Un año después de dar el pelotazo en la gran pantalla con La piedra filosofal, el mundo de Harry Potter volvió a los cines para repetir el éxito con una película que se empezó a rodar pocos días después del estreno de la primera. Como es de suponer, la premisa de la historia sigue la misma del libro: el segundo año de Harry en Hogwarts, los ataques misteriosos a alumnos, el conflicto entre pura sangre y sangre sucia, el diario de Tom Riddle, y todo eso que ahora, veinte años después del estreno, ya todos conocemos.
Sin embargo, aunque el hilo conductor es el mismo y los hechos transcurren del mismo modo que en la historia en papel, es cierto que si en el caso del primer libro casi es una copia exacta, aquí es cuando se empiezan a ver las diferencias que se acentuaron en las entregas siguientes. A parte de las típicas omisiones de subtramas que llenaban demasiados minutos de una peli bastante larga para tratarse de una aventura infantil, hay muchos elementos que le restan profundidad a la trama, se omiten muchos personajes, sobre todo, personajes, y otros sucesos son tratados con mayor detalle, véase el caso de las cosas raras que suceden en el castillo —como las muertes de los gallos de Hagrid o la relación que Harry tiene con los demás alumnos después de que hable pársel— que hacen que en el libro la tensión se mantenga por lo que ocurre, y en la película por como ocurre. Por otro lado, como es de esperar, ciertos elementos enfocados a la acción en la peli, como los partidos de quidditch, en el libro son más breves y en la peli se extienden en favor de la espectacularidad. Ya que si algo es innegable es que si bien se reduce la trama y se condensan elementos para no alargarse demasiado, el ritmo es trepidante, haciendo de esta peli un torbellino de sucesos dignos de la mejor fantasía para adulto.
Aunque, como hemos dicho, la peli pierde un poco de detalle respecto al libro, hay ciertos elementos que crecen y logran superar a los del libro, y, en este caso, son, sobre todo, la profundidad de ciertos personajes. Como es normal, a parte de los que ya se hicieron un hueco en la primera entrega, esta segunda trae caras nuevas que si en el libro resultan importantes, aquí van un poco más allá. En primer lugar, tenemos a Dobby, un personaje que si bien es clave para la trama —tanto de esta entrega como de algunas posteriores—, también es, para mí, uno de los más odiosos, al menos en su versión cinematográfica, no solo por como habla y reacciona violentamente, sino también por sus implicaciones a nivel social… me duele ver algo como la esclavitud en una cinta de fantasía, que le vamos a hacer. Pero en segundo lugar tenemos la incorporación de dos personajes que me parecen brillantes y se encuentran entre mis favoritos. El primero de ellos es el de Gilderoy Lockhart, interpretado por el gran Kenneth Branagh que se sale dibujando al egocéntrico mago, pero a la vez llevándolo a mitad de camino de la idiotez y la socarronería que resulta simpático incluso sabiendo que, en realidad, es todo un cabrón. El segundo es Lucius Malfoy, un personaje importante pero secundario del libro que con la presencia que le da Jason Isaacs consigue convertirlo en uno de los protagonistas de la entrega, además de otorgarle mucha más profundidad de la que tiene en el libro, donde no deja de ser el malvado padre de Draco.
Así pues, vemos que si bien La cámara secreta es cuando se empieza a ver que los libros y las pelis no pueden ser copias exactas los unos de los otros, también descubrimos que si se escoge bien lo que se tiene que contar y como debe hacerse, el resultado es igual de extraordinario. Y es que aunque se percibe la intención de darle un tono más oscuro a la cinta, se trata de una secuela natural, apenas se ven las diferencias de ambientación con la primera. Por decirlo de algún modo, si las vemos una seguida de la otra apenas notaremos diferencia más allá de la necesidad de sutiles cambios debidos a la trama.
Como sucede con el libro, La cámara secreta nos abre el mundo de Harry Potter viendo que hay algo más que Hogwarts y el Callejón Diagon, también existen lugares como la casa de los Weasley, y es en estos detalles cuando el cine gana de goleada a los libros, porque va un paso más allá de lo que podíamos haber imaginado y nos hace caer de culo en cuanto a su aspecto visual que, como sucede con La piedra filosofal, nos hace abrir la boca de asombro y seguir esperando esa maldita lechuza.