Ya lo he dicho muchas veces: el thriller español es de lo mejor que tenemos. Cada año, las carteleras se inundan de comedias, ya sean románticas o familiares, pero es en los thrillers donde realmente brilla la calidad del cine español. Películas como El reino, Celda 211, Que Dios nos perdone o As Bestas, entre otras, son claros ejemplos de ello. Estas películas no tienen nada que envidiar al cine estadounidense o británico y, de ser producciones de estos países, seguramente recibirían numerosos premios y reconocimiento internacional.
Lo que primero resalta en La isla mínima es su enfoque narrativo. Opta por un tono pausado y reflexivo. El director, Alberto Rodríguez, sabe cuándo dejar que los silencios hablen por sí solos, construyendo una atmósfera densa y cargada de significado. No es cine contemplativo en el sentido tradicional, pero sí requiere de una participación activa del espectador. En esta película, los silencios son valiosos. No se trata de una película que aburre con planos largos sin más. Aquí, cada pausa cuenta una historia.
Visualmente, la película es una joya. Su fotografía, que incluye planos cenitales y capturas enigmáticas de la Andalucía rural, añade profundidad y personalidad a cada escena. Cada plano es una obra de arte en sí mismo. Rodríguez utiliza los paisajes y la luz de una forma que narra su propia historia, creando una experiencia que es como ver dos películas en una. Tiene un cierto aire a la serie True Detective que coincidió en fechas en su primera temporada.
La trama, que en principio podría parecer común, dos policías investigando la desaparición de unas niñas en un pueblo rural, es solo la punta del iceberg. El peso narrativo recae en los dos protagonistas, interpretados por dos actores que están a la altura de las expectativas. Javier Gutiérrez ofrece una interpretación magistral, creando un personaje cargado de matices que se siente real, complejo y profundamente humano. Raúl Arévalo, aunque pueda parecer desaprovechado, mantiene una interesante dualidad con su compañero, formando una pareja de policías de la que ninguno parece totalmente de fiar.
Uno de los pocos “pero” que tiene es que los actores pecan de cierta linealidad y carecen de una interacción profunda entre el resto de los personajes. Esto se ve reflejado en la falta de diálogos significativos, lo que hace que la película no aproveche completamente su potencial para explorar temas más profundos de moralidad y justicia.
Por otro lado, la acción en la película, aunque limitada, es efectiva. Las escenas de violencia son directas y las persecuciones están llenas de detalles y claridad, aportando un componente de tensión muy necesario. Sin embargo, ciertos elementos parecen sobrar y no aportan mucho a la trama central, como algunas conversaciones telefónicas y la representación de algunos personajes secundarios, hay situaciones que parece que no llevan a nada.
En conclusión, La isla mínima es una película notable dentro del cine español actual. A pesar de ciertos aspectos que podrían haberse manejado mejor, como un desarrollo más profundo de personajes secundarios y un guion más robusto, la obra destaca por su extraordinaria técnica cinematográfica y sus fuertes interpretaciones. Es un soplo de aire fresco en el cine español. Te demuestra que se pueden hacer pelis de calidad sin tener que mirar siempre a lo que hacen en Hollywood.