
Roland T. Flakfizer es una abogado de tres al cuarto, un experto perseguidor de accidentes y ambulancias que se dedica a estafar a todo cuanto se cruza en su camino por cuatro chavos, pero cuando la rica viuda Oglethorpe lo llama para que acuda a la lectura del testamento de su marido lo deja todo con el símbolo del dólar en los ojos. Al principio solo cuenta con cautivar a la rica y casarse con ella, pero los planes cambian cuando el difunto deja la mitad de su fortuna para que se monte una compañía de balé, cuyo director ejecutivo cobrará un sustancioso sueldo. Sin embargo, todo no será un camino de rosas, ya que deberá luchar contra Edmund Lazlo, el abogado de la familia, que también tiene el mismo objetivo, y ambos están dispuestos a cualquier cosa por el dinero. Por suerte, Roland no estará solo frente a Lazlo y sus influencias, sino que contará con la ayuda de Rocco Melonchek, un loco taxista sin carné de conducir, y Jacques, el ingenioso pero bobo sirviente de Oglethorpe.
Para aquellos que se lo estén preguntando, sí, Escápate como puedas —o Brain Donors en su versión original, víctima de la moda del «…como puedas»— es un remake de Una noche en la ópera, pero ambientado en el mundo del balé. A decir verdad, esta peli coge el esqueleto de una noche en la ópera —en cuanto a ritmo y trama—, y si bien reproduce algunos gags de la cinta de los Hermanos Marx —no solo de Una noche en la ópera, sino también de, por ejemplo, Un día en las carreras—, también se ve notablemente influenciada por el tipo de comedia gamberra americana de los ochenta —con elementos sexuales y deshinibidos—, así como de las payasadas de los Tres Chiflados. En este sentido, la historia de los Marx parece una fórmula perfecta en que se puede adaptar y renovar para cualquier tiempo y lograr una comedia brillante. Y es que Escápate como puedas es eso, una de las mejores comedias de los noventa y consigue lo que muchos no han logrado, que un remake esté a la altura del original.

Para ello, Dennis Dugan y su equipo se valen de un metraje de unos escasos ochenta minutos que, además, se pasa volando porque no hay un segundo de descanso. Los personajes se mueven por delante de la cámara cual actores de vodevil —al fin y al cabo, ese es el origen primario de la cinta—, logrando versionar a la perfección la dinámica que tenían los Marx. Aunque aquí no hay un Groucho con el bigote pintando, ni un Chico que toque el piano, ni un Harpo que hable a bocinazos, sus alteregos logran una versión renovada de estos personajes. Bob Nelson, comediante y monologuista, interpreta a Jacques, cuya gabardina nos recordará a Harpo, ya que de ella puede salir cualquier cosa, pero esto es llevado al extremo como gag recurrente, pero no por ello se hace pesado, ya que, cada vez, es diferente. Mel Smith —guionista, director y actor británico que empezó junto a Rowan Atkinson— da vida al equivalente a Chico, pero mucho más pasado de vueltas, más directo, pero igual de ingenioso y que sirve como contrapunto perfecto al personaje de John Turturro. Este tiene la importante labor de reemplazar a Groucho… y lo clava, aunque sus bromas en su mayoría están muy salidas de tono —los tiempos cambian, por supuesto—, tiene el talento para esa incesante verborrea cargada de puyas y chistes que podría apabullar, pero solo nos hace estallar en una carcajada continua.

Los números musicales —elemento esencial de los Marx— son sustituidos y reducidos a un par de coreografías, pero, por fortuna, la última de estas se convierte en el gran espectáculo final, en la que los tres personajes principales lo dan todo para sabotear el balé. Es en escena, sino antes —porque de momentos memorables hay unos cuantos—, en la que se demuestra el esmero que hubo en esta producción para cuidar al trío protagonista, ya que, si este hubiera fallado, la cinta se hubiese estrellado como otros remakes que han pretendido emular a los grandes de la comedia americana.
Escápate como puedas es una peli para ser vista, para ser disfrutada y, sobre todo, para ser reída, ya que, por un motivo u otro, nos guste el ingenio o el gag físico, lograra satisfacernos; al mismo tiempo que nos demuestra que, cuando se quiere, se puede conseguir un remake digno que, en muchos momentos, consigue que no recordemos —que no olvidemos—, la original y brillante Una noche en la ópera de los Hermanos Marx.