
Como era de esperar, habiendo establecido a la saga y habiendo creado una necesidad en el público para ver la siguiente entrega de Harry Potter, dos años después del estreno de La cámara secreta, el mundo mágico de J. K. Rowling regresó a la gran pantalla, pero no lo hizo como lo había hecho hasta entonces, sino que después de dos entregas de la mano de Chris Columbus cambió completamente hacia otra dirección.
El tercer año de Harry empieza abruptamente cuando abandona la casa de sus tíos después de una pelea por utilizar magia, él cree que lo expulsarán de Hogwarts e, incluso, teme que lo detendrán por uso indebido de magia, pero en su lugar es recibido por el ministro de magia, Cornelius Fudge, casi como si fuera su hijo. Y es que el último fiel de Voldemort, Sirius Black, ha huído de Azkaban y parece que todo el mundo cree que su objetivo no es otro que Harry Potter, el niño que acabó con su líder.
Como sucede con la novela, la historia que se nos presenta en esta peli es mucho más madura y si bien da la sensación de que sigue los mismo derroteros que las anteriores, lo cierto es que hay una reflexión más profunda sobre el paso de la infancia a la madurez, siendo este el primer año en el que Harry deja de ser un niño para empezar a crecer. En cuanto argumento, aquí tendríamos el punto de partida, sin embargo, el cambio de rumbo más notable se nota en la manera en la que se ha llevado la historia a la pantalla. Para empezar, hay un gran tijeretazo en general a la trama, se conserva lo necesario, pero es interesante saber que personajes que en el libro aparecen como secundarios, como Cedric Diggory o Xo Xang, aquí desaparecen así como otros hechos que si bien no marcan una diferencia, sí que le aportan cierta profundidad al mundo de Harry Potter. Al igual que sucedía en la anterior cinta, se nota la necesidad de recortar para poder contar bien la historia principal en la gran pantalla.

Pero donde realmente veremos un cambio es en la manera de hacer la peli. Atrás queda el estilo de blockbuster americano que hasta entonces había dado Chris Columbus y Alfonso Cuarón opta por un tono más oscuro, mucho más oscuro, hasta el extremo de que los únicos colores vivos es el de los cabellos de los Weasley. Además, si hay cierta tendencia a lo lúgubre en cuanto al tono y ambientación, también hay una poco de caricaturización del mundo, con elementos que no son tan radicales en el libro y que aquí son llevados al extremo, como el cambio físico del profesor Flitwick, el Autobús Noctámbulo o La marmita chorreante, que llega a tener la estética de una casa encantada. Por otro lado, se nota el deseo de meter al espectador en la pantalla mediante la cámara en mano que se utiliza prácticamente de principio a fin, siguiendo los pasos de los protagonistas como si fuéramos uno más en la acción. En este sentido, el trabajo de Alfonso Cuarón es notable, sin embargo, por muy bien hecho que esté, desentona tanto con sus predecesoras que, depende de que situación, da la sensación de que se está viendo una versión indie de Harry Potter.
Si antes comentábamos que había ausencias interesantes como las de Diggory o Xang, es importante remarcar la incorporación de nuevas caras al ya brillante elenco de la franquicia. Por tercer año se renueva al profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, con David Thewlis como Remus Lupin, que repetirá en adelante, y al que llegó después de audicionar para otros papeles en anteriores entregas, pero que es el que realmente le queda como anillo al dedo. Junto a él también llega a la franquicia Sirius Black y Gary Oldman, uno de los grandes del cine británico y mundial, se hará cargo de interpretar al consternado padrino de Harry. Y, finalmente, la tercera incorporación no es otro que otro grande del cine como Timothy Spall como Peter Pettigrew. Alejándonos del que juegan un papel importante en la trama que rodea a la familia de Harry, también tenemos que añadir a la lista de incorporaciones a la siempre impresionante Emma Thompson que se convierte en Sybil Trelawney, la profesora de adivinación, cuyo talento es discutible y a cuyo personaje Thompson se lo da todo, demostrando, una vez más, que la labor de casting en las producciones de Harry Potter es impresionante y muy bien cuidada.

Aunque el trabajo de Chris Columbus fue muy útil en las dos primeras entregas en la que se buscaba un entretenimiento para toda la franquicia, lo cierto es que aquí se percibe un interés por tomar otro rumbo, el de una historia de madurez, por lo que no el estilo del anterior director no encajaba del todo; entonces se optó por Cuarón, pero este fue demasiado rompedor y lo cierto es que si bien la cinta está bien hecha y logra captar la esencia del libro, se desmarca demasiado de lo que no podría esperar de Harry Potter, por lo que no fue una sorpresa que para la siguiente entrega el mexicano fuera sustituido.
En fin, dejando a un lado las valoraciones estéticas y las más que notables diferencias con la obra de Rowling, lo cierto es que el resultado final es lo suficientemente resultón y encaja bastante bien en lo que se narra, siendo esta la única entrega en la que, estrictamente hablando, no hay un villano contra el que luchar, más allá de los fantasmas del pasado.