
Después de descubrir un mundo completamente nuevo —y mágico— en el que realmente se siente uno más y no un marginado como en el de los muggles, Harry Potter regresa para un segundo curso en la escuela Hogwarts, pero desde el principio se meterá en problemas al infringir un sinfín de normas del colegio al llegar montando en un coche volador creado por el padre de Ron. Pero aquí no se acaban los problemas, ya que en seguida empezarán a suceder cosas extrañas en la escuela, como la petrificación de la gata de Filch o la de algunos alumnos, haciendo que la leyenda de la cámara secreta empiece a circular por los pasillos. Este rumor, alentado por algunos como Malfoy, dice que el heredero de Slytherin abrirá la cámara y soltará un mal que se llevará a todos aquellos que no sean de sangre pura, es decir, que no tengan ascendencia muggle. Como es habitual en ellos, Harry, Ron y Hermione empezarán a investigar para averiguar dónde está la cámara, qué se esconde en ella y, lo más importante, quién la abrirá.
Si con el primer libro Rowling nos presenta un universo nuevo, dándonos solo pequeñas pinceladas que se centra en el colegio y la magia y poco más, aquí expande este universo presentándonos nuevos personajes, nuevos roles en esta sociedad secreta y nuevas partes de este mundo, como el hogar de los Weasley que es el primer hogar de brujos que aparece en la serie. De esta manera, también nos permite entender que la brujería no se reduce solo a Hogwarts, sino que hay toda una sociedad que vive en paralelo a los muggles, que tienen sus costumbres, sus famosos y sus conflictos como nosotros. Precisamente es aquí donde Rowling hace mucho hincapié, y es que uno de los hilos conductores de la trama, más allá del misterio que rodea a la cámara y terror que suponen los ataques a los alumnos, es el racismo o el clasismo entre los brujos, dejando claro que hay algunos que desafortunadamente, como nosotros, distingue entre personas de niveles diferentes. Además, el personaje de Dobby, también nos muestra la diferencia entre especies, y como seres pensantes como los elfos son casi esclavos en familias como las de los Malfoy. Todo ello le aporta una complejidad al universo de Harry Potter que en la primera entrega quedó en un segundo plano al favorecer el descubrimiento de ese nuevo mundo.
Por otro lado, vemos como los personajes empiezan a tener unos perfiles más definidos, es decir, dejan de ser arquetípicos para profundizar más en sus personalidades, Hermione deja de ser la sabionda y la chica buena para ser una más del trío, de la misma manera que personajes como Neville quedan en un segundo plano. Al igual, los profesores también juegan un papel esencial, por lo que, por ejemplo, McGonagall ya no será tan estricta o Snape, aunque siempre planeará como una sombra por encima de los Gryffindor, quedará en un segundo plano con la aparición de Gilderoy Lockhart… pero de este ya hablaremos cuando lleguemos a la película, ya que valdrá mucho más la pena.
Personalmente, si bien el primer libro siempre me ha gustado y lo recuerdo con mucho cariño porque me abrió los ojos en cuanto a que en los libros todo era posible, La cámara secreta siempre ha sido mi favorito de la serie, por tener es punto de misterio y terror contenido que genera una tensión que te lleva a devorar las páginas sin parar saber qué está sucediendo en Hogwarts. Por otro lado, una de las grandes virtudes que tiene para mí es algo que también ocurre en El prisionero de Azkaban, que no es otra cosa que el malo no es Voldemort, como sucederá del cuarto libro en adelante, sino que es algo diferente —aunque en este caso conectado—, aportándole originalidad a la trama y su resolución.
El resultado de la combinación de todos estos elementos es un obra bastante perfecta de la fantasía juvenil, a pesar de las reticencias y los miedos que tuvo Rowling cuando la redactaba, por no llegar al nivel de La piedra filosofal y provocando que muchas cosas quedarán guardadas para siguientes entregas. A pesar de ello, se nota que es un libro escrito con bastante confianza, ya que el argumento no se resuelva tan al final como en La piedra filosofal, sino que se va macerando a fuego lento desde el principio, esperando a que llegue el momento adecuado para el enfrentamiento final entre Harry y el villano.