
Mientras Jason Bourne y sus perseguidores hacen que el caos corra por los pasillos de la CIA, estos últimos se dan cuenta de que Bourne ha dejado al descubierto la auténtica verdad sobre las operaciones Treadstone y Blackbriar, así como muchas otras relacionadas o con el mismo objetivo: eliminar los posibles «problemas» para la seguridad nacional. Será por este motivo por el que se procederá a eliminar a todos los activos de los programas, como Outcome, en el que los agentes son tratados con virus modificados genéticamente y pastillas para potenciar sus capacidades físicas y mentales. Entre los agentes que forman parte de esta operación está Aaron Cross que verá como, de la noche a la mañana, pasará de estar entrenando en los bosques canadienses a ser perseguido y cazado. Sin embargo, podrá eludir la señal del GPS que lleva en su cuerpo justo cuando la CIA envíe a un dron sobre su pista, haciéndolos creer que está muerto. Pero en lugar de desaparecer, Cross pondrá todo su empeño en encontrar a la doctora Marta Shearing, a la que conoce por encargarse de parte de su tratamiento. Juntos y sabiendo que la CIA también pretende eliminar a los responsables médicos de Outcome, entre los que ella se encuentra, harán lo que esté en sus manos para salvar la vida de Cross —sometido al consumo de las pastillas para controlar sus capacidades—, a la vez que sacan a la luz los trapicheos de la CIA una vez más.
Precisamente, este «una vez más» es el principal problema que tiene El legado de Bourne. Situándonos al final de la primera década de los dos mil, fue cuando empezó la enfermedad de las secuelas, precuelas, spin-off, reboots, etcétera, etcétera. Por lo que no fue ninguna sorpresa que se quisiera seguir tirando del hilo de Bourne, a pesar de que las tres pelis protagonizadas por Matt Damon formaban una trilogía perfecta. Si esta peli hubiese sido una producción independiente, sin el añadido argumental y el nombre en el título, probablemente estaríamos frente a una historia de acción con suficiente revuelo como para que funcionase por si sola; pero al presentarla como una secuela, la compararemos e, inevitablemente, saldrá perdiendo.
La película tiene una buena confección, tanto argumental como de puesta en escena, ambas cosas a cargo de Tony Gilroy, responsable del guion de las tres pelis originales, y si desactivamos todos los prejuicios al compararla con estas, la verdad es que su ritmo es trepidante, la historia nos atrapa, y las escenas de acción están a la altura de la franquicia con esa violencia directa y contundente. En este sentido, Jeremy Renner, en el boom de su estrellato habiendo aparecido ya en Thor y Misión Imposible, consigue interpretar a un protagonista acorde con la situación y con ese aire de héroe moderno, pero todo ello no consigue hacernos olvidar a Jason Bourne. Y es que el problema está en que Cross solo es un hombre que intenta salvar su vida, pero no tiene que luchar con los fantasmas del pasado, no ha perdido la memoria y, estrictamente hablando, no ha situado a la CIA contra las cuerdas, ya que Bourne ya se encargó de ello; se podría decir que es un personaje sin trasfondo —el poco que hay se explica muy de lado y sin profundizar—, un héroe anónimo que se ve obligado a actuar, por lo que no empatizamos tanto como con el personaje de Damon.

En pocas palabras, estamos ante un claro caso fallido de James Bond. Como todo el mundo sabe, James Bond nunca ha muerto, su historia jamás ha acabado y lo han interpretado varios actores sin que nadie juzgue ese cambio. En el caso de Bourne-Cross, si se hubiese optado por presentarnos a un nuevo Bourne, nuestra mente hubiese podido estar más abierta, ya que estaríamos ante el mismo personaje, pero aquí se cometió el error de decir que Aaron Cross era otro Bourne, pero no nuestro Bourne.
Si somos honestos y no nos dejamos llevar por los prejuicios, debemos admitir que El legado de Bourne es un magnífico entretenimiento que hará las delicias de los amantes de la acción; sin embargo, es verdad que la sombra de Jason Bourne es demasiado larga como para pasarla por alto, y es que después del Ultimátum no hacía falta ninguna peli más sobre el tema, ya que cualquier secuela al final consiste en rizar el rizo hasta el extremo de forma innecesaria. En pocas palabras, esta es una peli que no hacía falta, que no aporta nada a la franquicia, pero que se deja ver lo suficientemente bien como para pasar un buen rato.