Quince años después de la tragedia que asoló Haddonfield, cuando Michael Myers, tan solo un niño, mató a su hermana a sangre fría, se acerca Halloween una vez más, mientras que todos piensan que no será más que una noche de brujas como cualquier otra, y en la que la historia de los Myers se ha convertido en una leyenda de terror, en realidad el mal está a punto de cernirse sobre Haddonfield de nuevo, ya que Michael Myers ha huido del sanatorio en el que estaba ingresado y solo la perseverancia del Dr. Loomis, su psiquiatra, para detenerlo lo separa de las nuevas presas que pueda encontrar ahora.
El punto de partida de Halloween no deja de ser bastante simple: un asesino sin una motivación precisa —salvo el hecho de tener una obsesión por acabar con chicas jóvenes— regresa a su pueblo natal y se encapricha, por decirlo de algún modo, con una niñera adolescente la noche de Halloween… seguido todo ello por muerte, violencia y mucho sufrimiento, sobre todo por parte de la chica protagonista. A grandes rasgos, esta no es más que otra cinta de slasher como cualquier otra. Entonces ¿por qué tanto revuelo con ella? Muy sencillo, aunque la premisa es muy básica y para nada innovadora, la manera en que se realizó sorprendió a todo el mundo. Con un presupuesto más bien escaso en manos de un director relativamente joven y con un bagaje cuestionable —las obras anteriores eran fruto de su carrera como estudiante o tuvieron una recepción relativamente fría— rodeado de un equipo lleno de amigos y conocidos, todo parecía augurar que Halloween quedaría relegada a un segundo plano, a la serie B, pero el saber hacer todo el mundo hizo que pasará, inmediatamente, a ser un clásico.
La historia, escrita por el propio Carpenter y por Debra Hill —productora de la cinta—, va un poco más allá, no es violencia por violencia, sino que detrás subyace una trama relativamente filosófica en la que se plantea la duda de qué sucedería si alguien carente de moral, actuase como un animal. Por otro lado, si bien se le da un trasfondo al villano, a la Sombra —pocas veces es llamado Michael Myers—, a lo largo de todo el metraje se pretende —sobretodo en palabras del personaje de Donald Pleasence— que es un ser casi sin consciencia, siendo más un ser o una bestia que no un humano, con los elementos que nos distinguen. Además, fuese por falta de presupuesto como por la intención generalizada de todos los implicados, hay una carencia casi absoluta de sangre, tan habitual de este género, lo que no la convierte de inmediato en un espectáculo gore desde el principio, sino que, en este aspecto, es bastante más sutil. Del mismo modo, aunque al principio Michael irrumpe en la historia de golpe —sea con la brillante secuencia inicial o por el enfrentamiento en el coche del Dr. Loomis—, tarda más de media cinta en atacar a sus presas, las jóvenes niñeras; todo ese tiempo, en el que vemos la figura de la Sombra ataviado con su mono de mecánico y la máscara modificada de William Shatner, el villano solo hace que acercarse a sus presas, las vigila desde la lejanía o desde detrás de un seto, desapareciendo al cabo de un instante, provocando que nosotros, como espectadores conscientes de la amenaza, nos comamos las uñas a bocados, suponiendo un alivio que empiece a cargarse gente. Por si esto fuera poco, la susodicha máscara —o la sábana que lleva en una ocasión— y los gestos con los que le dotó Nick Castle —el hombre bajo la máscara— consiguieron crear la imagen de un ser sin conciencia, sin ideas, sin humanidad, creando la figura del monstruo, del asesino desalmado, no por sus actos, sino porque realmente carece de alma.
Es en este sentido, partiendo del buen saber hacer del equipo técnico que demostró ser un pozo sin fondo de recursos de bajo coste —algo que se aprecia en el documental dedicado a la cinta de la serie de Netflix, The Movies That Made Us, muy recomendable—, solo se tuvo que recurrir a los actores indicados con una cara conocida como Donald Pleaseance en el papel del Dr. Loomis —aunque también fueron preguntados Peter Cushing y Christopher Lee—, y a un reparto muy joven encabezado por Jamie Lee Curtis, cuyo pedigrí era innegable y que, gracias a esta cinta, se convirtió en una dama del terror como lo fuera su madre Janet Leigh, para que la magia del cine surtiera efecto y lo que parecía que sería una peli más de terror, pasase a ser un referente del género que rápidamente imitarían otras como Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street. El talento mostrado por todos los implicados —desde Carpenter que incluso se hizo cargo de una banda sonora que ha pasado a la posteridad, hasta Pleasence, que se dice que se ponía ante las cámaras bastante alegre, alcohólicamente hablando, pero que incluso así clavó el papel— demuestra, una vez más, que la mejor manera de conseguir una gran película, no es gran presupuesto multimillonario, sino el esfuerzo por hacer las cosas de los trabajadores que, como en este caso, lo dieron todo para que la cinta saliera adelante.
Así pues, podemos considerar que La noche de Halloween fue la alineación perfecta de estrellas para que todo saliera bien, para llamar la atención de público y crítica, aunque en realidad es la prueba fehaciente de que el trabajo bien hecho obtiene su recompensa. Esta cinta es una obra maestra del cine de terror, ya que aún contando una historia previsible, logra captar la atención del espectador por como es narrada y los aplausos de todos por el espectáculo que nos ofrece, fresco y sin pretensión aún hoy, más de cuarenta años después de su estreno.