Más de una década ha pasado ya desde que Ron Perlman se pusiera a las órdenes de Guillermo del Toro para encarnar al diablo rojo creado por Mike Mignola. Desde entonces muchas fueron las voces que dijeron que habría una tercera entrega, todas las partes parecían dispuestas a ello, pero los calendarios del director y las malditas diferencias creativas que siempre surgen, hicieron que el proyecto se fuera postergando indefinidamente. Entonces fue cuando Mignola tomó las riendas del guion y empezó a crear una tercera parte, sin embargo, Del Toro no quiso dirigirla si no tenía todo el control creativo de la cinta, y Perlman se negó a protagonizarla sin su amigo mexicano no la dirigía. Conclusión, se optó del método más sencillo para seguir aprovechando el filón de una franquicia, un reboot.
Un equipo completamente nuevo se reunió alrededor del autor del cómic para satisfacer sus necesidades, nuevo reparto, nuevo director, nuevo concepto, etcétera, etcétera, todo para traernos una película que, bueno, no llega ni a la mitad de lo que fueron las dos entregas de Del Toro. No quiero decir que las otras fuesen obras maestras y esta no, pero se nota que la sombra de las predecesoras es muy larga… y la de Ron Perlman aún más.
Basándose en las historias contenidas en los cómics de La oscuridad llama, La cacería salvaje y La tormenta y la furia, se nos presenta un reinicio un tanto soso de la historia de Hellboy. Existe una hechicera maligna que quiere dominar el mundo —en un segundo intento, porque el primero lo frustró el Rey Arturo— y destruir a la humanidad, entonces Hellboy, hijo de ambos mundos, deberá luchar contra su propio destino para hacer frente a tal amenaza… y ya. En pocas palabras, hay una mujer muy mala, muy mala, muy mala, que quiere hacer cosas muy malas, muy malas, muy malas, pero el héroe no tan malo como parece hará algo bueno para vencerla. Entre medio de todo, se nos presentarán personajes y situaciones que solo parecen destinadas a desembocar en las posibles secuelas, como Baba Yaga o Abe Sapien, en las que seguro que se tratan los argumentos que ya se utilizaron en las pelis de Del Toro. Todo muy lógico, como acostumbra a pasar con los reboots forzados.
Dejando a un lado la cuestión del argumento —muy mejorable, por otra parte— estamos ante una de esas películas —o adaptaciones— cuya estética es esencial para tener éxito, por lo que debe transportar la esencia de los cómics a la gran pantalla; desafortunadamente, aquí también se queda a medio camino. Aunque la ambientación es correcta, el estilo deriva más de una peli de «terror» —muy en línea de Resident Evil o Underworld— que no de una ciencia ficción y fantasía, auténtica base de las aventuras de Hellboy; y eso que hay secuencias que son directamente extraídas de los cómics, pero se comete el error de querer reproducir una historia tal cual sin tener en cuenta el salto de medio, cosas que funcionan muy bien en las páginas de un cómic, pueden fallar por todas partes en el cine y viceversa.
Otra de las piezas esenciales de Hellboy es el propio Hellboy, y aprovecho este punto para decir que el resto del reparto es completamente insustancial: Ian McShane hace de Ian McShane, como Milla Jovovich hace Milla Jovovich, y el resto pues está ahí, por lo que no hace falta fijarnos en nada más que no sea David Harbour, si es que se le puede ver bajo todas las prótesis. La calidad interpretativa del actor queda completamente anulada al no poder distinguir ni una expresión que no sea una cara de asco mostrando los dientes inferiores y con la boca abierta —seguramente sino no podría respirar—, por lo que no importa lo que diga o haga, siempre queda igual. Admito que en los carteles es una pasada, pero en la cinta es cansino y poco creíble, haciendo que la versión de Perlman le dé mil vueltas a la suya, y eso que a veces ya pecaba de inexpresivo. Además, hay un interés para recordarnos que el personaje es un tipo duro —un badass que dirían los americanos—, pero a excepción de mucha sangre, algún taco, una calificación R y algún que otro chascarrillo, el Hellboy de 2004 era mucho más duro que este.
A grandes rasgos, toda la peli huele a reaprovechado —como cuando recalientas las sobras de una semana para cenar el sábado—, se han ido cogiendo piezas de aquí y de allí: una historia que, a excepción de ciertos detalles, tiene toda la pinta de ser la tercera parte que nunca se hizo; unos personajes que son secundarios de la serie de cómics, se convierten en protagonistas para no repetir los mismos que en las pelis anteriores; un guion reciclado por el que se ha pagado un dineral y del que se tiene que sacar cierto rendimiento… Todo en pos de seguir tirando de un hilo que, por cierto, nadie se acordaba que existía desde hacía diez años.
Hellboy —originalmente titulada como Hellboy: Rise of the Blood Queen— es una de esas películas que, desafortunadamente, son innecesarias, están hechas a medias y con prisas, y cuyo único fin es sacar más dinero de algo de lo que no hace falta sacar más dinero. ¿Se tendría que haber hecho una tercera parte allá por el 2012? Sí. ¿Debería haberla hecho Del Toro y Perlman? Por supuesto. ¿Hacía falta que se hiciera esta en su lugar? Rotundamente no. Por suerte, siempre podremos volver a ver las de 2004 y 2008.