
Clint Eastwood es una leyenda del cine, es un hecho, no hay duda. No solo por su carrera como actor, sino también por su brillante trayectoria como director. Sin embargo, todas las leyendas tienen un principio, y en el caso de Eastwood, fue como uno de los primeros «tipos duros». Tras darse a conocer como uno de los forajidos más fríos del Viejo Oeste en los spaghetti western de Sergio Leone a mediados de los sesenta, la carrera de Eastwood fue hacia arriba con títulos como La jungla humana (Don Siegel, 1968) y Los violentos de Kelly (Brian G. Hutton, 1970). Pero alcanzaría lo más alto de la industria cinematográfica de su California natal, cuando se metió en la piel del detective de la policía de San Francisco, Harry Callahan, más conocido como Dirty Harry o Harry el sucio.
Una mujer es asesinada en un ático de San Francisco por un misterioso francotirador que, para horror de la ciudad, deja una nota, firmada con el sobrenombre de Scorpio, amenazando en seguir matando cada día si no se le paga un rescate. Aunque al principio las autoridades no aceptan, la muerte de un niño y el posterior secuestro de una joven, los llevan a aceptar el dinero con la esperanza de conseguir detenerlo, pero no es así. Sin embargo, con lo que no cuenta el asesino, es que el agente responsable de la investigación no es otro que el detective Harry Callahan, más conocido como Harry, el sucio, que no dudará en hacer todo lo que esté en sus manos —sea legal o no— para detener a este maníaco que aterroriza las calles de San Francisco.
Lo curioso de la icónica —y ya casi legendaria— relación entre Clint Eastwood y Dirty Harry, es que en un principio el actor no había sido el elegido para el papel. El personaje, que estaba pensado para un hombre de más de cincuenta años, en concreto se había pensado en Frank Sinatra, que rechazó el papel por no poder sostener el mítico revólver Magnum del calibre 44 de Smith & Wesson. Sin embargo, Eastwood no fue ni la segunda ni la tercera opción, ya que después de Sinatra se sondeó a John Wayne, Burt Lancaster, Robert Mitchum, Steve McQueen y Paul Newman, que también renunciaron al personaje, pero fue el último de ellos que recomendó que se lo ofrecieran a Eastwood, que si bien apenas tenía cuarenta años, supo meterse en la piel de este mítico icono de la cultura mundial. A pesar de su juventud y de no ser, todavía, una gran estrella, Eastwood solo puso una condición para aceptar el papel, que el escenario dejara de ser Nueva York para serlo su ciudad natal, San Francisco. Pero, por casualidades del azar, resultó que el actor que, en teoría, no encajaba en el papel y el rodaje en una ciudad que no era la original, convirtió esta cinta policíaca y a su protagonista en dos referentes, no solo del cine, sino también de la cultura pop.
«Sé lo que estás pensando: si dispare las seis balas o solo cinco. La verdad es que, con todo este ajetreo, también yo he perdido la cuenta. Pero siendo este un Magnum 44, el mejor revólver del mundo, capaz de volarte los sesos de un tiro, ¿no crees que debieras pensar que eres afortunado? ¿Verdad que sí, vago?»
Imaginemos, por un segundo, como hubiera sonado esta celebre frase de Dirty Harry interpretada por cualquiera de los candidatos anteriores a Eastwood. Por suerte, no fue así.
A pesar de la brillante interpretación de Eastwood del detective Harry Callahan —que le valió para llevar a cabo cuatro secuelas—, Harry, el sucio no se sustenta solo en ella, sino que hay dos elementos más que juegan a favor de la película: el villano y la idoneidad de la trama. Scorpio fue interpretado por un desconocido Andrew Robinson, consiguiendo una personaje realista de un psicópata y asesino en serio, que incluso lo llevó a recibir amenazas de muerte y, eso, cuando el actor era un declarado pacifista y hacía una mueca de desagradado cada vez que tenía que sostener una arma, aunque eso le da un cierto toque más de locura a Scorpio.
Además, la película se inspiró en el asesino del Zodiaco que actuaba en la zona de San Francisco a finales de los sesenta, y supo captar la atención del público que necesitaba ver como ese temido asesino —que no fue capturado— recibía un severo castigo, aunque solo fuera en la ficción.
Dirty Harry es, además de una gran película, un auténtico tributo a la ciudad de San Francisco. Solo a excepción de la famosa escena del tiroteo frente al banco, toda la película fue rodada en los exteriores de la ciudad californiana, seguramente cumpliendo la petición de Eastwood, que, además de actor, ejercía como productor ejecutivo con The Malpaso Company.
En pocas palabras, Harry, el sucio fue importante —y sigue siéndolo— por que, por un lado, supo contar una historia realista a la vez que daba a luz a un icono del cine y la cultura; y, por el otro, estableció las bases de un género tan relevante hoy en día como es el policíaco, en el que un duro agente de la ley, a pesar de sus métodos bastante expeditivos, se convierte en el mejor policía de la ciudad y al que todos recurren. Además, con Harry, el sucio, Clint Eastwood se convirtió el tipo duro original, dando forma a un papel que iría perfilando a través de los años, con películas como El sargento de hierro (1986) o, incluso, Gran Torino (2008).