
Se dice rápido pero ya han pasado más de seis años del estreno de la última entrega de Star Wars, el Episodio IX cerró el tercer arco argumental de la llamada Saga Skywalker, y ahora se puede decir que estamos igual o peor que cuando Disney pasó por caja para hacerse con el universo de George Lucas y su empresa. Antes de que me echéis la caballería, me explico. Desde el esperadísimo estreno del Episodio VII cinco han sido las cintas que han pasado por las salas, y aunque han hecho buena caja, ninguna de ellas ha logrado captar la imaginación del público como para llevarlas a la misma altura que lo hizo la trilogía de precuelas y, ni mucho menos, de las originales. Es decir, que Star Wars ha dejado de ser un producto de altísima calidad para pasar a ser un simple blockbuster con el que comerte unas palomitas. Sí, es cierto, por el medio ha habido una serie que lo ha petado y que, en cierto modo, ha marcado un buen patrón de cual debe ser el camino a seguir por la saga espacial, pero tampoco nos emocionemos demasiado porque, se quiera o no, Mando y Grogu no pueden soportar el peso de toda una galaxia, y el fin de su historia ya asoma por el horizonte.
Por si todo esto fuera poco, el hecho de que el éxito no haya acompañado ha provocado que desde el regreso de la saga galáctica a la gran pantalla, los futuros proyectos hayan ido y viniendo sin demasiado sentido, aprobando nuevos, suspendiendo otros. El primer ejemplo se dio cuando J. J. Abrams sustituyó a Colin Trevorrow en la dirección del Episodio IX tras el supuesto fiasco y malas críticas a la dirección de Rian Johnson… pero de esto ya hablaremos más adelante. Pero, sin ir más lejos, mientras escribo estas líneas hay cuatro pelis confirmadas oficialmente que, supuestamente, llegarán en los próximos años, como la peli del Mandaloriano, la de Dave Filoni, la de James Mangold y la de Sharmeen Obaid-Chinoy, sin contar los proyectos que no se han cancelado pero que penden de un hilo como la de Taika Waititi o las que implican el regreso del personaje de Rey. Por el camino se han quedado otras tantas, como las de Patty Jenkins o la de Boba Fett que, no discretamente, se convirtió en la temporada dos y medio de The Mandalorian. Vamos, que si en 2012, estaba claro que lo que estaba por venir era el Episodio VII, ahora no tenemos ni la más remota idea de lo que pasará… por lo que es un buen momento para mirar atrás.
Habiendo revisitado las pelis que conforman la Saga Skywalker, me he dado cuenta que, para empezar, aunque se notan los lapsos temporales de producción y las manos de los que estuvieron detrás, es cierto que hay una unidad, un conjunto cuyas diferencias hacen que solo tengas la sensación de estar leyendo una trilogía en la que cada libro se ha escrito con veinte años de diferencia. Por otro lado, de lo que uno se percata es que para analizarlas con honestidad se debe ser malo una vez y bueno dos. Ahora lo entenderéis.
No hay discusión en que la trilogía original, tanto por las pelis en sí mismas como por lo que significaron en aquel momento, son un hito del cine y una de las mayores obras del sector, pero es cierto que hoy, más de cuarenta años después de su estreno, hay ciertas cosas que son criticables y que, se quiera o no, la perjudican. Por un lado la concepción un tanto naif de la trama y de la lucha entre el bien y el mal; algo que necesariamente no es malo, pero que le dan ese toque infatiloide que hizo que cuando se rodó la primera entrega el reparto no se tomara en serio el guion. Es cierto que cuando uno aúna en todas las relaciones, uno se da cuenta el trasfondo que dio George Lucas es mucho más trascendental que una rebelión luchando contra un imperio del mal, pero de entrada estamos ante unas tramas mucho más básicas que, ineludiblemente, derivan en un drama familiar profundo y arraigado. Así pues, las pelis originales vistas desde hoy, quien nos las vea como clásicos, no podrá pasar por alto dicha visión más simple, junto con unos efectos especiales, que si bien siguen siendo increïbles, se quiera o no les pesan un poquito los años. Veis, he tenido que ser malo, pero para ser honesto cada vez que veo cualquiera de los episodios originales, me cuesta ver todo esto y siempre me decanto por dejarme llevar, y lo que realmente distrae son los añadidos digitales que hizo Lucas en las reediciones con más criaturas, fantasmas de la Fuerza incoherentes y escenas reaprovechadas que desconciertan, como la de Han Solo con Jabba y el primero pasa por detrás y le pisa la cola, absurdo aunque le dan más empaque al total de la historia.
Dando un salto de veinte años, uno debe enfrentarse a la trilogía de las precuelas que, en su momento, fueron duramente criticadas por ser todavía más infantiles, con demasiado efectos digitales y una trama melodramática que no se aguantaba por ningún lado. Sin embargo, un servidor, fue con las que descubrió Star Wars, concretamente lo hice con La amenaza fantasma y mi personaje favorito era Jar Jar Binks… ¿Cómo os habéis quedado, eh?
Chistes a parte, lo que realmente ve uno cuando se enfrenta a esta trilogía es que Lucas por fin pudo hacer lo que quería a la escala que quería. La trilogía original tiene historias pequeñas, centradas en pocos personajes, sin embargo aquí, el número crece exponencialmente, tanto mencionados como en pantalla. En pocas palabras, vemos la gloria de la galaxia en todo su esplendor, centenares de planetas, de especies, de mucha gente reunida y ese largo etcétera que hace que cualquiera de las tres pelis sea un gran espectáculo. Por si esto no fuera suficiente, Lucas se detiene en componer auténticos óleos fílmicos en muchas secuencias, con escenas contemplativas, en las que personajes miran al horizonte mientras los hechos se desarrollan, para bien o para mal, ante sus ojos. Se nota que George Lucas no tuvo limitaciones e hizo lo que le vino en gana y lo que su bolsillo —un pozo sin fondo— le permitió. El resultado fue un tríptico espectacular en todos sus aspectos cuya única crítica aplicable fue no ser tan bueno como las pelis originales, pero que seguía pecando del mismo «mal»: La concepción infantil.
Esta es una lacra que ha perseguido a Star Wars desde sus inicios, provocada por la visión de la crítica que los relatos adultos deben ser más cruentos y viscerales, con trasfondos complicados, con muchos matices de grises entre el blanco y el negro. Pero lo que esta crítica no comprendió —y parte de ella aún hoy sigue sin comprender— es que lo que pretende Lucas no es contarnos una historia realista, si no más bien un relato histórico, casi mitológico, el mismo que podríamos encontrar una fuente antigua sobre Grecia, Roma o Escandinavia, en la que violencia existe y es muy exagerada, pero no es tan palpable como, por ejemplo, en una cinta de Sam Peckinpah. Además, si los jedis y los sith se hubieran cortado miembros al estilo del californiano, seguramente Star Wars hubiese perdido gran parte de su público, y recordemos que la visión de negocio de Lucas fue intachable, tanto en el momento en el que rodó las pelis originales y las trilogías, como cuando vendió su derechos a Disney.
A pesar de las diferencias, la mano de Lucas se percibía en las dos primeras trilogías, tanto por los tempos, las temáticas y la manera de acercarse a los personajes y sus historias, pero el cambio de manos de Lucasfilm supuso un cambio de inflexión, sobre todo por un cambio de visión en el que se buscaba el dinero y no tanto el valor cinematográfico de una cinta. Con esto no digo que George Lucas sea un altruista, que no lo es, pero hasta entonces él producía lo que le apetecía y punto, pero con Disney la cosa cambió y Lucasfilm debía dar mucho más dinero del que ya estaba dando. Para ello, nada mejor que anunciar un Episodio VII que se convirtió en una de las pelis más esperadas de la historia y la taquilla respondió como tal, pero no todo es un camino de rosas.
A pesar de contar con todo lo que contó: dinero, rostros conocidos, cameos y un cineasta de la talla de J. J. Abrams a los mandos, si uno se mira la cinta verá en ella una simple reproducción del Episodio IV. Casi, casi cuentan la misma historia, los personajes tienen los mismos perfiles y desembocan en algo parecido. Pero, a pesar de todo, supo captar nuestra atención y quisimos más, y entonces se hizo algo que cuajo en la trilogía original, pero que aquí fue un patinazo. En lugar de que Abrams lo dirigiera todo, cada episodio de la nueva trilogía lo dirigiría algún futuro portento, y eso fue error, ya que si bien Irvin Kershner y Richard Marquand dirigieron el Episodio V y el VI respectivamente, la presencia de George Lucas como productor se notaba. Pero en la nueva trilogía cada director fue por su cuenta y la producción utilizó más la tijera que otra cosa para imponer su presencia, algo que se nota y bastante en cuanto a coherencia, principal lacra de esta trilogía junto con la falta de originalidad.
El mejor ejemplo de todo es que el Episodio VIII queda un poco raro en medio de todo esto, se nota el cambio de director, y si bien hubiera tenido sentido si se hubiese mantenido a Colin Trevorrow para el IX, el retorno de Abrams hizo daño al VIII, ya que pierde conexiones. Por lo que hubiera sido más lógico dejar que cada director hubiese tenido su ocasión, o que Abrams se hubiera encargado de la trilogía entera, sobre todo siendo que fue él el que marcó el estilo del VII y, por lo tanto, de lo que estaba por venir… pero es cierto que es muy fácil decirlo a toro pasado. Pero bueno, el retorno de Abrams hizo que si por un lado el Episodio VIII fuera raro, el IX cayera en el error de reproducir al VII, imitando los devenires argumentales de la trilogía original con la reaparición de Palpatine como gran villano de la función o el uso, por enésima vez, del poder de la Estrella de la Muerte.
Lo cierto es que es una pena el resultado final de la nueva trilogía, ya que apuntaba maneras y tenía muchas probabilidades de ser algo más que un mero producto, pero cometió muchos errores. Como decíamos, la falta de originalidad y de depender demasiado de la original sería lo primero, pero, cuando se entra en detalle, podemos ver un desaprovechamiento del villano de Kylo Ren. Es un personaje que lo tenía todo para ser malo, desde la presencia de Adam Driver que podía acongojar, hasta todo lo que lo rodeaba y haber matado a su padre, pero no, se quiso redimirlo como Anakin Skywalker —otra repetición—, hasta el punto de que no hubiera hecho falta el retorno de Palpatine, o al menos de esa manera. Pero se cayó en el error de explorar la gama de grises, pero de forma tosca y previsible, ya que si Kylo sigue el camino de Anakin, Rey hace el mismo que Luke, hasta el punto de que Ben Solo no podía ser un villano, sino un saco de traumas que debían sanarse antes de una muerte extraña y con un final romántico esperable pero desconcertante.
Llegado a este punto, habiendo visto los nueve episodios casi del tirón y con mi mirada puesta en ir más allá de la mera reseña, lo cierto es que si por un lado debo admitir que Star Wars sigue siendo una de mis debilidades, en algunos momentos se me ha hecho pesado este revisionado. El tramo final tiene muchos momentos de «¡venga, va, y voy y me lo creo!», desde la Leia flotando en el espacio al beso final entre Rey y Ben, pasando por lo absurdo del personaje de Snoke; pero otros por los que sigo levantándome para aplaudir, como el Luke sacudiéndose el polvo del hombro en Crait o la reaparición de Chewbacca y Han Solo en el Halcón Milenario. La trilogía original, supongo que al sabérmela de memoria, llega un momento que no me sorprende, pero sí que me sigue atrapando; mientras que con las precuelas hay algunos tramos que hacen bola, sobre todo aquellos en los que necesitas un máster en política internacional para entenderlo, pero cuyas luchas con sable láser son memorables.
Con todo lo dicho, se podría creer que mi relación con Star Wars es de amor-odio, pero lo cierto es que me dejo llevar fácilmente por cualquiera de las nueve películas, incluso por la de Han Solo y por la serie de el Mandaloriano, y creo que forman parte de mi filmografía esencial; pero también es cierto que creo que lo que Disney le está haciendo a la franquicia no es bueno, ya que la retahíla de series sin demasiado sentido y sin chicha están desprestigiando y banalizando una marca que hasta hacía diez años era sinónimo de éxito. A diferencia de Marvel que es explotable hasta el final, porque su origen así lo es, Star Wars debería ser tratado con mucho más cariño, ofreciendo el producto a un cineasta coherente con el estilo de Lucas —más en la línea de Filone o Favreau, que no de Taika Waititi— para que trabajara siendo una suerte de heredero del de Modesto, y limitando la producción a una peli cada dos o tres años, en la que se buscase la calidad y la excelencia para extender la herencia de Lucas y de su creación.
Desafortunadamente, Disney tiene otros objetivos y me da la impresión de que seguirá dando palos de ciego hasta quemar la marca Star Wars y pueda quemar otra, como ha estado haciendo hasta ahora, cuando se perdió el norte tras el éxito del Episodio VII y se quiso que tuviéramos Star Wars incluso en la sopa, sin darse cuenta que lo mejor de esta saga es que no había demasiado, pero sí muy bueno. Es por ello que, y estas palabras me pesan, creo que, para mí, Star Wars murió junto con Kylo Ren, no porque cerrase la Saga Skywalker, sino por que se perdió el sentido y la coherencia de este maravilloso universo… todo lo que ha venido después, personalmente, no es Star Wars.