Aunque se estrenó después de Star Wars, lo cierto es que Indiana Jones fue un proyecto que George Lucas hacía tiempo que rondaba. Sin ir más lejos, los primeros borradores son de principios de lo setenta, y hubo algún intento de producirla antes de Una nueva esperanza, pero el destino —y la fortuna— quiso que Indiana Jones —por aquel entonces Indiana Smith— permaneciera en el dique seco a la espera que llegara el momento oportuno. Este momento se dio cuando Lucas y Steven Spielberg se reunieron en el verano de 1977 para hablar de proyectos futuros, el primero venía de dar el gran pelotazo con Star Wars, y el segundo de dos éxitos como Tiburón y Encuentros en la tercera fase, pero con la esperanza de poder echarle el diente a James Bond… fue en ese preciso instante en el que los astros se alinearon y George Lucas le vendió la moto del arqueólogo y aventurero.
A partir de este simple hecho, los motores se pusieron en marcha y se pasaron los borradores e ideas a Lawrence Kasdan, un joven y desconocido guionista, que lo hizo tan bien que fue suficiente para que Lucas le ofreciera hacerse cargo del libreto de El imperio contraataca. Y esa brillantez residió en —además de trazar una trama con un ritmo trepidante— pulir las ideas procedentes de los gustos pulp de Lucas y la carga dramática de Spielberg para convertirlo en una película de aventuras al alcance de cualquiera, con ese algo especial que la ha hecho pasar a la posteridad.
¿Y de qué trata En busca del arca perdida? ¿En serio, hace falta que lo cuente?… Bueno, para aquellos que no la hayan visto —si es que existe alguien que no lo haga hecho—, la historia gira alrededor de Henry Jones Jr., más conocido como Indiana Jones, un profesor universitario y arqueólogo que en sus ratos libres se dedica a recuperar antigüedades para el museo de la universidad, y evitar que se pierdan en el mercado negro. Pero sus aventuras, más o menos peligrosas, se tornarán algo mucho más importante cuando el gobierno de Estados Unidos lo ponga al corriente de que los nazis, en su fervor ocultista, pretenden encontrar el Arca de la Alianza, y aprovechar su poder en contra de sus enemigos, que allá por 1936 era el resto del mundo. Será entonces cuando Indiana, aunque un poco a regañadientes, acepte el encargo de intentar conseguir el arca antes que los nazis y arrebatársela de las manos.
Al escribir esta breve sinopsis me ha sido imposible no recordar algo que nos dejó a todos boquiabiertos cuando en la serie The Big Bang Theory se nos reveló que Indiana Jones no influye para nada en el devenir de los acontecimientos de la trama. Y es cierto, si uno lo elimina de la historia, aunque los nazis logren el arca antes, esta los eliminará igual y solo habrá un pequeño cambio, que quedará olvidad en la isla que tiene lugar al final, en lugar de en un almacén del gobierno estadounidense. Sin embargo, aunque esto sirva a los detractores de Indy de restarle importancia al personaje y a la peli, lo cierto es que la gracia de En busca del arca perdida no es tanto en la profundidad argumental, sino en el hecho que recupera algo tan importante como el sentido de la aventura, siguiendo la estela de Star Wars en ofrecer al espectador algo más que una historia en imágenes, sino toda una experiencia cinematográfica, ya que, incluso a día de hoy, sigue siendo una de las pelis más trepidantes jamás realizadas.
Lo curioso de Raiders of the Lost Ark —porque, recordemos, lo de Indiana Jones y… vino a partir de la segunda entrega—, que su camino estuvo lleno de casualidades que la hicieron como es. Desde los constantes retrasos que permitieron contar con Spielberg y Kasdan, hasta el dolor de estómago del protagonista al rodar el duelo con el espadachín en El Cairo que dio lugar a una de sus mejores secuencias, pasando, por ejemplo, la elección de su protagonista. Y es que incialmente, después de muchas pruebas a nombres muy conocidos, se escogió a Tom Selleck para ser Indiana, sí al Magnum televisivo, pero debido a la serie y al contrato que ataba al actor, se tuvo que recurrir al que siempre había sido la primera opción pero que se había dejado de lado para convertirlo en el actor fetiche de Lucas, Harrison Ford… Y suerte que fue así, ya que ahora sería impensable ver a otro que no sea Ford en la piel del arqueólogo más famoso del mundo.
El caso es que con una idea de Lucas, pulida por Kasdan, dirigida por Spielberg y protagonizada por Harrison Ford —acompañado brillantemente por gente como Karen Allen, Paul Freeman, Ronald Lacey, John Rhys-Davies, Denholm Elliott, Wolf Kahler y un jovecísimo Alfred Molina—, todo hacía pensar que sería el nuevo exitazo… y lo fue, ya que tanto prensa como público se rindieron a sus pies, y no logró demasiados premios porque Gandhi de Richard Attenborough le pasó por delante en, por ejemplo, los Oscars, pero la posteridad ha hablado e Indiana Jones es un nombre reconocible en las cuatro esquinas del mundo.
Y se podría seguir hablando de esta cinta, de su maravillosa banda sonora —con un John Williams que marcó una época antes de que llegara Hans Zimmer— y de su cuidada fotografía, pero lo importante es que ha llegado a ser tan relevante para el público que son muchos los que se meten en la facultad de historia con la esperanza de emular al bueno de Indiana Jones aún sabiendo que es todo fantasía… como un servidor. Así que solo me queda por añadir que es una cinta irrepetible.