
Está claro que no iba a ser tan buena como la primera. Gladiator 2 prometía ser el regreso épico al Coliseo que todos esperábamos, pero lo que nos dieron fue un circo… literalmente, con tiburones incluidos. Ridley Scott, el legendario director de 86 años, nos lleva de nuevo a Roma, pero sin todo lo que hacía especial a la primera película: la emoción, la intriga y los personajes memorables.
Si viste la primera Gladiator, ya sabes exactamente de qué va esta secuela. En serio, es básicamente la misma película, pero con más presupuesto y menos alma. ¿Te acuerdas de Máximo Décimo Meridio, el general traicionado convertido en gladiador que desafió a un imperio? Bueno, ahora tenemos a Lucio Vero (Paul Mescal), un tipo que intenta seguir los pasos de Máximo, pero con el carisma de una piedra y una historia emocional digna de una telenovela barata.
La trama es tan predecible que hasta el tráiler te cuenta el final. Hay bastantes combates, solo que esta vez, en lugar de tigres, tenemos babuinos y tiburones en el Coliseo. Sí, tiburones. Si lo que querías era ver Sharknado en la Antigua Roma, estás de suerte.
En cuanto a los personajes, Lucio se supone que es el protagonista, pero lo único que provoca son suspiros y ganas de volver a ver la primera película. Paul Mescal hace lo que puede, pero su personaje está tan mal escrito que ni él sabe qué está haciendo ahí.

Lo mismo pasa con su contraparte. Cómodo (Joaquín Phoenix) era un psicópata carismático que te daba escalofríos con una sola mirada. En esta secuela tenemos no uno, sino dos emperadores tan patéticos que parecen salidos de una comedia. No son malvados, son simplemente tontos, y eso no da miedo, da pena.
El único mínimamente interesante es Denzel Washington, que aparece como un mentor/malote, un intento desesperado de replicar al inolvidable Próximo de Oliver Reed. Dentro de lo que cabe, está bastante bien. ¿Pedro Pascal? Está ahí porque, bueno, es Pedro Pascal, pero no logra despegarse de su imagen de “papá guay” que lleva años cultivando. Incluso Connie Nielsen, que regresa como Lucila, parece estar allí solo para recordarnos que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Hablando de la acción, que debería ser lo mejor de la cinta. ¿Te acuerdas de esas batallas épicas y llenas de tensión de Gladiator? Aquí las han sustituido por un festival de CGI y acción desmedida que te hace sentir que estás viendo un videojuego. Todo se ve tan falso que deja de ser creíble. Esto es ya una constante en las películas actuales: el CGI se ve peor que antes, y las escenas de acción son tan inverosímiles que te sacan de la historia.

Las batallas son espectaculares, sí, pero carecen de propósito. Todo es más grande, más ruidoso y más absurdo, pero nunca te importa lo que está pasando porque los personajes no te importan. Es como si Scott hubiera decidido que el público de hoy solo quiere explosiones y peleas, olvidándose de que lo que hizo grande a Gladiator fue el equilibrio entre la acción y el drama.
En cuanto a la banda sonora, no hay nada nuevo. De vez en cuando rescatan alguna pieza de la anterior simplemente para recordarte lo buena que era la original.
En definitiva, Gladiator 2 es un refrito mal hecho de la primera, un espectáculo vacío que confunde épica con ruido y drama con exageración. Si buscas un festival de acción y efectos especiales, tal vez la disfrutes, pero si esperabas una secuela digna de la original, prepárate para salir decepcionado. Si no fuera una secuela de Gladiator, seguiría siendo mala, pero al menos no tendría el peso de intentar igualar a una obra maestra.