Siempre se ha creído que la ciudad de Shadyside está maldecida ya que las desgracias y los asesinatos que la han asolado le han dado esa fama. Sin embargo, desde lo que sucedió en 1978, el pueblo ha vivido relativamente tranquilo, hasta que llegó 1994, cuando un joven habitante del pueblo pareció perder los estribos y mató a varias personas en un centro comercial. Aunque el sheriff consiguió abatirlo, lo curioso del caso es que, al poco, la ciudad se vio amenazada de nuevo por el mismo asesino ataviado con una máscara de una calavera. Será entonces cuando el joven Josh empiece a ver conexiones entre los diferentes casos y junto a su hermana Deena y los amigos de esta, emprenderán una alocada carrera para acabar con ese asesino y otros más antiguos que parecen haberse alzado de sus tumbas dispuestos a atemorizar de nuevo Shadyside.
En primer lugar, de lo que tenemos que hablar es del extraño formato en el que se presentó esta trilogía de películas en Netflix. La plataforma de la gran N siempre se ha caracterizado por lanzar su contenido de golpe —salvo excepciones como la cuarta temporada de Stranger Things o el documental The Last Dance—, sin embargo, en este caso, se hizo en tres semanas entre el 2, 9 y 16 de julio de 2021. Si se hubiese tratado de una serie no hubiera resultado extraño, incluso sería lo normal que se ha hecho siempre en la televisión, pero aquí eran tres películas. Además, al verlas, uno se da cuenta que no son independientes, sino que se tienen que ver todas para comprender la historia al completo, por lo que uno se pregunta ¿por qué no hicieron una miniserie de seis episodios, por ejemplo? Ni idea, supongo que detrás hay motivos comerciales, pero, de entrada, es algo que se tiene que tener en cuenta, ya que no se puede hablar de la primera sin las otras dos, o viceversa.
Por otro lado, si bien están tituladas como 1994, 1978 y 1666, solo la primera tiene lugar íntegramente en ese año, ya que la de 1978 funciona como un relato contado en 1994, y la última solo la mitad tiene lugar en 1666, ya que después regresa a 1994. Por lo que esto aumenta un poco la confusión en el concepto en sí, ya que lo lógico es verla del tirón, como si fuera una serie corta o una peli muy larga.
Después de estos apuntes, podríais pensar que La calle del terror no me ha gustado, y es más bien todo lo contrario, me ha encantado como un producto de entretenimiento y divertimento, por lo que me duele aún más esta confusión generalizada en cuanto a su presentación. Así que, sin darle más vueltas al asunto, entramos en materia diciendo que es una de esas películas que valen mucho la pena ver y que puede gustar a un amplio espectro de público, ya que no se limita a gustar a los amantes del terror repleto de sangre y tripas, sino que también busca ese guiño nostálgico al enmarcar dos de sus líneas temporales en los noventa y los setenta respectivamente.
En este sentido, estamos ante un producto que tira mucho del efecto recuerdo, cuyo melón abrió Stranger Things y al que, ahora, todo el mundo recurre, ya que, además, se nota que la serie estrella de Netflix es un claro referente para el tono y el enfoque, y no solo eso, sino que también cuenta con la participación de dos de sus actrices, Maya Hawke en un rol secundario de víctima y Sadie Sink como protagonista de 1978, en un papel muy parecido a la rebelde Max de Stranger Things.
Sin lugar a dudas, la ambientación en diferentes épocas está muy bien buscada y logra captar la fantasía del espectador, ya que cuando uno ve la historia de 1978 no puede quitarse de la cabeza títulos como Halloween o Viernes 13 —con la que tiene muchas similitudes—, de la misma manera que lo que se narra en 1994, inevitablemente nos llevará a las novelas de R. L. Stine, tanto las de Pesadillas como las de La calle del terror. Y no es para menos, ya que estás películas se inspiran directamente en los relatos de Stine para dar vida a esta trama, cogiendo lo mejor de su literatura, concentrándolo todo en una sola trama y dejando que fluya de manera bastante orgánica. Así pues, estamos hablando que las película de Fear Street están llenas de asesinos sanguinarios —a cuál más sanguinario y más terrorífico— que acechan pequeños pueblos del corazón de Estados Unidos; pero también se perciben la manera de contar las historias del escritor, con interesantes giros de guión que nos sorprenderán y que disfrutaremos.
A grandes rasgos, podríamos decir que si bien estamos ante una trama bastante típica y que tira mucho del imaginario popular y de los referentes de la historia del cine de terror, lo cierto es que logra mezclar todos estos ingredientes con maestría en una historia muy bien hilvanada del universo Stine, para dar un producto muy en la línea del entretenimiento familiar sin edulcorantes que parece defender la plataforma de streaming. Es verdad que podría ser un producto más descarado y descarnado, y, a la vez, con un trasfondo más desarrollado y no tan centrado en la clásica historia de brujas, para conseguir una sensación de terror más auténtica; sin embargo, al hacerlo, probablemente, no hubiera podido llamar la atención de tantos. Así pues, las tres partes de La calle del terror, vistas como un todo, son sin duda un agradable y divertido espectáculo televisivo veraniego, apto para mucha gente —salvo los más sensibles—, con historia bien buscada, con un nivel sangre y violencia aceptable y bastante bien justificado, y con la suficiente esencia de la obra de R. L. Stine para tener un aprobado con muy buena nota. ¿Se podría haber hecho mejor? Sí. ¿Se podría haber sacado más jugo? Por supuesto. ¿Hacía falta hacerlo? Sinceramente, no.