
Después de regalarnos uno de los mejores viajes por Japón —del que ya hablamos—, ahora James May se queda en casa para enfrentarse a otro de los grandes géneros televisivos de toda la historia: los programas de cocina. Admitiendo que no tiene mucha idea de lo que hace —aunque por como se desenvuelve en la cocina tampoco es un absoluto ignorante—, el presentador de The Grand Tour se pone frente a las cámaras durante siete episodios para enseñarnos a cocinar de verdad. Precisamente esa la premisa del programa, echar un poco por los suelos a los «grandes» chefs televisivos para mostrarnos que no todo es tan perfecto, y que cualquiera de nosotros puede triunfar en los fogones.
Mientras realizan recetas bastante creativas a la vez que recurren a platos precocinados típicos de la comida británica, James y su equipo nos descubren lo que realmente ocurre tras las cámaras de un programa de cocina. Para empezar, además de que muchas cosas las tienen preparadas de antemano, hay muchos platos que casi se echan a perder a la espera que cámaras y fotógrafos hagan su trabajo y saquen planos cercanos. Por otro lado, aquellos que creíamos que los chefs lo hacían todo solos frente a las cámaras, nos equivocábamos, ya que la mayoría de los programas de cocina cuentan con un asistente —en este caso se trata de Nikki Morgan—, que realmente es la persona que se ensucia las manos y lo tiene todo listo —incluso con una segunda cocina en funcionamiento— para que el rostro conocida pueda rendir al máximo sin sudar.

Lo sorprendente de todo el caso es que con estos elementos sobre la mesa y partiendo de las habituales meteduras de pata a las que nos tiene acostumbrados el presentador, podríamos pensar que, al final, el programa sería más cosa de Nikki y que James solo haría chistes a su alrededor, ¿no? ¡Pues no! Para sorpresa del espectador habitual de Top Gear, James May —aunque nunca llega a renunciar a la ayuda de la experta— consigue realizar un programa de cocina mucho más creíble, serio e incluso útil de lo que uno podría imaginarse. Mientras que Nuestro hombre en Japón es una locura con un sinfín de situaciones histriónicas que rápidamente nos llevan a la carcajada, Oh Cook! es todo lo contrario. Claro que nos reiremos y lo disfrutaremos, pero también conseguirá que nos entre el hambre y queramos ser nosotros los que cocinamos.
Si bien al final resulta que debemos admitir que estamos ante un programa de cocina relativamente «serio», como contrapartida, esto provoca que no consiga destacar tanto como lo hacía Nuestro hombre en Japón respecto a los documentales de viajes. Es cierto que es un buen entretenimiento —tanto para los habituales de James May como para los amantes de la cocina—, con el que nos lo pasaremos bien cuando el presentador cruce la cuarta pared —algo inevitable en el descontrol habitual de los chicos de The Grand Tour—, pero no será un carcajada tras otra, ya que el presentador se pondrá muy serio a la hora de querer hacerlo bien, llegando a olvidar, a veces, que está rodando.