Disney lo ha vuelto a hacer, ha cogido una de las atracciones más legendarias de sus parques —como ya hiciera con Piratas del Caribe y La Mansión Encantada— y la ha convertido en un largometraje de acción, aventura y fantasía para toda la familia. Pero ese no es el tema que realmente preocuparnos, sino responder a la siguiente pregunta: ¿lo ha hecho bien? Salvo las tres primeras entregas de Piratas, son pocas las cintas que han logrado salvarse de las críticas cuando Disney ha querido hacer algo más que la película de animación anual. Sucedió con Tomorrowland, con John Carter y con El llanero solitario, no por malas, sino por tener un contenido que no se ajustaba con los tiempos que corren, hubiesen triunfado antes de Star Wars, no en el siglo XXI.
Sin embargo, Jungle Cruise consigue el punto intermedio perfecto entre la aventura más clásica —propia de la primera mitad del siglo XX— y el cine palomitero actual, y eso lo logra no con una gran dirección, una maravillosa interpretación o un guion más centrado en entretener que en pretender contar una gran historia —que los tiene—, sino en el simple hecho de no verse encorsetada por ningún precedente. A pesar de basarse en una atracción que Walt Disney imaginó para su primer parque allá por los cincuenta y querer seguir la estela de Piratas del Caribe —con la que guarda muchos parecidos—, no tiene miedo en clamar a los cuatro vientos lo que es: pura fantasía cinematográfica. No le importa que sea poco creíble, que la trama esté cogida con pinzas, sino que solo quiere que la gente pase un buen rato. ¿Es una obra de arte? No, no cometeremos ese error, pero se trata de buen cine enfocado a todos los públicos y que logra que nadie se aburra.
La historia —muy en la línea del Indiana Jones más clásico— se centra en Lily Houghton, una botánica rechazada por las sociedades científicas de Inglaterra que pretende encontrar pruebas fehacientes de la existencia de una planta en el Amazonas que tiene la capacidad de curar. Con todo el mundo en su contra y un príncipe alemán persiguiendo el mismo objetivo, Lily y su hermano contratarán a Frank Wolff, el capitán de un barco con mucha caradura y muchos secretos, casi los mismos que esconde el río.
Una vez entramos en la historia y se nos presenta la época y el contexto de la acción —casi la primera mitad de la peli, que sirve como un tributo a la atracción tirando de bromas y recursos que aparecen en ella—, es cuando la cinta deja de ser solo de aventuras, cambia el chip, y se pasa a la fantasía, momento en el que vemos, finalmente, las similitudes con Piratas. Hay elementos que todos quieren —sea una punta de flecha, una brújula o una moneda—, aparecen seres monstruosos y malditos —en ese caso hombres que la selva a engullido, en lugar de muertos vivientes o hombres pez—, y, finalmente, todo se estructura en la búsqueda de un gran tesoro que todos anhelan, aunque sea por motivos diferentes… Y no nos olvidemos de un pequeño detalle, los españoles son los malos, lo fueron con Óscar Jaenada en la cuarta entrega de Piratas, Bardem repitió en la quinta, y aquí aparece Edgar Ramírez —venezolano reconvirtiendo su acento— dando vida al mítico Aguirre, junto a dos actores españoles, Dani Rovira y Quim Gutierrez, que tienen su pequeño momento de pareja villana cómica —a lo Pintel y Ragetti—, aunque sea muy breve.
A pesar de todo ello y de que podríamos considerar esta peli una burda copia que solo pretende seguir tirando del hilo de Piratas, lo cierto es que a pesar de basarse en estereotipos y recursos que todos conocemos, tiene el suficiente carácter para distanciarse y lograr brillar. A parte de los villanos monstruosos de origen patrio y los alemanes —que también acostumbran a pagar el pato—, que cumplen con su cometido en ese segundo plano tan necesario, lo cierto es que todo el carisma que tiene la peli reside en sus dos actores protagonistas, Emily Blunt y Dwayne Johnson. La primera junto a su hermano, interpretado por Jack Whitehall, son una pareja que bien podría parecerse a los Evelyn y John Carnahan de La Momia, por lo que, inevitablemente, el personaje de La Roca tiene todo lo que tenía Rick O’Connell… y un poquito más. ¿Y qué es este poquito más? Pues no es otra cosa que es avasallador y carismático carácter de Dwayne Johnson. A lo largo de la cinta, por mucho que todo el reparto tiene su momento, incluso Blunt logra ponerse a su alcance, lo cierto es que el Frank Wolff de Johnson está a años luz. Por un lado, tiene un guion que le favorece con las bromas típicas de la atracción, pero también ese nosequé que tanto nos gusta.
Entonces, ¿Jungle Cruise logra dar en el clavo o no? Pues creo que… sí. Jaume Collet-Serra —extraña elección teniendo en cuenta su bagaje con La huérfana o La casa de cera, pero, eh, que Guy Ritchie dirigió Aladdín— y su equipo logran una mezcla perfecta de acción, aventura clásica y fantasía que parece que ser que —también gracias a la magia Disney—, convertir un título extraño en el panorama actual en una cinta perfecta para el verano de 2020… Uy, ya no, que al final ha sido el de 2021, pero no importa, la espera ha valido la pena y consigue entretenernos al máximo. Un buen título para estas fechas tan calurosas.