Nacido entre las sombras y traído a nuestro mundo por el brujo Rasputín, el chico demonio que vino para destruir a la humanidad se convierte en un humano un tanto peculiar. Bajo el cuidado del Dr. Bruttenholm, Hellboy se convierte en el líder indiscutible de la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal, o AIDP, y se encarga de limpiar nuestro mundo de todas aquellas criaturas místicas que acechan la seguridad de los humanos, cuando él fue llamado para destruirla. Ataviado con una gabardina, espesas patillas, peinado samurái y los cuernos cortados, Hellboy se convierte en el terror de las criaturas de la noche cuando empuña su gran revolver o amenaza con la mano derecha del destino.
Hellboy es una serie que aún sigue viva veinte años después de su creación. Como todas las series tiene sus altibajos, y para mí -que aún la sigo leyendo- su mejor momento fueron las primeras aventuras hasta que Hellboy abandona la AIDP, ya que hay una mezcla brillante de folklore, fantasía, creatividad, terror, acción y humor que le dan ese toque de anti-héroe que tanto gusta. Además el trazo rústico de Mignola con los colores vivos y planos mezclados con grandes cantidades de negro, le dan a las historias un aspecto oscuro que choca con el humor que llena cada una de las viñetas. Algo que hace especial los relatos de Hellboy es la concisión de sus textos y diálogos, Mignola no gasta una palabra de más cuando las imágenes hablan por si mismo. Del mismo modo, durante los primeros relatos la información que tenemos del mundo de las hadas solo es lo estrictamente necesario.
En los cinco primeros álbumes de la edición en cartoné -debemos especificar que con los cómics americanos siempre hay un centenar de ediciones-, se nos presentan dos arcos temporales. El primero es el del presente, o del presente en que se dibujo, y el segundo son pequeños casos y aventuras que Hellboy protagoniza en pasado, desde que “nace” en Inglaterra hasta que se cruza con el primer arco temporal.
En estos pequeños casos se cruza con toda una amplia variedad de criaturas procedentes del folclore, la mitología y la literatura fantástica clásica.
Mientras Rasputín lleva a cabo unos experimentos para los nazis, para conseguir el poder supremo que dé la victoria definitiva a Hitler, sin embargo no conocen con exactitud las consecuencias del experimento, es entonces que Hellboy nace en este mundo de una bola de fuego. En ese experimento, llamado «Ragnarok«, el apocalipsis de la mitología nórdica, los nazis tenían puestas todas las esperanzas para conseguir un arma definitiva de carácter sobrenatural, que les garantizara la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Los nazis no consiguieron su cometido, pues esa arma definitiva resultó ser un pequeño demonio que cayó en poder de soldados norteamericanos. El mundo de Hellboy da un giro después de toparse con su padrino en Semilla de Destrucción. Hellboy conoce su función en la tierra, a Rasputín y al Jahad, “los siete que son uno, los siete dioses del caos”, un ser de tentáculos, el caos personificado en un ser primitivo sepultado en capullos de cristal en una dimensión perdida, deseoso de destruir el universo y hacerlo suyo una vez más. Rasputín casi logra romper la prisión del Dragón usando el poder de Liz Sherman, pero, finalmente, Hellboy destroza a Rasputín. Confuso y aturdido, empieza a darse cuenta de su origen y su terrible deber, ser la bestia del apocalipsis y que su mano es, en realidad, la llave del destino. Hellboy se topará con vampiros de la era napoleónica, como Giurescu, hijo de la diosa Hécate, reina de las brujas, que se enamora al instante de Hellboy. Éste la acaba destrozando, pero resucita en una dama de hierro de gran antigüedad.
Con cada aventura Hellboy irá conociendo más secretos de su destino, de su familia diabólica, y amigos como Roger el homúnculo, que se une a la Agencia para formar equipo con Abe Sapien, un extraño ser parecido a un pez pero de forma humanoide, y Liz Sherman, una piroquinética.
Después de que Hellboy abandone la AIDP en El gusano vencedor, el tono de la historia cambia radicalmente. Por un lado aparecieron Historias Extrañas, Historias Extrañas II y Hellboy Jr. que forman un conjunto de colaboraciones en el que el personaje de Hellboy es interpretado por diversos autores dando lugar a unas historias fuera de la línea temporal de Mignola. Es a partir de Lugares Extraños -formado por El tercer deseo y La isla– que Hellboy deja de ser el tipo duro bocazas que hemos conocido hasta ahora para convertirse en alguien que se está buscando a sí mismo, y a pesar de que se encuentra con algún que otro monstruo que se las hace pasar canutas, ya no es lo mismo. A parte de esto, en los recopilatorios de historias podemos leer aventuras sucedidas en el pasado, cuando Hellboy pertenecía a la AIDP, pero te das cuenta que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Todo esto es en cuanto argumento, a nivel técnico -y aquí quiero remarcar que esta es mi humilde opinión-, Mike Mignola cede la tarea de dibujo a otros autores, y a pesar de que hay dibujantes que mimetizan a la perfección su estilo, como Fegredo, hay otros que, a mi parecer, estropean la estética que Mignola creó durante casi diez años.
Estos dos elementos juntos hacen que la esencia del antihéroe caza-monstruos se pierda en favor de unos relatos que van más allá de la fantasía y la acción y se adentran hacia algo más parecido al terror fantástico. Además, mientras que hasta El gusano vencedor el mundo de las hadas solo era escrito lo estrictamente necesario, después de que Hellboy abandone la AIDP se profundiza en ese mundo y sus formas de vida, y pierde la esencia del misterio que hasta entonces lo había cubierto todo.
Los anti-héroes es algo que gusta a todo el mundo, gamberros, bocazas y tipos duros, pero al final buenos y responsables que van más allá del deber. Personajes como Jason Bourne, Deadpool, Hulk, Jack Sparrow, Spawn o V, son antihéroes, pero ninguno de ellos llega al nivel de Hellboy, que pasa de ser el demonio personificado a ser el abanderado de la humanidad.