
A pesar de ser uno de los dibujantes con más talento de la España franquista, lo cierto es que Manuel Vázquez es, por encima de todo, un caradura, un farsante, un tunante, un aprovechado, un pícaro… por decirlo finamente, un Lazarillo de Tormes moderno que sobrevive de aprovecharse de los demás, aunque ello le implique de ir de un lugar a otro endeudándose, haciéndose pasar por otros —como sus propios cobradores—, mintiendo a todo quisqui y, por supuesto, llorando de vez en cuando a su editor. Pero todo cambiará cuando, de repente, vea que se encuentra entre la espada y la pared y no tenga más remedio que arremangarse y hacer lo que nunca ha hecho hasta entonces: trabajar de forma constante y responsable.
A pesar de esta breve sinopsis, la película podría presentarse como la biografía de un buscavidas, ya que eso es lo que precisamente fue Manuel Vázquez, el historietista de cuyas manos salieron personajes tan conocidos de la cultura popular española como La familia cebolleta y Anacleto. Lo curioso de todo el asunto es que si por un lado la peli se nutre del típico humor de la historieta de aquel entonces, los años sesenta, lo cierto es que por lo han afirmado testimonios de sus trastadas y gente que lo trató —como sucede en el documental Historias de Bruguera, de Carles Prats—, es que realmente Vázquez fue algo muy parecido a lo que aparece en esta simpática comedia. Aquello de por imposible que parezca la realidad siempre supera la ficción, en este caso es cierto, ya que la fama de Vázquez lo precedía e, incluso, como también se ve en la peli, creo a un personaje basado en él mismo y en el que contaba situaciones reales vividas por él reconvertidas en gags y chistes.
Aunque lo cierto es que cuando uno se para ver la desgracia de todo el asunto, ve que está ante un drama, lo cierto es que la única lectura que uno hace y debe hacer de El gran Vázquez es el de una comedia, creo que eso sería lo que le gustaría al ojo-meneado en cuestión, y, por supuesto, esa es la intención del realizador a la hora de presentarnos el personaje como lo hace. Por otro lado, lo otro que caracteriza a la película es su protagonista, Santiago Segura, que se crece en un papel que parece hecho a su medida y lo clava como Vázquez, aportándole esa dosis de realismo y humor gráfico que le dan un toque mágico a esta película. Pero no es cosa de uno solo, al lado de Segura, aparecen nombres propios del cine español como Álex Angulo —increíble como tecnócrata del régimen—, Enrique Villén —como siempre, perfecto—, y Mercé Llorens, además de un elenco de secundarios formado, entre muchos otros, por gente como Manolo Solo, Jesús Guzmán, Carlos Areces, Lita Claver “La Maña” o Ernesto Sevilla.

El resultado es, como hemos dicho, un retrato biográfico de un personaje clave de la cultura popular, pero también de una época en que las cosas eran diferentes y gente como Vázquez eran genios y caraduras, pero no delincuentes, ya uno ve en cada rincón algo que lo hace viajar en el tiempo y le permite vivir —o revivir— lo que fueron esos años en que los cómics como Pulgarcito, Tío Vivo o el TBO llenaban los quioscos, y editoriales como Bruguera triunfaban en los negocios gracias a una producción completamente popular enfocada el gran público.
El gran Vázquez es lo que pretende ser, una comedia divertida y amena, y consigue lo que se propone, hacernos pasar un buen rato sin grandes reflexiones, sino descubriendo a un personaje que, por increíble que parezca, se asemeja más al personaje dibujado por Óscar Aibar e interpretado por Santiago Segura de lo que podemos llegar a pensar. Simple y llanamente, un divertimento.