El Dr. Jones es contactado —de manera poco sutil, por cierto— por el millonario Walter Donovan, un aficionado a las antigüedades, que le propone emprender la búsqueda del Santo Grial al haber perdido a su investigador jefe. Sin embargo le dice que se ha equivocado de Jones, ya que es su padre el experto en las leyendas artúricas, pero Donovan le revela que el anterior investigador no era otro que su padre. Será entonces cuando Indy no dudará ni un instante de seguir las pistas que recopiló su padre a lo largo de su vida no para dar con el Grial, sino para dar con el hombre con el que hace años que apenas habla.
Después del fiasco —por decirlo de algún modo, porque no lo fue en absoluto— de El templo maldito, Spielberg y Lucas empezaron a desarrollar el final de la trilogía con la clara intención de subsanar aquellos errores de los que ellos mismos se arrepentían, por lo que, después de darle muchas vueltas y de muchas reescrituras de guión, repitieron la fórmula que lo petó en Raiders y se regresó al trasfondo judeocristiano al ir tras la pista del Grial y se volvía a tener a los nazis —con colaborador americano de por medio— como principales villanos, dejando que El templo maldito permaneciera como una precuela de las otras dos entregas.
En muchos aspectos, La última cruzada repite el patrón de El arca perdida, no solo por la temática del tesoro y los villanos, sino por toda la estructura argumental, desde la breve introducción a la visita del templo al final y salvarse por los pelos. Sin embargo, a diferencia de Raiders, Crusade nos presenta un historia de trasfondo mucho más contundente, ya que si bien se busca el Grial, lo cierto es que todo se articula alrededor de la relación entre padre e hijo, en como interacción, como se conocen o no, y hasta que punto se sacrificarían el uno por el otro.
Con esta trama que se va cociendo a fuego lento a lo largo de toda la cinta, se necesitaba a un actor de gran prestigio, talla y presencia ante las cámaras para que no quedara en un segundo plano y a la sombra de Harrison Ford que, en aquel momento, ya era una gran estrella. Por fortuna la primera opción de todo el equipo fue la que acabó siendo, y un apoteósico Sean Connery se metió en la piel de Henry Jones Sr. hasta tal punto que no solo lo interpretó, sino que también ayudó a perfilarlo y a definirlo como lo conocemos ahora.
Además de las dos estrellas, también se recupera a los personajes de John Rhys-Davies como Sallah y Denholm Elliott como Marcus Brody, con unos personajes que completaban el póker de héroes. Por otro lado, aquí no hay una heroína, sino una villana interpretada por Alison Doody, siendo Walter Donovan el gran villano, que queda perfecto con el rostro de Julian Glover y su secuaz nazi, el coronel Vogel, con un Michael Byrne —cuya cara suene a los más jóvenes como el primer Grindelwald que apareció en la primera parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte— a la altura de los nazis que hubo en Raiders. Todo ello, junto con una producción magnífica y una dirección que tenía muy claro lo que quería, dio lugar a una cinta espectacular para terminar la trilogía por la que George Lucas convenció a Steven Spielberg.
Lo cierto es que, personalmente, si bien me encanta El arca perdida y la he visto un millón de veces, y no me entusiasma demasiado El templo maldito, siendo la que siempre evito cuando no me siento completista, para mí, la mejor, sin duda alguna, es La última cruzada, por muchos motivos. Para empezar presenta una historia igual de entretenida que la primera, pero un poco más trascedente; después la química que hay entre Ford y Connery es imposible de mejorar teniendo en cuenta que ambos son protagonistas de sus pelis, y se nota lo suficiente para que nos lo pasemos en grande viendo como se relacionan; y, finalmente, y aunque sea algo muy tangencial, toda peli mejora cuando el escenario es Venecia… tonterías que tiene uno.
Aunque no puedo negar, y nunca me he escondido de ello, que cualquier entrega de Indiana Jones es buena para mí —como lo es de Star Wars, a pesar de poder comprender los errores que puedan tener las pelis más nuevas—, lo cierto es que la imagen final, tras la reconciliación entre padre e hijo, con los cuatro jinetes cabalgando hacia la puesta de sol era un final perfecto no solo para la trilogía, sino también para cualquier historia de Indiana Jones. En pocas palabras, La última cruzada —casi como el título indica— era el final redondo para que Indy demostrara lo que tenía que demostrar en los ochenta y se quedara allí… lo que vino después —como la serie del joven Indy y las nuevas pelis— son extras, largos epílogos y regalos para los fans que, como todo sabemos, siempre pedimos más y más.
En busca del arca perdida, El templo maldito y La última cruzada no son solo tres pelis estrenadas entre los 1981 y 1989, eran —y son— en sí mismas algo perfecto e irrepetible, son el corazón de Indiana Jones y no han empeorado ni con el tiempo ni por tener unas secuelas innecesarias, por lo que permanecerán en el imaginario del mundo entero para siempre… como siempre sucede con los clásicos imperecederos.