Ante todo tenemos que dejar clara una cosa, aunque a los más puristas les pese, El Silmarillion es una obra difícil, dura en muchos casos, que cuesta de leer si uno no está familiarizado con la obra de Tolkien. Hoy en día, después de dos trilogías de películas y el principio de una serie, el universo de Tolkien se ha acercado al gran público, por lo que se puede caer en el error de que sus escritos están al mismo nivel de accesibilidad, pero no es así. Mientras que El hobbit y El señor de los anillos son novelas completas, que buscan narrar una historia y, por lo tanto, la manera en que uno se introduce en la Tierra Media, aunque densa, es como la lectura de cualquier otra novela; sin embargo, El Silmarillion es algo completamente diferente, si bien se puede considerar la primera parte de las historias de Tolkien.
Para hacernos una idea, debemos tener en cuenta que la trama de El Silmarillion tiene lugar miles de años antes de los sucesos de El hobbit y ESDLA, sin ir más lejos, lo que en ellos se narra empieza cuando se forja primero el universo y después el mundo en el que se sitúa la acción de la Tierra Media. De algún modo, El Silmarillion sería una suerte de Antiguo Testamento tolkiano, en el que descubriremos cómo nacen los diferentes dioses y criaturas que pueblan ese mundo, llamado Arda, y como las relaciones entre los dioses afectan a elfos, enanos, orcos y humanos, hasta el enfrentamiento de todo ellos en diferentes facciones… como siempre, retratando la lucha constante entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad. Veremos los primeros pasos de Sauron como leal sirviente de Melkor, pero también, ya mucho más adelante, el papel que jugó este en la caída de Númenor y en la forja de los anillos de poder.
Así, a bote pronto, se podría pensar que se trata de un episodio más de la extensa historia del universo que creó Tolkien —del que su hijo Christopher ha procurado editar la mayor cantidad de los apuntes, notas y borradores de su padre—, por lo que debería ser tan fácil de leer como El hobbit o El señor de los anillos, pero no es así. Primero de todo debemos tener en cuenta que es una narración que se extiende desde el principio de los tiempos hasta justo antes de los sucesos de ESDLA, por lo que se condensan muchas cosas en relativamente pocas páginas; y en segundo lugar, pero más importante, no es una obra terminada de Tolkien, sino que su hijo, por expreso deseo de su padre, recopiló y editó los relatos con mayor peso y los ordenó con coherencia para presentar al público El Silmarillion, por lo que se trata más de, en el mejor de los casos, una recopilación de relatos que no una novela. Además, la comparación con el Antiguo Testamento no ha sido solo por el contenido, sino también por la forma, ya que la manera de narrar los hechos se asemeja más a un texto religioso o mitológico antiguo —o, incluso, a una obra histórica de carácter académico—, que no a una novela de fantasía; lo que conlleva una lectura más lenta, menos amena, complicada y, a pesar nuestro, tediosa.
Aunque El Silmarillion es una pieza clave del Legendarium de Tolkien —colección de toda la mitología creada por el autor—, junto con otros como Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media, y puede completar la visión que uno tiene de su mundo, lo cierto es que no es para todos los públicos. Como ya hemos dicho debido a su contenido, que se aleja de la fantasía y se acerca a la mitología, y su narrativa se aparta de la novela para abrazar lo académico, hace que para aquellos que no les interese demasiado el mundo Tolkien, no sean demasiado lectores o, simple y llanamente, estén desprevenidos, se toparán con un libro duro de roer. Y es una auténtica pena porque lo que en sus páginas se relata es muy interesante y demuestra el poder imaginativo del autor británico, pero a la vez deja bien claro la dificultad que puede tener un escritor, incluso uno con el talento de Tolkien, a la hora de crear un universo desde cero y, además, hacerlo entretenido; y, de paso, se entiende porque El Silmarillion fue una obra que estuvo en desarrollo desde los años veinte hasta la muerte de su autor, ya que ni él ni sus editores tuvieron muy claro en ningún momento como se debía presentar esta historia… aunque, tras la muerte de Tolkien, además de El Silmarillion, se hayan publicado más libros de su autoría que durante su vida.
Así pues, queridos lectores, quedáis advertidos de que esta precuela de El señor de los anillos solo es apta para los más fans de los libros de Tolkien —ojo, que no he dicho de las películas—, ya que, por el contrario, os toparéis con un muro bastante difícil de sortear. Lo dicho, no es un libro para todos los públicos.