
A lo largo de la historia del cine ha habido muchos proyectos frustrados, que se han quedado por el camino, y que han dejado una huella no solo en sus creadores, sino también en el imaginario popular. Pero si de entre todo ellos tuviéramos que elegir uno como el más perseguido por la mala suerte este no podría ser otro que el Quijote de Terry Gilliam. Fascinado por la historia de Cervantes, el que fuera miembro de Monty Phyton empezó a trabajar en el proyecto de llevar la aventuras del hidalgo a finales de los ochenta, no sólo en el guión y el concepto, sino también en la búsqueda de financiación para una producción que sería titánica. No sería hasta finales de los noventa, después de muchos tira y afloja, que encontraría el dinero fuera de Estados Unidos —donde, por cierto, la fama que había cosechado con el infortunio de Las aventuras del barón Munchausen—, en una producción que reunía a gente de España, Francia e Italia, principalmente. Todo parecía ir bien, o eso se atisba en el documental Lost in La Mancha —que empezó como making of de la peli, pero terminó como testigo del funesto destino de este Quijote—, sin embargo, tras unos pocos días de rodaje, todo se torció: una lluvia torrencial se cargó parte del equipo y cambió la fisonomía del escenario natural de Navarra en el que se rodaba; el actor principal, Jean Rochefort, que había dedicado nueve meses a aprender inglés para el rodaje, se lesionó gravemente y se retiró del rodaje por enfermedad; las aseguradoras se pusieron en contra de la producción, quedándose como aval el guión… Literalmente, la producción fue imposible y tras sólo seis días de rodaje, se canceló una producción que había empezado un año antes.
Cualquiera podría pensar que después de esto, Gilliam se daría por vencido, pasaría página, o intentaría recuperar algo, sin embargo, las cosas no fueron fáciles, ya que a parte de lo complicado que le fue recuperar los derechos del guión, las producciones que hubo entre medio también se le torcieron —todos recordaremos El imaginario del Doctor Parnassus—, por lo que su fama de tener mala suerte fue in crescendo. Y no es para menos, ya que desde el fiasco del primer rodaje del 2000, Gilliam intentó arrancar de nuevo en varias ocasiones, fichando a diferentes actores para los papeles protagonistas, como Johnny Depp —que ya rodó algo en el 2000—, Ewan McGregor, Robert Duvall o Michael Pallin; peleándose con productores por el control creativo por el camino, así como las enfermedades, que también se llevaron por delante a John Hurt que debía ser el Quijote. Por fortuna, en 2017, los vientos soplaron a su favor y tras ver cómo sus dos mejores Quijotes, Hurt y Rochefort morían, se hizo con los servicios de Jonathan Pryce —un viejo conocido suyo desde que protagonizó Brazil— como Quijote, a su lado puso a Adam Driver en su mejor momento, además de un reparto formado por gente como Olga Kurylenko, Óscar Jaenada, Stellan Skarsgård, Jordi Mollà o Sergi López, y logró lo impensable: terminar el rodaje antes de tiempo.

La historia se centra en Toby, un director americano de publicidad, que tras reencontrarse con su pasado —una película que rodó sobre el Quijote cuando era estudiante—, decide seguirle la pista a la gente que colaboró en ella, como Angélica, la hija del dueño de un bar de la que se enamoró, o Javier, un zapatero al que convirtió en Quijote. Para su sorpresa descubrirá que el viejo actor sigue viviendo creyendo que es don Quijote, habiéndose convertido en una suerte de atracción de feria. Sin saber exactamente cómo, Toby liberará al Quijote y lo acompañará en sus aventuras siendo confundido por Sancho Panza.
Tras muchos cambios de guión debidos a los cambios de esta longeva producción, tanto en el reparto como en el concepto y el presupuesto, se dejó a un lado que Toby viajara al pasado, para ambientar la trama en la actualidad y fuera más un viaje emocional y espiritual que no tanto una cinta de aventuras. No sé si esto perjudica o no a la peli, pero lo cierto es que, sin duda, cambia el tono por completo, ya que si bien sigue habiendo ese toque humorístico e irreverente de Gilliam, la lectura de lo que sucede en la cinta tiende a ser más oscura, triste en muchos casos, y, de algún modo, parece como si el buen humor de Gilliam se hubiera apagado por culpa de su Quijote. Y es que no es para menos después de todos los problemas, pero lo cierto es que, de algún modo, parece que Gilliam haya descargado todas sus preocupaciones en esta cinta, ya que son muchos los pasajes en los que se puede ver sus frustraciones como creador.

Dejando a un lado las lecturas más filosóficas y personales, estamos ante una película un poco dura de roer, es decir, funciona como buen tributo moderno a la obra de Cervantes y no se trata de una mala película, pero solo es apta para aquellos que les guste la obra de Gilliam y que, a la vez, tengan un paladar lo suficientemente experimentado para entrar, comprender y disfrutar esta peli. En todos los aspectos no hay nada que no funcione, los actores hacen bien su trabajo —sobre todo Pryce, que está brillante como Quijote—, la historia está bien tejida y tiene un giro final interesante, el montaje es correcto, etcétera, etcétera, pero, personalmente, siento que le falta algo para que realmente me llegue y me guste. ¿Puede que en mi subconsciente haya el recuerdo de lo poco que se hizo con Rochefort y Depp? ¿Puede que le falte la fantasía de un viaje en el tiempo? ¿Puede que carezca del espectáculo que debería haber sido la versión del 2000? Seguramente la respuesta es afirmativa en todos los casos, pero, sin embargo, se trata de una peli que me ha dejado bastante indiferente.
A pesar de todo, se tiene que dejar claro que es una peli muy bien hecha y más teniendo en cuenta los problemas que ha arrastrado Gilliam desde que empezase con el proyecto —sin ir más lejos tuvo que luchar incluso contra su propia enfermedad durante el rodaje en 2017—, pero todo este sacrificio y dedicación se vieron correspondidos en el estreno de El hombre que mató a don Quijote en la clausura del festival de Cannes con una larga ovación, en la que no solo se aplaudió a la película, sino a Terry Gilliam por haber logrado completar su tan ansiado Don Quijote.