
Un mestizo regresa a casa después de años alejado de su padre y sus hermanos, para descubrir que lo que espera un reencuentro duro pero apacible en realidad es un escenario de pobreza, enfermedad y violencia. El pueblo está dominado por el villano Shannon que hace pagar por todo, mientras que hay gente con la peste tanto en el pueblo como en un campamento de enfermos, mientras que sus hermanos, que jamás lo aceptaron por el supuesto favoritismo que su padre tenía por él, aún siendo mestizo, se han unido a Shannon. Y, por si esto fuera poco, el medio indio protegerá a una mujer embarazada y tildada de apestada que nadie quiere en el pueblo, mientras que ejerce venganza; y es que este medio indio no alguien cualquiera, su nombre es… Keoma.
Los años pasan inevitablemente, y lo que a mediados de los sesenta fue un boom en la industria del cine europeo con la Trilogía del Dólar, ahora se ha convertido en un género de explotación hasta el punto que ha perdido el norte, el sentido y, lo que es más grave, la calidad. Por decirlo de algún modo, tras diez intensos años, el spaghetti western se estaba muriendo a marchas forzadas con mezclas extrañas, demasiado sentido del humor y unas historias cada vez más banales, pero que se podía esperar de las decenas de títulos que se estrenaban al año… ¡ríete de los superhéroes!
Sin embargo, entre las cantidades ingentes de morralla aparecían títulos dignos de mención como Los compañeros, Le llamaban Trinidad, Mi nombres es ninguno o la cinta que tenemos entre manos: Keoma. Aunque después vinieron nuevas películas, tanto la historia, como la manera de tratarla, se dice que esta peli de Castellari protagonizada por Franco Nero viene a ser el fin del género, o al menos de sus mejores años; una suerte de testamento o réquiem al spaghetti western.
Además, aunque si bien conserva los elementos habituales del género, es cierto que el tono es más oscuro, más tétrico, más triste, atrás ha quedado el gran espectáculo lleno de tiros y acrobacias. Por decirlo de algún modo, se trata de un spaghetti western serio, muy consciente de él mismo, de cuando se está rodando y de lo que significaría en la posteridad… y eso que se dice que se rodó sin apenas un guion, que se escribiendo iba sobre la marcha.

Enzo G. Castellari, uno de los nombres propios del cine italiano de explotación de los sesenta, que haría mucho western, pero que también se adentraría en giallo y en el terror, saca pecho en este western crepuscular enfocado, en el que es más relevante el trasfondo que la historia en sí. Esta, sin demasiado complejos al mostrarlo, es la típica trama de venganza, pero el trasfondo y el empacado es lo que realmente realza la calidad de Keoma. Por un lado, veremos muchos temas subyacentes como la enfermedad y la violencia gratuita, que aunque parecen testimoniales, en realidad son los que encauzan la historia; mientras que, por el otro, la puesta en escena es, cuanto menos, desconcertante, con elementos que parecen presagiar el devenir de los hechos. Sin ir más lejos, la presencia constante de esa «bruja» que surge de la nada en los momentos menos oportunos para aconsejar o reprochar a Keoma, como si fuera una suerte de hada oscura que conoce el destino, a medio entre las sibilas y las moiras griegas. Por decirlo de algún modo, a priori la historia parece una tontería, pero cuando uno se para a pensar como se nos presenta esta historia ve más de mitología que de relato del oeste.
Con un reparto al uso de aquella época final del spaghetti western, en el que nadie destaca demasiado, y en el que un William Berger envejecido desconcierta como padre del mestizo, para sorpresa de nadie, la figura de Franco Nero surge para comerse la pantalla, pero con algunos peros. Para empezar, si bien representa un indio mestizo, Nero sigue teniendo un rostro demasiado centroeuropeo, pero lo realmente que nos descoloca de entrada es ese aspecto de hippy —acorde con la época en que se rodó la cinta—, haciendo que, en ocasiones, perdamos un poco el contexto de la cinta. Pero, como sucede con el resto de la cinta, todo aquello que parecía no tener sentido, cuando Franco Nero se alza y con su enorme y leonina pelambrera se impone a los villanos, obra la magia como un personaje que, si bien no está a altura de algunos de sus anteriores, es sin duda carismático.
Por decirlo de algún modo, Keoma es una peli a la que le cuesta arrancar y de cautivar, pero en cuando Keoma entra en acción y la historia arranca, consigue atraparnos hasta el final. Lo curioso de todo el asunto es que se nota un rodaje simple, de solo ocho semanas, una historia hasta cierto punto banal y los personajes manidos de siempre, a la vez que el prota, Keoma, tampoco reluce como otros personajes de Franco Nero… pero el resultado tiene algo que nos atrae a más no poder. Es decir, las piezas por si solas nos dicen que esta peli es un paquete, pero cuando se suman, con la sabia mano de Castellari, la siempre magnética presencia Nero en pantalla y una banda sonora que le da el tono perfecto a la historia, da como resultado el mejor broche de oro a un género.