra ciertas «libertades» como el nudismo, lo cierto que uno tiene la sensación de estar viendo la versión francesa de Cine de Barrio; es decir, que bien contextualizada se entiende, sin ello, lo cierto es que es un tanto difícil de aceptar.

En otro orden de cosas, si bien Jean Girault se desmarca con ciertas originalidades como el cambio del blanco y negro al color cuando se cambia la localización, así como algunas escenas muy rodadas para el placer del público, lo cierto es que la trama pierde gas en muchas ocasiones ya que no queda muy claro cual es la historia que se quiere contar. Por un lado tenemos la retahíla de gags en los que los gendarmes luchan contra el «crimen» de una manera muy particular y que, personalmente, me parece que debería ser el hilo principal, ya que en cuanto a lo cómico siguen siendo los más universales a la vez que tienen un aire de cómic francés. Por otro lado, tenemos la que sería la trama principal o la que hace que avance la acción, que es la de la hija del gendarme socializando, que resulta superflua y sólo sirve para implicar a Cruchot y los gendarmes en el caso del robo del cuadro, que si bien es el «misterio» principal que tras el que va la gendarmería de Saint-Tropez, se trata de manera bastante tangencial a lo largo de la cinta hasta que llega el final.
Lo curioso de todo el asunto es que a pesar de lo que acabo de mencionar y de los problemas que surgieron al principio de la producción cuando los productores no creían en que el escogido para el protagonista por el director —amigo con el que ya había colaborado antes y con el colaboraría muchísimo a posteriori— consiguiera un buen éxito a comercial, la peli rápidamente consiguió ser la cinta más taquillera de 1964 en Francia, puso la primera piedra de una serie de films que marcarían un antes y un después en el cine francés, así como daría el auténtico pistoletazo de salida de la triunfal carrera de Louis de Funès; ya que es indiscutible que la relación entre los gendarmes y De Funès en el imaginario popular es indisoluble.
En resumidas cuentas, estamos ante una cinta que debe ser vista por aquellos que se precien como francófilos y amantes de la comedia, pero que, a la vez, se tiene que tomar con cierta distancia debido a la diferencias culturales que había entre la Francia de los años sesenta y nuestro presente. Imprescindible pero solo para paladares selectos.